Mariano Breccia y Mechi Martínez son dos creativxs y compañerxs de vida y crianza que trabajan desde el suprarreciclaje en proyectos de diseño, arte y comunidad, con base en Valparaíso, Chile. En 2004 empezaron la marca de indumentaria 12na (Docena) en Buenos Aires, creando a partir de prendas vintage. Luego la vida lxs trajo a Chile, y su línea pasó a convertirse en un estudio de diseño especializado en suprarreciclaje o upcycling. Con el tiempo su camino se fue ampliando para abarcar múltiples formatos expresivos: arte, comunidad, educación, activismo y audiovisual, desplegados en la producción de ropa y objetos, talleres, residencias, instalaciones y más. Hoy, se caracterizan por su trabajo transmedial. Sus proyectos multidisciplinarios han viajado por Japón, Hong Kong, Suecia, Alemania, Italia, Estados Unidos, Uruguay, Argentina, Bolivia, Colombia, Brasil y Chile.
Desde abril de este año dejaron su tienda física, 12NA Store, en Cerro Alegre, que fue la primera tienda en Chile dedicada exclusivamente al suprarreciclaje, por la que pasaron mas de 30 proyectos de la especialidad de Chile y Latinoamérica, y que a tan solo 20 días de cerrar albergó el primer festival de economía circular que se realizo en Valparaíso, en coproducción con Fiis, la plataforma de acción global que busca acelerar la transformación cultural para lograr un desarrollo sostenible.
Ahora Mechi y Marian se mudaron con su familia a su taller, Atalaya 432, en Playa Ancha, donde venían trabajando y realizando residencias con artistas y diseñadores. “Nuestra misión es amplificar el suprarreciclaje, esta forma de creación, la responsabilidad, coherencia, el amor por el oficio y la autonomía creativa y económica”, cuentan. “Sentimos que este es un tiempo de suprarreciclaje desde lo mas profundo”.
En los últimos meses, la dupla de 12NA ha hecho mentorías online para proyectos de suprarreciclaje, dirigidas a diseñadores, estudiantes avanzados y emprendimientos que buscan profundizar, mejorar prácticas y avanzar en este medio expresivo y económico, y también fueron parte del primer foro latinoamericano de suprarecicladores a través de la plataforma Conecta + FiiS.
Hace un tiempo pudimos hacerles algunas preguntas sobre su historia y su trabajo, que hoy compartimos con ustedes para invitarles a tener en la mira los proyectos de esta talentosa dupla representante del suprarreciclaje en Chile.
Con más de 16 años de trayectoria, hay mucho trabajo realizado y proyectos que contar, pero nos gustaría partir por el principio. ¿Cómo fue que ambos llegaron al mundo del reciclaje textil? ¿Cómo empezó este viaje?
Docena nació en 2004, de alguna manera fue nuestro primer hije, empezamos a estar juntos reciclando. Nos conocimos trabajando como diseñadores en una marca, y enseguida nos unió el humor y la música.
Los dos traíamos el amor al vintage, y tuvimos relación con la costura y el reciclaje textil desde chiques.
Mechi tuvo abuela diseñadora, es licenciada en administración, y cursó gran parte de la carrera de diseño textil en la Universidad de Buenos Aires. Comenzó de muy chica a hacer ropa y tuvo una marca que producía hasta que nos conocimos. Yo desde chico tuve afición por la ropa usada y la intervención de prendas, más desde la idea de poder tranformar que por la técnica. Estudié comunicación, hice radio mucho años, vendí zapatillas que traía de Paraguay, y hasta fui basurero. Pero la vida me devolvía a la ropa. Trabajé en Adidas y en varias marcas, en una de ellas nos conocimos.
Empezamos customizando sastrería y ropa militar, interviniendo con bordados, estampas y parches, comunicando, haciendo tributos, rescatando lujo. Nuestra primera casa-taller fue en Palermo Viejo, y comenzamos vendiendo en la Red Store, un concept store de Levi’s y Diesel en Palermo viejo, casualmente por un tano que traía ropa vintage de Chile y saldos de Italia. Era una de las primeras tiendas del barrio, donde iban muchos turistas y gente de la música. Ellos se convirtieron rápidamente en nuestros clientes.
En paralelo, un headhunter me llamó para una entrevista por un trabajo en retail en Chile y viajamos a conocer el país por primera vez. Ahí nos encontramos con la abundancia del vintage y la oportunidad de hacer de Docena un proyecto de suprarreciclaje más escalable, algo que costaba mucho tiempo lograr en Argentina. Allá, conseguir vintage es un desafio mayor, está prohibida la importación de ropa usada. En nuestro primer día en Santiago nos dirigimos como primer destino a la calle Bandera. Nos volvimos locos y decidimos quedamos un par de años para ver cómo funcionaba y calculamos mal, aún seguimos aquí.
En el 2004 había muchas marcas independientes de ropa en Argentina y Chile, pero nadie lo hacía desde el suprarreciclaje de ropa usada. No conocíamos el alcance que tendría, ni teníamos experiencia en la deconstrucción aún. Pero la energía al reciclar nos llenaba tanto, los productos que lográbamos se vendían enseguida; de producción lenta pero precisa, aprendizaje infinito y un valor auténtico, único. Éramos dos extraterrestres en su momento, un poco radicales o soñadores; nos costó mucho sostenerlo en el tiempo.
Su misión es amplificar el suprareciclaje. ¿Por qué es tan importante esta bandera de lucha para ustedes? ¿Cuál es el impacto que buscan generar?
Sentimos que por el momento que vive la humanidad y la cantidad de ropa y plástico que hemos producido durante los ultimos 20 años, es tiempo de hacernos responsables de todo ese consumo. La reutilización y el suprarreciclaje deberían ser la primeras elecciones a tomar a la hora de consumir; la forma y velocidad con la que estamos escalando la producción y el consumo de ropa y objetos nuevos es insostenible para nuestro planeta. Debemos priorizar la prolongación del ciclo de vida de las cosas que existen.
La cifras son escalofirantes, sentimos que es un momento donde hay que parar de generar nueva ropa. Centrar los recursos e innovación en desarrollar tecnología para poder hacer el proceso de vestir más eficiente e inclusivo. Ya sea algodón orgánico, pima o transgénico, se gastan entre 2.000 y 2.700 litros en producir una polera. La misma cantidad de agua que una persona bebe en tres años aproximadamente. Hay ciudades enteras en el mundo que se están quedando sin agua, 750 millones de personas tienen problemas con el acceso al agua potable en el mundo según la ONU. Para 2050 un 25% de la población mundial vivirá en un país afectado por la escasez de agua, y solo para el 2025 habrá 1.800 millones de habitantes experimentando la escasez absoluta de agua. Hoy, cerca de 1.000 niños mueren todos los días a causa de enfermedades diarreicas asociadas con agua potable contaminada, saneamiento deficiente o malas prácticas de higiene (Unicef). ¿Es posible pensar que el derecho a beber agua está por debajo del de lucir una polera de retail, orgánica o pima, que usa el agua que alguien puede beber? Como humanidad necesitamos deconstruir nuestros hábitos de producción y consumo.
Es un cambio muy profundo el que debemos dar como sociedad, es más bien transformarnos. Deconstruirnos es el camino, y retomar los valores olvidados de civilizaciones que sí se consideraban seres parte de la tierra en la que vivian, y sembrar empatía hacia todes.
El lujo de los algodones pimas u orgánicos no son empáticos con las personas que hoy tienen problema de acceso al agua, ya que los monocultivos están acabando con el planeta. En las áreas de monocultivo de algodón, el suelo sufre un desgaste de los nutrientes y a la larga tiene tendencia hacia la erosión. Esto se debe a que en muchos cultivos se retira la planta completa, y así se interrumpe el proceso natural de reciclaje del suelo. El suelo se empobrece y pierde productividad, por lo cual es necesaria la adición de fertilizantes. Además, en el algodón tradicional tampoco podemos olvidar los problemas asociados a los excesos del abono químico. Especialmente los nitrogenados, que nunca faltan en el cultivo del algodón, son una fuente de contaminación de aguas subterráneas y superficiales.
En Chile, las políticas neoliberales llevaron a liberar legalmente la llegada de miles de toneladas de ropa usada como ningún otro país de Latinoamérica. Hasta antes de esas políticas había una tradición de oficio textil, tanto de tejedores como de costureres. Hoy, las oportunidades laborales no sobran. Cómo no incentivar al pequeño productor, quien pone amor y creativad a sus diseños con una gestión artesanal amorosa y más eficiente hídricamente; cómo no poder reactivar la industria textil generando un gran patchwork de microproductores, recicladores, artesanos con identidad que generen una nueva auténtica segunda piel como es nuestro vestir.
Hay una feria libre en cada lugar de Chile donde se gestionan cientos de toneladas de ropa usada, pero, ¿nos es posible pensar en otra forma, donde se integren los microproductores?
Más que una marca de moda, Docena es una plataforma creativa, donde han explorado diversos formatos para profundizar y difundir su conocimiento y experiencia en torno al upcycling. ¿Cómo se fue dando ese camino y por qué era necesario para ustedes como creadores generar estos espacios?
El ejercicio creativo de transformar desde el reciclaje se vincula con una búsqueda de transformacion personal permanente: permanentemente suprarreciclamos y permanentemente buscamos suprarreciclarnos como personas. Sentimos que hemos convertido a Docena en un estudio creativo que genera un diseño por y para las personas. Piezas únicas que las usará una persona única.
Sobre nuestro rol como creadores, reflexionamos sobre el diseñador y su autoría. Trabajamos el rol del autor como un rol inclusivo co-creativo y circular. Un diseño autoral desde el suprarreciclaje producido a escala humana puede transformarse en una oportunidad para muches otres creadores que lo desarrollen haciéndolo inclusivo y activando microeconomías. Liberamos varios diseños de código abierto: el primero fue Punchaw, nuestro poncho, la pieza emblema de Docena, la que más vendemos y empezamos a producir en el 2010. Hoy se produce bajo código abierto en Bolivia y Argentina, conectando diseñadores con artesanos que producen piezas únicas de manera artesanal integrando el suprarreciclaje y la artesanía tradicional. En paralelo, descubrimos que Desigual, una marca de retail pionera en el look reciclado (cuando digo look me refiero a apariencia, no a proceso), está replicando nuestro poncho. Eso nos dio esperanza, ya que sentimos que comenzaron por replicar la forma y, tal vez, pronto comiencen a replicar el fondo.
En cuanto a la diversidad de formatos, empezamos trabajando vestuario, piezas únicas. Trabajamos video arte en colaboración con cineastas buscando profundizar nuestros conceptos. Creamos Yomonstro, como resultado de nuestras inquietudes artísticas y filosofales, alrededor del 2009, creando para festivales y perfos. Hacemos workshops, activismo, buscando ligar el reciclaje material al espiritual. Luego de Kusiclos, en 2010, trabajamos la máscara en talleres colectivos, para cuestionarnos, repensarnos, y sentirnos más alla de nuestra piel, nacionalidad, tribu. Trabajamos piezas artísticas, tapices, murales textiles, corpóreos. Siempre que hubo una causa o invitación a algo nuevo dijimos que sí, y así fuimos ampliando la forma en la que podíamos materializar a través del textil y del suprarreciclaje. La colaboración, el equipo, la flexibilidad lo hicieron posible.
Esta diversidad es algo intrínseco en el ser humano, la repetición es algo que nos aburre. La especialización es lo que se enseña, la experimentación es algo que nos hace vivir y expresarnos.
En 2018 crearon la plataforma digital Suprareciclaje, agrupando en ella a más de 300 suprarrecicladores a lo largo de Latinoamérica. ¿Cómo surge esa idea? ¿Y cómo ha evolucionado ese proyecto?
A partir del 2010, a seis años de haber empezado como una marca de ropa reciclada, Docena comienza a abrirse, colaborando con diversos artistas y mediadores, abriendo procesos en la búsqueda de la amplificación de las ideas y de la acción colectiva, Docena comienza a definirse como una plataforma, donde no solo producía objetos y piezas, también funcionaba como agencia creativa, artística, vinculante. El taller funcionaba con un colectivo de practicantes, diseñadores, artistas y colaboradores intermitentes. La idea de Supra nace en ese colectivo, en esa comunidad y el entusiasmo de seguir conectades desde diferentes partes del mundo.
Llegando a Valparaíso en el 2014, nuestro primer residente en Atalaya 432
fue Axel Melendez, diseñador transmedial que hoy es director de la agencia The Web Broadcasting Agency. El proceso nos llevó mucho tiempo, comenzamos generando encuentros con suprarrecicladores en Chile, Uruguay y Argentina, luego Brazil, y actualmente Bolivia, México, Colombia, Perú, Venezuela, Paraguay. Algunas presenciales, otras directamente por Whatsapp, las comunidades prendieron al toque compartiendo sus proyectos y empezaron a vincularse. En el 2018 empezamos a programar una plataforma digital autogestionada (sin aportes privados ni públicos). La primer etapa fue un directorio y un blog magazine, geolocalizándonos y empoderándonos coom movimiento. Nuestra segunda etapa, planeada para 2020, será vincularnos como una comunidad digital compartiendo información, capacitaciones, materiales y marketplace.
La pandemia ha sacudido el mundo, y la moda y el diseño de autor no han estado exentos. ¿Cómo les ha afectado a ustedes este proceso? ¿Qué oportunidades están apareciendo en medio de este escenario?
En marzo nos encontrábamos con mucho trabajo, sin embargo con ganas de descansar un tiempo. Veníamos de la temporada de verano en nuestra tienda, 12na Store, la temporada turística de Valparaíso, habiendo encontrado un equilibrio en la sustentabilidad de la misma. Compartiendo con residentes diseñadores y suprarecicladores, generamos ese verano un formato de venta circular, intercambio de espacio por atención, con la posibilidad de mostrar el proceso mismo del suprarreciclaje y el oficio, en la tienda.
En marzo 2020 realizamos Festival Circular, primer festival de suprarreciclaje y economía circular de Chile, en colaboracion con Fiis y apoyados por Corfo, donde asistieron 4.000 personas y comercializaron su trabajo 35 suprarrecicladores de todo Chile, frente a la tienda, al aire libre, durante un fin de semana en plena revolución.
Mientras tanto, íbamos diseñando una ballena y un ballenato para una activación con Greenpeace en la marcha del 8M. Corrimos con el equipo que reunimos entre practicantes y colaboradores, y marchamos. Al día siguiente empezamos a materializar un corpóreo para Lollapalooza, cuando apareció el virus y tuvimos que recluirnos en nuestras casas. La primera sensación fue la de cuidarnos: dejamos nuestra casa en Artillería y nos vinimos a Atalaya, nuestro taller-residencia-galpón en la punta del cerro, un bunker perfecto. Nos preocupamos como primeras medidas en generar el hogar familiar, paralelamente cerramos la tienda, así que la mudanza y establecernos nos llevó dos meses en que nos dimos tiempo de descansar, hogareñar, estar en pijama, hacer pan, volver a conectarnos desde este otro lugar.
Por otro lado, un año antes nos habíamos manifestado en la marcha por el medioambiente con camisetas donde formábamos la palabra D-E-C-R-E-C-E-R. Y es muy loco lo que estamos viviendo hoy, de una forma que no hubiéramos pensado se materializó el decrecimiento. Vemos que es tiempo de suprarreciclarnos como humanidad. Este virus nos vino a recordar lo que somos o lo que podemos ser como comunidad con la tierra.
Desde junio arrancamos a full para reactivarnos online en nuestro ecommerce de piezas únicas; @12narecicla, nuestra cuenta de contenidos donde comenzamos a compartir a través de conversatorios y workshops, y las mentorías que nos tienen súper entusiasmados y arrancaron en julio.
¿Cuáles son los próximos pasos de 12na?
Estamos haciendo lo que sentíamos desde hace mucho tiempo: dar workshops y vender online, pero siempre lo inmediato fue lo presencial. Estábamos hace mucho tiempo viendo el potencial en poder registrar más fluidamente los procesos del taller y los diseños desde el suprarreciclaje y la transformación, es mágico. Solo estamos actualizándonos.
En lo digital estamos trabajando workshops o lives donde compartimos conversaciones y diseños de código abierto. Comenzamos con embolsados, una metodología de transformación de una polera en un bolso, ocupando una prenda de manera origami, sin cortes, zero waste. Luego hicimos un workshop de mentorías para suprarrecicladores, estudiantes, o microproductores que busquen profundizar en su proyecto mediante compartir con Docena en cuatro sesiones online, a través de Zoom.
Sentimos que este es un oficio espectacular, una herramienta creativa y económica, y una inspiración para todes, y hay que compartirla lo mejor que podamos. Y, bueno, los pasos que damos son de acuerdo a lo que vamos vibrando y las posibilidades y oportunidades que vamos recibiendo y entendiendo.
Foto de portada: Maria Daverede
Fotos interiores: Cortesía de 12na