Alimentar a la población mundial, que crece exponencialmente, no es una tarea fácil. Es comprensible que queramos comer bien y es justo que todos tengamos acceso a hacerlo. Pero el consumo actual global de comida (y de todo, en realidad) está llevando al límite, desde ya, lo que el planeta puede sostener.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (mejor conocida como FAO) anunció hace tiempo que, para el 2050, el consumo global de comida crecerá en un 70%, principalmente a causa de que la población urbana en el mundo aumentará en unos 2.5 mil millones de personas dentro de ese periodo. ¿Qué haremos entonces, si los recursos del planeta son limitados? Ante el cambio climático, hay mucha presión puesta sobre la manera en que administraremos lo que tenemos y nos va quedando. ¿De dónde provendrá la comida del futuro?
Frente a esta problemática, varias empresas de tecnología en alimentos están implementando nuevas formas de conseguir ingredientes. Entre ellas está Arborea, una start-up del Reino Unido que recientemente se alió con la universidad Imperial College London para cubrir uno de sus campus en Londres con sus paneles hechos de hojas biosolares, una tecnología que desarrollaron para cultivar algas. La propuesta de este nuevo sistema de cultivo es facilitar el crecimiento de plantas microscópicas para producir ingredientes alimenticios y, al mismo tiempo, generar oxígeno y reducir el dióxido de carbono del ambiente.
¿Cómo funciona? El sistema es similar a los paneles solares que conocemos, pero en lugar de generar energía se usan para cultivar algas. Estas algas, por una parte, se utilizan para hacer comida –ya que son altas en proteínas, antioxidantes, vitaminas, minerales y otros nutrientes– y, a su vez, el proceso toma el dióxido de carbono del aire y genera oxígeno. Nada mal, considerando que las emisiones de gases de efecto invernadero son una de las principales causas del calentamiento global y que un 90% de la población mundial actualmente respira aire contaminado. Dicho en simple, esta tecnología genera un subproducto comestible y nutritivo, y al mismo tiempo hace fotosíntesis al igual que los árboles, solo que unas 100 veces más rápido.
Lo primero es posible porque las células de las algas están llenas de miles de moléculas nutritivas que no han sido procesadas por otros organismos, por lo que mantienen su cualidad digerible. Esto conlleva a que los componentes de las algas puedan sustituir los aditivos alimentarios sintéticos que se ocupan actualmente, por ejemplo. Es decir, su cultivo mediante este sistema podría derivar en un colorante natural para postres, por un lado, el cual además concentraría los antioxidantes que se encuentran en una fruta, como la manzana; y en el camino, purifica el aire en ambientes urbanos.
Arborea considera haber “inventado la forma más sustentable de producir ingredientes alimenticios saludables”, con los que se podría crear un sistema de alimentación saludable. Su plataforma de ingeniería tecnológica y bioquímica, la hoja biosolar (biosolar leaf, en inglés) podría revolucionar el crecimiento de las células, permitiendo la producción de estos microorganismos a cualquier escala. Esta fuente alimenticia podría “acelerar un cambio mundial en la producción sustentable de alimentos”, han dicho. Entre los ingredientes que generan con esta tecnología están: antioxidantes, aislados de proteínas, suplementos y alternativas vegetales a la carne.
Las algas son microorganismos con un potencial enorme para generar un impacto medioambiental positivo. La seguridad alimenticia y la contaminación del aire son dos grandes temas que se volverían progresivamente más importantes para los consumidores, y esta innovación lidia con ambos. A la larga, si se proyecta el potencial de este sistema, según Arborea, se podrían generar productos hiperlocales, vegetales (veganos, en rigor), libres de transgénicos y hormonas, con un proceso de producción que requiere cero pesticidas. En cuanto a la ocupación de espacios para el cultivo, estas hojas biosolares generan la mayor cosecha de cualquier proteína vegetal por área (comparadas con la avena, el arroz y la soya). Y como no requiere tierra, puede producir alimentos donde sea: en tierras áridas, rooftops e incluso en el desierto. El mecanismo utiliza, según reporta, hasta mil veces menos agua que las plantas de tierra.
Las innovaciones como esta suelen basarse en tecnologías anteriores, como las paredes verdes, los paneles solares en techos o las algas como superalimentos. Y eso refuerza el argumento de que la innovación, en estos tiempos, es indispensable.
Ahora bien, uno de los retos de este tipo de tecnologías es, usualmente, la escalabilidad. Es decir, cómo hacer que se usen en todo el mundo. Y para eso, el proyecto piloto de instalarlo en el Imperial College London –donde Julian Melchiorri, fundador de Arborea, hizo un máster en ingeniería en diseño de innovación– es un gran primer paso.
Para leer más sobre Arborea, les dejamos estos links: Fast Company, Algae World, The Times. Imagen vía Imperial College London.