Botar las sobras de alimentos que quedaron en ollas o platos servidos u olvidados en el refrigerador, lamentablemente está normalizado en la sociedad. Con la pandemia se han evidenciado algunos cambios en los patrones de vida de todo el mundo, afectando las formas de trabajar, sociabilizar y comprar. A pesar de que el ritmo de vida pareciera haber tenido un breve descanso, la pandemia ha traído consigo otras acciones que afectan el flujo de los alimentos, las pérdidas y desperdicios de ellos.
¿Qué son las pérdidas y desperdicios de alimentos?
Si tomamos en cuenta que los alimentos son todos aquellos que fueron pensados para ser consumidos por el ser humano, las pérdidas de alimentos son aquellos alimentos frescos o procesados que no llegaron a ser comercializados debido a distintas circunstancias que afectaron su calidad; por ejemplo, malas prácticas de cosecha, almacenamiento inadecuado, higiene deficiente, falta de capacitaciones, eventos climáticos inusuales y esporádicos (sequías o granizadas), infestaciones por plagas o enfermedades, incluso estándares de calidad que no permiten que productos deformes o de menor tamaño lleguen al mercado.
El desperdicio de alimentos, por su parte, corresponde a aquellos que se perdieron en el transporte hacia los puntos de venta, en las bodegas de almacenamiento, las estanterías de comercialización, los restaurantes, así como también en nuestros propios hogares producto de distintas acciones como falta de refrigeración, envases deteriorados, errores en la interpretación de las fechas de caducidad, sobrecompras, preparaciones inadecuadas, entre otros.
¿Cuál es el impacto de las pérdidas y desperdicio de alimentos?
Si consideramos que los inicios de un alimento parten con la siembra y vamos avanzando por cada eslabón de la cadena hasta llegar a la etapa de consumo, podremos imaginarnos la cantidad de recursos requeridos para obtener cada alimento en nuestros platos: desde el agua y la energía, hasta la mano de obra invertida. Todos estos esfuerzos finalmente terminan en la basura, o en el mejor de los escenarios en tu compost, si el producto es desperdiciado. Imaginarlo es una cosa, pero dimensionarlo es otra.
La cantidad de agua requerida para producir todo el alimento que se pierde o desperdicia en todo el mundo en un año corresponde a 250 km3 de agua dulce, lo que equivale a 1,6 veces la capacidad del lago Llanquihue. Se utilizan alrededor de 1.400 millones de hectáreas, lo que equivale 7 veces la superficie de Chile. Y con ello se emite el 7% de las emisiones totales de los gases de efecto invernadero, es decir, si fuera un país, sería el tercer país con más emisiones de gases de efecto invernadero, precedido por EE.UU y China. ¡Impactante!
¿Cuál es la situación de la pérdida y desperdicio de alimentos en tiempos de pandemia?
Gobiernos de todo el mundo han reducido drásticamente los medios de transporte con el fin de disminuir los contagios. Esto ha implicado en una reducción en el número de trabajadores, lo ha que afectado directamente en las labores de cosecha, poscosecha y procesamiento de los alimentos, alterando la logística de las cadenas de suministro, dificultando los envíos de insumos y alimentos, perturbando la calidad, frescura e inocuidad de ellos, también afectando la asequibilidad y acceso a los mercados. Este acceso limitado a los mercados y a plantas de procesamiento ha provocado una sobreproducción de productos, que en épocas normales era considerada adecuada para la demanda de sus clientes. Por ejemplo, los principales consumidores de productos lácteos son las escuelas y cafeterías, hotelería y restaurantes, sin embargo, en tiempos de pandemia se han visto obligados a cerrar sus puertas, dejando a toda la cadena de suministros de la industria láctea con un excedente de producción que termina siendo vertido al drenaje en el peor de los casos.
Debido a la nueva realidad que nos aqueja, la incertidumbre y el miedo, al principio de la pandemia se desencadenó un fenómeno mundial llamado “compras de pánico” o acaparamiento, lo que se traduce en compras excesivas que probablemente no serán consumidas en el corto y mediano plazo. Este comportamiento conduce al desabastecimiento y a un incremento de los precios de ciertos productos básicos como harinas, huevos, legumbres, frutas y hortalizas. Otra consecuencia de estas compras de pánico fue que los mercados minoristas comenzaron a sobreabastecerse con los productos más demandados, arriesgándose a que cuando los patrones de compra volvieran a la normalidad existiera un excedente de productos perecibles.
La pandemia ha cambiado los patrones de compra de alimentos y ha afectado las preferencias de los consumidores por efectos del confinamiento, quienes han optado por comprar productos no perecibles altos en carbohidratos por sobre las frutas y verduras, provocando que los alimentos perecederos se desperdicien en los mercados.
Otros problemas que pueden repercutir en el desperdicio de alimentos son los cierres temporales de locales de comida, como restaurantes, que ha llevado a que muchos propietarios descarten los productos que caducarían prontamente. La interrupción de los programas de alimentación escolar también ha dificultado que los alimentos puedan llegar a los hogares de todos los escolares, desperdiciando raciones preparadas y dejando sin ayuda a millones de familias.
¿Qué podemos hacer para combatir la pérdida y desperdicio de alimentos?
Como consumidores conscientes de la pérdida y desperdicio de alimentos, podemos empezar a actuar para prevenir que en nuestros hogares se desperdicien los alimentos, y evitar ser parte de las compras de pánico. Algunas recomendaciones:
Planificar las compras con el fin de optimizar los alimentos que están disponibles en el hogar. Para ello, puedes:
1. Revisar los alimentos disponibles.
2. Planificar tu menú a partir de los productos disponibles en casa y aquellos por comprar. Prioriza el consumo de productos cuyas fechas de vencimiento estén más cerca.
3. Elaborar una lista de compras ordenada según tipo de conservación, partiendo de los productos no perecibles, seguido por los alimentos que se almacenan a temperatura ambiente, refrigerados y congelados.
4. Comprar en orden según la lista elaborada para evitar que los productos refrigerados y congelados se descongelen y pierdan sus propiedades.
Preferir alimentos de menor calibre o deformes. Estos alimentos mantienen las mismas propiedades nutricionales y su aspecto no afecta su sabor. Si empieza a existir un mercado para este tipo de productos, los estándares estéticos se podrían ablandar y evitar que se pierdan alimentos al principio de la cadena de los alimentos.
¡Sacarle mayor provecho a los alimentos! Culturalmente, existen alimentos que no aprovechamos al 100% simplemente por desconocimiento. Por ejemplo, de la acelga generalmente se utiliza la parte verde, siendo que la parte blanca tiene un gran aporte nutricional y se puede utilizar en distintos platos; dale una oportunidad y te sorprenderá.
¿Lumami? Si no lograste preparar las porciones adecuadas de alimento y te sobraron, aprovecha el alimento que sobró los lunes, el martes y el miércoles, y has un salpicón único conocido como “lumami”. Si no sabías qué cocinar, esta puede ser una excelente opción.
Tomar acción para prevenir y reducir la pérdida y desperdicio de alimentos es tarea de todos y todas. Y en tiempos de pandemia se vuelve más urgente que tanto el gobierno, empresas y ciudadanos y ciudadanas nos hagamos cargo y empecemos vivir con menos desperdicios e, idealmente, desperdicio cero.