Después de compartir una que otra taza de café, visiones del mundo y proyectos a futuro, supe que si había una mente que me daba curiosidad por conocer, esa era la de Coca Ruiz.
Su amor por el diseño es desbordante, así como con todo lo que tenga relación con la estética y las artes, la simplicidad y la ética de los procesos. Hija de un padre poeta y madre filósofa, parte de su infancia la vivió en París, ciudad que marcó no solo sus primeros años, sino su visión del mundo: “La simpleza de ser o estar la descubrí probablemente ahí”, diría en una entrevista al medio VisteLaCalle.
Diseñadora de profesión, Coca vivió en primera persona cómo en el Chile de hace solo algunos años la moda era vista como una disciplina poco seria, una visión que desafiaría para demostrar que el diseño de moda es una disciplina profunda y de gran impacto. Con estudios de posgrado en Parsons School of Design de Nueva York, Coca se ha especializado en diseño de moda y sostenibilidad, y hoy se desempeña como consultora experta en sostenibilidad y docente de la Universidad del Desarrollo, además de impartir clases en la Universidad Diego Portales. Además, se ha desempeñado como directora de arte y consultora para diversas marcas nacionales e internacionales.
Hoy nos sumergimos en la mente estética y de elegante simpleza de Coca Ruiz.
Siempre me acuerdo del día en que volví a Chile después de una infancia en otra parte del mundo.
Una idea que me ronda últimamente es dejar el piso donde vivimos para ir a vivir a la playa con mis niños, lo que más valoro de Chile es su naturaleza.
Me gusta la gente que se apasiona por algo, lo investiga y lo enseña.
Lo que más me hace sentir en casa es mi cuaderno de apuntes, tiene que ser el mismo siempre, muy simple con tapas negras y hojas blancas.
Me enorgullece decir que he podido amar.
El mejor consejo que me han dado ha sido keep it simple.
Lo que más me gusta de mi día a día es levantarme antes que mis hijos, hacer yoga, preparar té.
Podría ver mil veces la película Desayuno en Tiffany’s.
Un objeto que me trae buenos recuerdos es un libro de mi abuela que tengo sobre la mesita de la entrada, es una encuadernación antigua, en la tapa de lino solo aparece escrito el nombre del libro Les Fauves en letras color verde.
Mi último encuentro con el arte fue una pasantía sobre arte y moda que hice en MoMA el 2018.
De repente me da nostalgia por días completos en la playa, que se me vaya secando el traje de baño con el sol.
El libro que más me ha marcado es el ensayo “Adiós a todo aquello” de Joan Didion, lo leo cada vez que necesito partir algo nuevo.
Una canción que me ronda en la cabeza últimamente es Because The Night de Patty Smith.
Un proyecto que me tiene entusiasmada es un pequeño proyecto de joyería ética, he ayudado a crear muchos desde hace varios años y creo que ya es momento de hacer el propio.
Si pudiera conocer a cualquier persona del mundo escogería a Didion, los que me conocen saben que he llegado a la puerta de su piso en Nueva York y nunca me he atrevido a tocar.
Cuando necesito una pausa escribo un diario.
Si pudiera decirle algo a mi yo de 15 años le diría: todas crecemos.
En mi velador siempre hay agua.
Lo primero que hago en la mañana es tomar agua.
Un momento que definió mi carrera fue vivir en Nueva York.
Un olor que me trae recuerdos es ninguno, el olfato es el sentido que tengo menos desarrollado.
La mejor comida de mi infancia era un jugo de ciruela que hacía mi abuela, con el ciruelo de su jardín.
Para mí el diseño es mi cotidianidad.
Mi paleta de colores favorita es rosa, camel y verde esmeralda, los busco en mi clóset, en el arte y en la calle.
Si pudiera nacer en una época de la humanidad escogería la bohemia art deco de 1930, solo para usar esos vestidos tipo slip larguísimos de seda sin espalda.