Los últimos días nos han mostrado a todas luces que el sistema en el que vivimos debe cambiar, de manera honesta y urgente. Y aunque los cambios son profundos y estructurales, eso no significa que cada una de nosotras y nosotros, desde nuestras realidades y posibilidades, no pueda hacer algo al respecto a partir de ahora. Como consumidores tenemos la oportunidad de hacer un cambio real y concreto, de tomar las riendas de nuestra vida y de crear poco a poco un mundo más bueno, limpio y justo. ¿Cómo?
Prefiriendo, apoyando y difundiendo marcas y emprendimientos locales, que trabajan a baja escala y tienen prácticas de producción éticas. Sobre todo en momentos de crisis donde muchas pequeñas empresas han tenido que suspender sus operaciones o han sufrido perjuicios.
Al reusar, reparar, arrendar, intercambiar y prestar. Estas también son elecciones de consumo y un consumidor responsable no es aquél que solo compra.
Escogiendo calidad por sobre cantidad, valorando que detrás de la calidad hay personas, oficios y un saber.
Conociendo a nuestros vecinos, a los locales de nuestros barrios. La crisis nos ha demostrado el poder de la comunidad, de reunirnos con otros para conversar, entendiendo que como consumidores y ciudadanos somos parte de una cadena. ¡No perdamos la oportunidad de seguir haciéndolo!
Reconociendo que no necesitamos tanto. Vivir de manera más simple y presente puede sonar fácil, pero puede ser un gran desafío cuando constantemente nos enfrentamos a millones de estímulos y «grandes ofertas». Pero los últimos días nos han hecho ver que en realidad hay muchas cosas que simplemente no necesitamos.