Quizás te ha pasado: en algún momento, la cantidad de ropa que consumías se fue haciendo cada vez más y más pequeña. Quizás viste algo en las noticias o en un documental que te hizo pensar en los efectos de lo que consumes, lo que causa en la vida de otras personas y el planeta. Da lo mismo qué pasó exactamente, lo que importa es que quieres empezar a consumir de una forma un poco más consciente.
Para mí, no fue de un día para otro y he pasado por varias etapas, unas más estrictas que otras. No puedo jactarme de ser una persona 100% sustentable en mis decisiones de consumo (aún caigo de vez en cuando en comprar fast fashion), pero sí he ido puliendo mis costumbres y cambiando hábitos que antes daba por sentado, lo que me ha hecho estar mucho más contenta con mis elecciones. Uso cada día cosas que realmente me gustan, cuido más mi ropa y hago que esta dure más. Amo la moda, pero un día me di cuenta de que tener un clóset Carrie Bradshaw-Christina Aguilera-Imelda Marcos no va conmigo por miles de razones ideológicas, prácticas y económicas. Y tratar de llenar un clóset con ropa de náilon de cinco lucas (que a nadie se le ve bien, a no ser que tengas 16 años) no es una movida muy inteligente.
Querer cambiar es el primer paso. Si bien no hay un camino igual para todo el mundo, hay algunos tips que a mí me han servido mucho. Lo mejor es que no hay errores ni plazos, es un camino absolutamente personal y se va construyendo de a poco hasta que los antiguos hábitos parecen una locura.
Hacer el insight: ‘¿Por qué quiero cambiar?’. Es difícil no sonar a ratos como un pastor fanático cuando uno habla de estos temas, pero lo primero que recomiendo hacer, para iniciarse, es la introspección. ¿Quiero hacer algo por el planeta y las generaciones futuras? ¿Quiero darle un ejemplo a mis hijos? ¿Quiero cambiar lo que compro porque odio mi ropa y quiero tener un clóset de mayor calidad? ¿Ya no tengo espacio? Quizás hay algo de luz en todas estas preguntas, e identificarlas ayuda a armar un plan de acción.
Informarse. Siempre, siempre, la información es poder. Si queremos saber si la marca que tantas veces consumimos usa talleres clandestinos, o si las prendas que compraremos nos durarán más de una temporada, podemos aprender mucho buscando información online. Hay una enorme cantidad de sitios dedicados al tema, abordando desde qué marcas usan fibras naturales, hasta cómo generar un clóset cápsula con menos elementos o cómo cuidar las prendas que ya tenemos, etc.
Examinar con ojo crítico tu clóset y tu espacio. Hacer un orden profundo del clóset es todo un viaje, pero como introducción recomiendo leer La magia del orden de Marie Kondo. Este bestseller es una excelente forma de empezar a cambiar nuestra relación con los objetos: mantener solo las prendas que usamos, nos sirven y nos generan satisfacción; no contentarnos con algo solo ‘porque estaba en oferta’. Con este sistema, la relación con nuestros objetos cambia. Lo mismo pasa con los espacios: llenar de ropa un clóset de una sola puerta puede ser desalentador, y nos lleva a usar solo las mismas prendas que están al alcance de nuestra vista.
Comprar solo prendas que ames al 100%. Teniendo claro con qué prendas contamos, qué cosas podemos seguir usando hasta la eternidad, y qué necesitamos realmente, podemos tomar decisiones conscientes dentro de cualquier presupuesto. Solo comprar prendas que amemos nos incentiva a usarlas más seguido y de distintas maneras.
Elegir prendas de mejor calidad que aporten a tu clóset. Esto no implica necesariamente comprar ropa más cara, ya que podemos fijarnos en las telas y priorizar las construcciones de estas. Para esto, es útil abrirnos a comprar ropa usada. Si bien es cierto que mucha ropa antigua no pasa la prueba de la contemporaneidad, muchos básicos sí lo hacen.
Privilegiar marcas que cumplan con los requerimientos éticos que a nosotras mismas nos parezcan imprescindibles. Puede ser un asunto ecológico, social, de género, sin crueldad animal, etc. La idea es validar, con nuestra compra, lo que queremos que se siga produciendo.
Racionalizar las opciones. Por ejemplo, si tienes un matrimonio y necesitas un par de sandalias altas que solo vas a usar una vez, quizás piensas ‘paso rápido al mall y me compro unas por 10 lucas’. Todo bien, todas lo hemos hecho. Pero pensemos, ¿cuántas amigas podrían haberte prestado esos zapatos? En mi larga vida, he conocido muchas mujeres y el 90% de ellas calzan 37 o 38. O sea, es imposible que no conozcas a alguien que pueda ahorrarte esa ida al mall. Mejor usar esas 10 lucas en invitar a la amiga que calza lo mismo que tú a comer, tomar o hacer algo. Prestarse ropa es una institución femenina, no dejemos que decaiga.
No te desanimes. Si caemos en el flagelo del consumo fast fashion, no necesitamos caer también en un espiral de culpa postconsumo. Mantenerse animada es parte de avanzar.
¡La ropa es sólo el comienzo! Una vez que empezamos a ejercitar el consumo consciente, nos empieza a durar más el sueldo, empezamos por fin a tener un estilo y no un pegoteo de trends sobre nosotras, entre otros beneficios. Y llega un punto en que nos damos cuenta de que la ropa es solo el comienzo. Quizás no necesitamos tantos productos para ser felices. Incluso vemos que andar más liviano por la vida es un placer, y los pequeños cambios que generamos pueden hacer una diferencia desde lo cotidiano. Haber empezado con la ropa –con lo difícil que es y con lo bombardeadas que estamos–, nos hace capaces de cambiar tantas cosas más y nos da poder sobre nuestras propias vidas. Hagan la prueba. Satisfacción garantizada.