El otro día, deambulando por el ciberespacio, me encontré con una publicación que hablaba de los partos “naturales”. Se acompañó la publicación con estas fotografías:
Yo me detuve por lo cruentos de los dibujos, ninguno me dio la paz que espero de la imagen de un nacimiento. Son todas imágenes de partos y todas imágenes donde las mujeres son “ayudadas” de distintas maneras para parir a sus hijxs. Imágenes que ilustran partos en distintas culturas, o cómo paren las mujeres de sus tribus.
Al contrario de lo que narraba el texto, poco de ahí me pareció natural. Si bien son imágenes de nacimientos en medios naturales, al aire libre, todos son partos intervenidos. De hecho, buscando su origen me encontré que estas ilustraciones buscan mostrar las costumbres para parir de distintas tribus o, dicho de otro modo, buscan mostrar las intervenciones acordadas culturalmente para sus nacimientos.
Y creo aquí hay gran malentendido sobre el cual es importante reflexionar. Un punto ciego y oscuro que hay que iluminar sobre cómo suceden los partos y qué es lo que las mujeres realmente necesitamos. Cuando nos referimos a un parto “natural”, a un parto fisiológico, es fundamental comprender que no sólo nos referimos a nacimientos libres de intervenciones médicas rutinarias. Cuando hablamos de partos fisiológicos, hablamos de partos libres de todas intervenciones, también culturales y familiares.
Un parto fisiológico es aquel que sucede gracias al coctel de hormonas que la misma mujer secreta. Nacimientos en los cuales el entorno responde sólo si la mujer lo requiere. En estos nacimientos no hay un guion correcto o un escenario imprescindible. En un parto fisiológico, lo único imprescindible es una mujer sana que se siente segura sin sentirse observada en un ambiente tibio. Todo el resto de acciones, creencias, costumbres, son intervenciones. Por muy “naturales” que sean, son acciones que intervienen este proceso natural e involuntario. Indicar las “mejores posiciones” para parir, aprender respiraciones, tomar ciertas hierbas también son acciones que intervienen si no son una respuesta a la necesidad de la mujer y su hijx.
Esto no significa que a veces no sea provechoso que las mujeres tomemos ciertas hierbas, o bien ocupemos algunos elementos de apoyo (fulares colgados, pelotas, arcos) a la hora de parir. Yo misma, en mis talleres de parto, hago algunas recomendaciones sobre cómo preparar el nido dónde nacerá el bebé. Esto se trata de cambiar el paradigma bajo el que comprendemos los nacimientos, es una invitación a mirar desde otro lugar. Porque si comprendemos y aceptamos que las mujeres podemos dar a luz a nuestros hijos de la forma más saludable posible; que en la mayoría de los casos el nacimiento es un proceso sano y no patológico, entonces será por añadidura la comprensión de que las mujeres no necesitamos ser “ayudadas” para parir, sino sólo protegidas. Y que, luego, si la mujer que está siendo protegida requiere de alguna atención médica, garantizar que estarán los medios para dárselos.
Es cierto que en ninguna de esas imágenes ilustran intervenciones médicas propiamente tales. No hay señales de goteo de oxitocina, tampoco del uso de epidural. Es cierto que en varias de ellas las mujeres están en posición vertical. No hay rastros de intervenciones médicas ahí. Pero tampoco son partos naturales.
Cada nacimiento, cada mujer, cada niñx que está por nacer exige de toda nuestra reverencia y atención. Sin guiones aprendidos, sin miedos heredados, sin medicinas de rutinas. Nunca nos olvidemos que, como la muerte, el nacimiento también es sagrado.
Ilustración por Stepha Lawson