Hay decisiones que te cambian la vida, esas que calan tan profundo que hacen que nuestras rutinas y hábitos den un giro de 180 grados. Algo así fue lo que vivió Camila Silva, quien decidió darle una oportunidad a algo que parecía imposible: reducir al mínimo su generación de residuos. Así nace No me da lo mismo, proyecto que empezó con la intención de documentar un proceso personal, pero que en el camino la ha convertido en una vocera del movimiento basura cero en Chile.
Con Camila nos conocimos hace dos años, cuando No me da lo mismo ya se empezaba a posicionar como una de las cuentas de Instagram a seguir si querías saber más sobre el movimiento zero waste, cómo vivirlo dentro de nuestra realidad local y cómo repensar lo que hasta ese entonces llamábamos basura. Pero es la honestidad y la pasión de cada uno de sus posts lo que, tanto a mí como a sus más de 17 mil seguidores, más llama la atención, y de muy buena manera. Y es que en la era de los influencers, qué bien se siente una dosis de realidad, indignación con propósito y opciones de cambio, ¿no?
¿Cómo fue el proceso de crear No me da lo mismo? ¿De dónde nace la idea?
El proyecto partió más que nada para presionarme a mí misma a hacer un cambio. Dije, “si voy documentando mi proceso va a haber una autopresión de no perder el hilo” y, bueno, como yo no sé nada, quizás hay mucha gente que no sabe nada y tiene ganas y puede ir aprendiendo de a poquitito conmigo, pero jamás me imaginé que el proyecto se iba a transformar en lo que es hoy.
Siento que ha crecido heavy y en un momento me di cuenta que me había convertido en una persona que estaba siendo una influencia para el resto.
En el fondo, no partió basado en una planificación o una estrategia previa.
Cuando partí este proyecto fue de manera bien improvisada y en realidad nunca esperé nada, todo se ha dado de manera bastante orgánica. Como te decía, partí con la finalidad de ir mostrando un proceso que yo estaba viviendo y facilitándoles ese proceso a personas en el mismo camino que yo, o sea, que no sabíamos mucho al respecto. Pero siempre mi foco fue para un núcleo más íntimo, mis amigos principalmente. Yo sabía que me podía seguir gente de afuera, pero nunca imaginé que iba a tener este impacto.
Cuando llegué a los mil seguidores dije “ok, aquí hay una responsabilidad de por medio y las cosas tienen que empezar a hacerse de manera más profesional”. En el fondo, aquí hay gente que me está tomando como un referente y, por lo tanto, yo tengo que ser capaz de entregar información fidedigna, útil y que no vaya a causar un perjuicio. A estas alturas, con 17 mil seguidores, aunque me lean una vez a las quinientas, sí siento una responsabilidad bien importante respecto a la influencia que puedo ejercer sobre el movimiento en el país, o incluso afuera, porque también me siguen personas de otros países de Latinoamérica.
Esto ha significado que he empezado a ver este proyecto como un trabajo. Quizás es un trabajo no remunerado, porque No me da lo mismo no me da para vivir aún, y no sé si lo va a hacer en algún momento. Pero sí le dedico mucho tiempo. Cada vez que voy a hacer un post me dedico a buscar la información más concreta, de estar actualizada con temas importantes y de contingencia en torno al tema, de estar constantemente leyendo y educándome, dado que tomé este rol como comunicadora.
¿Esperabas que hubiese tanto interés en el tema?
No sé si esperaba que hubiese tanto interés, aunque siempre quise que lo hubiera. Pero no deja de sorprenderme lo que aún se genera. Siento que más allá del mero interés, en estos últimos tres años este se ha traducido en materias concretas de cambio y eso lo encuentro súper potente. Algo de lo que empezamos a hablar unos pocos, haciendo la bajada de lo que veíamos en cuentas extranjeras a lo que podíamos hacer acá, empezó a hacer ruido. Eso, sumado a empresas, instituciones y organizaciones que empezaron a hablar de este tema de manera más académica y profesional, creo que entre todos hemos hecho mucho ruido y hoy se están tomando decisiones bien concretas basadas en eso.
Este proyecto nace para documentar tu proceso, pero, ¿qué te llevó a tomar esa decisión anterior? ¿Cómo caíste en cuenta de este cambio de estilo de vida que querías hacer?
Hace mucho tiempo que reciclaba, me preocupaba por la naturaleza y no me gustaba la medicina tradicional, pero cuando tuve mi casa y empecé a tomar yo las decisiones, las cosas cambiaron. Tenía un espacio para reciclar y empecé a agarrar cada vez más el hábito de que las cosas no se botaban a la basura sino que iban al lavaplatos, se lavaban, se secaban y se redireccionaban. Pero un día, por alguna razón, estaba ordenando y seleccionando todo para llevarlo a Punto Limpio y me di cuenta que tenía una gran cantidad de basura, que mi vida era literalmente un vertedero. Y dije “esto no puede ser”. Era consciente, trataba de reciclar todo, pero claramente ese no era el camino. Entonces me propuse hacer algo más transgresor y dejar de generar residuos. En ese momento no conocía el movimiento zero waste, nunca había escuchado sobre él en mi vida, así que me sentía súper pionera. Y así nació la idea de No me da lo mismo, pensé: “capaz nadie sepa de esto, lo voy a contar y voy a causar una revolución en el mundo”.
Cuando me metí en el tema, me di cuenta de que en el mundo había mucho contenido, que no estaba loca ni sola en esto y empecé a sacar un montón de ideas de personas que ya habían hecho la prueba y error.
¿Cómo reaccionó tu familia al principio?
Al principio, con molestia. Bueno, partió la molestia cuando empecé a ser vegetariana. La gente se molesta cuando les presentas algo que no es lo habitual. Mi mamá me decía “¿Y a ti quién te crió? ¿Cómo tan diferente, si te criaste con tu hermana, por qué?” (risas).
Creo que ese es el principal desafío, integrarse en la sociedad con este estilo de vida. Que la sociedad lo entienda.
Me imagino que debe ser un gran desafío…
Sin duda. Hay un tema que abordo en las charlas que doy y es que, al final, la última decisión siempre es nuestra: de lo que vas a consumir, de cómo lo quieres consumir, de cuándo lo quieres consumir. Al final, la decisión siempre es del consumidor, nadie te la puede imponer. Y si estás dejando que te lo impongan, eso también es una decisión tuya. Entonces cuando te enfrentas a la sociedad buscas formas, por ejemplo, si estás en la calle y tienes hambre, puedes decidir bancártela hasta encontrar una manzana.
Volviendo al desarrollo de No me da lo mismo, ¿cuáles han sido los principales hitos o aprendizajes que te ha dejado este camino?
No sé si soy capaz de identificarlos en realidad, pero he tenido la posibilidad de interactuar con agentes de diferentes temáticas en cuanto al macrotema que es la sustentabilidad, y eso para mí ha sido súper importante. He tenido un crecimiento personal y profesional en relación a toda esta información que he ido absorbiendo en el tiempo.
Quizás uno de los hitos importantes es haberme transformado en un referente. No sé si es la palabra realmente, pero a raíz de algunas reflexiones y denuncias me fui dando cuenta de que era una persona escuchada y que había mucho interés de parte de las empresas involucradas en lo que yo opinaba, porque se asumía que quienes me escuchaban o leían iban a tomar eso como referencia. Fue un hito profesional también, porque me di cuenta de que tenía una opinión relevante; porque yo también tomé la responsabilidad de lo que estaba ocurriendo y de entender que cada vez que hiciera algo iban a haber repercusiones buenas y malas.
En este punto, No me da lo mismo tiene casi vida propia. ¿Tienes algunos planes en mente para este año? ¿Cómo te gustaría seguir trabajando o qué temas están rondando en tu cabeza últimamente?
Sí, es muy real que tiene vida propia, no deja de sorprenderme. Por temas personales, llevo un período de seis meses con el proyecto bien dormido, donde he publicado menos posts, donde quizás no me he metido en temas tan relevantes, pero aún así tengo un constante movimiento en la cuenta. Siempre hay gente comentando, preguntándome cosas, mandándome mensajes, etiquetándome en sus publicaciones. En el fondo, a pesar de que no he estado tan activa, sigue estando en la retina, y eso lo encuentro bacán porque quiere decir que el proyecto alcanzó a tener un carácter propio que me ha permitido estar estos 6 meses más pausada.
Este año quiero retomar el proyecto para que vuelva a tener la fuerza que tenía al comienzo. Tengo un par de colaboraciones en pausa que quiero retomar en marzo, y hay otros proyectos que también quedaron pausados por estos últimos 6 meses, que voy a retomar sí o sí este año. No puedo contar mucho, pero hay uno muy interesante que espero que vea la luz pronto.
Y continuar con las charlas, poder llevar el mensaje. Me gustaría mucho hacerlas en regiones porque el tema está muy centralizado aún y me parece interesante descentralizarlo un poco más, así como ir viendo las realidades que hay fuera de Santiago para poder trabajar este tema. Yo sé que es muy distinto hablar de sustentabilidad en Santiago versus en Punta Arenas, por ejemplo. Me encantaría poder llevar el tema a distintos lugares, pero con el conocimiento de cómo poder abordarlo ahí y quizás trabajar de la mano de quienes están involucrados en esos sectores, para mejorar las prácticas cotidianas que lleven a las personas a tener estilos de vidas posiblemente más sustentables en todo Chile.
En términos generales ¿cómo ves que se está abordando el tema en Chile?
Ha sido súper exponencial, creo que se está hablando mucho de este tema.
Entidades gubernamentales y de medioambiente están poniendo más ojo con sus campañas como #chaobombillas o la prohibición de las bolsas plásticas, que fue muy rápida. También hay marcas que están tomando responsabilidad y muchas más alternativas de consumo, como las tiendas a granel. Por parte de las personas, cada día están más interesadas y entendiendo más sobre el tema, siendo parte del rubro y cambiando sus hábitos por el entendimiento, no solo por imposición. Parecieran estar más interesados en saber por qué se están generando y deben hacerse estos cambios.
Pero creo que hay que verlo un poco más allá de las cuentas que nosotros manejamos, porque quizás nuestras audiencias son personas que están sensibilizadas y que en el fondo no solo reclaman, sino que actúan. Pero pensar en cómo el resto de las personas, por ejemplo, se han visto o se sienten “perjudicadas” por la prohibición de las bolsas plásticas. Muchas de ellas aún no entienden para dónde va la micro, pero muchas otras han tomado esto como un llamado de atención para cuestionarse un poco más del tema. Y eso lo encuentro bacán.
De todos modos, aún hay mucho desconocimiento y mucho desentendimiento. Todavía existe mucho el estigma de “con el reciclaje basta”. Muchas veces, a través de redes sociales o en charlas, me llegan comentarios diciendo “ya, pero filo, eso se recicla” y yo pienso “bueno, pero ese residuo era súper evitable”. En realidad, primero hay que pensar cómo podemos evitar un producto, cómo lo puedes rechazar o de reutilizar, qué opciones hay antes de aceptarlo. En el fondo, lo desechable es el problema, la lógica de tomar y botar algo porque luego lo reciclo. Reciclar implica un montón de factores que contaminan, como el traslado, el almacenaje y una posterior industrialización que también contamina. Ese es para mí el mayor error, no sé si es a nivel país o global.
¿Cuáles serían tus consejos para una persona que le interesa iniciar o conocer más sobre un estilo de vida basura cero?
Creo que lo primero es asumir la responsabilidad de que uno va a generar un cambio, decir “yo quiero hacerlo”. Así es mucho más sencillo encontrar alternativas.
Después, hay que cuestionarse todo (risas). Al principio hice una lista y fue fácil darme cuenta de las cosas que consumía innecesariamente en la casa. Partí con la lista del supermercado, luego con la forma en que le mandaba la colación a mi hija y así distintas cosas. Claro que no todo en un día, hay que tomarse el tiempo. Creo que es importante ir haciendo las cosas cada uno a su propio ritmo y acorde a sus propias posibilidades económicas, sociales, geográficas. No es cosa de llegar de un día para otro a cambiar todo o a botar lo que ya tenemos.
Lo fundamental es cuestionarse los hábitos, desde los más básicos, e ir buscando alternativas de acuerdo a nuestras posibilidades. Es un proceso largo, a pesar de que vivo muy diferente a otras personas y que ya asumí esto como un estilo de vida, yo llevo alrededor de tres años en esto y creo que aún me queda mucho por aprender.
Créditos imagen destacada: Andrés Figueroa
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