Todos se sorprenden mucho cuando digo que vivimos en China. Suena inverosímil, pero es real, de hecho, mi hija nació allá el 2017 y no, no tiene la nacionalidad porque en China se obtiene solo por derecho de sangre (ius sanguinis) y no de tierra (ius soli) como en Chile. Tanto mi marido como yo trabajamos allá, y por accidente quedamos “atrapados” en Chile durante el 2020, ya que teníamos programado regresar en mayo y, a causa de la pandemia y sus restricciones sanitarias, no pudimos hacerlo, pero seguimos trabajando a distancia.
Como comencé con esta columna hace un tiempo, y en general tiendo a fijarme mucho en los materiales, casi desde que llegamos tengo la idea de escribir sobre la seda, y tal vez como lo he pospuesto tanto es que este texto ha ido mutando.
La seda es un material fascinante. Originaria de China, la leyenda cuenta que cerca del año 3.000 a.C., Leizu, la mujer del llamado Emperador Amarillo, fue quien descubrió este delicado material cuando un capullo cayó de un árbol de morera a su taza de té, y ella observó que, al contacto con el té, el capullo se deshacía y estaba hecho de un largo filamento suave y muy resistente. Según esta leyenda, fue Leizu quien también descubrió que uniendo varios de esos filamentos se podía hacer la seda, e inventó el telar para tejerla. Luego de un tiempo Leizu tuvo un pequeño bosque de moreras para cultivarla y enseñó a toda China a tejerla. Al comienzo la seda estaba reservada para uso exclusivo de la realeza, luego se permitió el uso para la nobleza, pero no fue sino hasta durante la dinastía Qing, entre los años 1644 y 1911, que se permitió su uso para los campesinos.
La seda era tan valiosa que fue usada como moneda y el proceso para fabricar la tela se mantuvo en secreto; a quien se sorprendiera intentando contar este secreto o sacando un gusano fuera del imperio era castigado con la muerte. Recién en el año 550 d.C. un par de monjes del imperio Bizantino lograron sacar los esquivos gusanos de China, escondidos en sus bastones de bambú.
¿Qué hace a la seda tan especial? La fibra obtenida de la especie Bombyx Mori vista en el microscopio tiene la forma de un prisma, por esto tiene la facultad de transmitir la luz de una manera muy particular. Si lo pensamos, en un tejido de seda tendremos muchos miles de micropuntos de luz que además irán cambiando según la dirección de la luz y cómo se mueva la tela. La seda es una proteína animal, que en su forma más tradicional se obtiene cultivando capullos de ciertas especies de polilla que secretan la proteína en su estado de gusano en forma de filamento continuo y van enrollándolo para formar un capullo, el que naturalmente abandonarían una vez lleguen al estado adulto. En la sericultura tradicional, estos capullos son recolectados y luego hervidos tal como en la historia de Leizu y el té, por lo tanto, se mata al gusano que está creciendo en su interior. Debido a este cruel proceso es que la seda ha ganado una mala reputación. La diseñadora británica Stella McCartney, por ejemplo, una conocida activista por los derechos animales, canceló hace años su uso y para sus creaciones usa alternativas con base de poliéster o celulosas vegetales procesadas, como el lyocell.
Hay otras versiones menos conocidas de la seda, como la seda cruda o Ahimsa, para la cual se recogen los capullos que abandonan los gusanos en forma natural como parte de su ciclo, por lo tanto, no se mata al insecto. Esta seda es también llamada seda no violenta, ya que además de respetar el ciclo natural de crecimiento del insecto, se elabora con una especie de gusano salvaje, reduciendo la intervención humana en el proceso natural, y remitiéndose así al mero rol de recolectores del material.
La gran diferencia entre los tipos de seda es cuán fino es el filamento base. En el caso de la seda de morera (mulberry), se obtiene la materia prima en su estado óptimo según los estándares tradicionales; en este caso, para obtener una fibra más fina y, por lo tanto, de más alto grado, se produce mayor desperdicio. Esto, sumado a la necesidad de mano de obra humana altamente especializada, hace que el valor final sea más alto. La seda cruda en tanto, tiene un aspecto similar a lo que comúnmente vemos en el lino, con una fibra más irregular y un hilado con “defectos” o nudos.
Podría extenderme sobre la historia de la seda pero mi interés en esta columna es invitarles a abrirse a este material desde otro punto de vista, principalmente porque creo que muchas veces nos quedamos con lo que se nos dice de un material de manera más ortodoxa o tradicional. Por ejemplo, cuento sobre los grados de la seda porque me parece que el aspecto más áspero de las sedas más naturales o menos intervenidas es poco conocido y muy interesante. Por la naturaleza de la fibra y su forma de prisma es que los tejidos de este material son superficies con una capacidad única de retransmitir la luz, y se diferencian notoriamente de otras fibras como, por ejemplo, la lana, el algodón o el lino. Pero ¿toda la seda es brillante o vaporosa?
En China se prefieren las telas de acabados satinados y con más peso. En la India, en cambio, país donde la llegada de la seda sucedió un poco después de China, existe una gran variedad de telas de seda que difieren mucho de la idea que tenemos de los paños brillantes o más satinados. Existen poleras de seda tejidas como jersey de punto, y su aspecto es prácticamente indistinguible de las poleras de lino. Gracias a la capacidad reguladora de temperatura y la casi nula acumulación de gérmenes es que esta fibra hace una excelente primera capa, por lo que se utiliza en ropa interior y primeras capas hipoalergénicas, para quienes desarrollan algún tipo de reacción a la lanolina, por ejemplo.
Los paracaídas fueron de seda hasta que, luego de la Primera Guerra Mundial y con uno de los intereses de dejar de depender de la producción japonesa, se desarrolló el nylon. Tanto el nylon como el rayón fueron creados para sustituirla y masificar el acceso a este preciado aspecto satinado de la fibra de lujo. Las primeras medias de nylon, por ejemplo, se vendieron en el año 1939 en Wilmington, Delaware, pero antes de eso el material de estas prendas era seda. Menciono los paracaídas y las medias para enfatizar su versatilidad, pero también lo resistente que es: un solo filamento de seda puede ir desde los 300 a los 900 metros de largo, habiéndose encontrado algunos de hasta 1.600 metros. A pesar de perder resistencia al estar mojada, se han encontrado prendas de seda en naufragios que resistieron el paso del tiempo y las condiciones desfavorables mucho mejor que otros materiales que les hacían compañía, como el algodón. La masificación de los reemplazos artificiales como el nylon hizo que se masificara también esta idea de la seda como una tela satinada, suave y algo brillante. No por nada en Chile, hasta el día de hoy, a muchas telas sintéticas se les llama comúnmente sedas, sin tener porcentaje alguno de esta fibra en ellas.
Depende del tipo de gusano también qué tipo de seda se obtiene, ya que distintas especies producen un filamento con una sección distinta. Así como la Bombyx Mori secreta el filamento triangular, la especie con la que se fabrica la seda Tussah (Antheraea paphia) secreta un filamento de sección ovalada. Todo esto cambia el aspecto de la superficie tejida y por supuesto, la mano de las telas, pero en general en cuanto a propiedades térmicas y antibacterianas hablamos de las mismas características para todas las sedas.
La producción de seda tiene un conocimiento tradicional muy rico asociado, y está fuertemente ligado a las culturas donde se ha originado.
En China e India, los más grandes productores mundiales de seda, hay pueblos y ciudades enteras dedicadas a la producción y comercio de esta fibra, y por lo mismo hay teñidos y acabados que son propios de cada ciudad o región. Antes de demonizar una fibra por completo, es bueno revisar estos elementos socioeconómicos y entender que parte del material que resulta es también la cultura de la cual este proviene, y de lo importante que resulta el oficio y la industria textil para las comunidades que los producen. En este respecto, Relaseda es un proyecto de cooperación internacional entre Italia, el mayor productor de seda durante la Edad Media, y Latinoamérica. Esta iniciativa tiene por objetivo establecer una red latinoamericana de sericultura y los países involucrados son Argentina, Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, Guatemala, Perú y Venezuela. Con este proyecto se persigue una producción sustentable de seda latinoamericana, que fomente la inclusión de personas con discapacidad intelectual y marginalidad social, convirtiendo a la producción de seda en un activador de las industrias locales y un generador de conocimiento técnico de alto nivel. Relaseda busca, además, producir seda en su versión más limpia y poco intervenida.
Actualmente el productor más grande de seda en Latinoamérica es Brasil, pero en general esta fibra no es masiva o de fácil acceso en esta parte del mundo, en parte por el considerable elemento de crueldad animal, pero también por los mitos en torno a su cuidado. Existe la idea de que la seda no se puede lavar, y en parte es así, porque en efecto la fibra se debilita al mojarla, pero también, y dependiendo el tipo de seda, hay algunas telas que sí es posible lavarlas en una lavadora corriente, teniendo la precaución de usar detergentes suaves o para seda (más emolientes) y usando siempre agua fría. La tela se encogerá, pero también adquiere otro aspecto que es muy interesante y que puede siempre trabajarse con vapor y plancha suave al secarse la prenda (o la tela, si es antes de confeccionar la prenda).
La seda es una fibra delicada pero no imposible de cuidar, y como es tan resistente, es también lindo imaginar que esas prendas de seda que tenemos hoy, con los cuidados adecuados, serán heredadas por lo menos a una generación más.
Podemos entonces, si tenemos en la mira un clóset más sustentable desde el punto de vista de la duración de las prendas, considerar una prenda de seda para nuestra colección. Estoy segura de que, tal como sucede hoy con mis pañuelos, cada vez que los miramos, podemos recordar el momento en que los compramos (en mi caso en un mercado de China), las veces que nos han acompañado, y contemplar con asombro, cómo graciosa y estoicamente resisten el paso del tiempo junto a nosotros.
Imagen destacada: Raw Mango