Como diseñadora gráfica, trabajé diez años en una agencia de publicidad de Madrid, donde los plazos eran ajustados y los tiempos corrían mucho más rápido que yo. En medio de esta ajetreada vida, nacieron mis niños y sentí que tenía muy poco tiempo de sentarme a escucharme y escucharlos: ¿realmente vivía la vida que había deseado? La logística del día a día nos hacía calzar las actividades al minuto, llegando a final de mes con poco dinero y mucho cansancio a cuesta.
Con el nacimiento de mi segundo hijo, un pequeño Mowgli que no aceptaba sustitutos industriales de ninguna forma (cuna, cochecito, mamadera, chupete), me paré a pensar que quizás él no estaba equivocado, sino más bien mis expectativas no eran las adecuadas para su desarrollo. Así cayó en mis manos el primer libro de crianza, y poco a poco empecé a devorar libros sobre estos temas que me apasionaban: ya no solo crianza, sino psicología, lactancia, parto, posparto, educación. Hasta que formé mi propio grupo de crianza y me formé como asesora de lactancia.
Pero las vueltas de la vida me llevaron a Suiza, a vivir en una ciudad europea mucho más pequeña, con un idioma prácticamente imposible de aprender (al menos correctamente) y me quedé en casa para descubrir, de la mano de mis hijos, el modo de vida slow.
Pude terminar en Suiza la formación de lactancia y desde esta nueva mirada, conectar con lo que realmente me hacía feliz: el apoyo madre a madre. Así fue como me formé como doula, acompañando familias en sus nacimientos. Mi trabajo consiste ahora básicamente en cuidar. Este cuidar puede ser escucha, presencia silenciosa, ofrecer mano en un momento preciso; pero sobre todo esperar pacientemente, en casa hasta que me llamen, en el hospital mientras la mujer dilata, sin importar las horas ni los días.
He tenido la suerte de que en este camino que tanto me apasiona, las familias me han abiertos sus corazones, no solo en español, también en alemán y en francés, teniendo siempre trabajo en lo que más me gusta hacer.
Este camino, lejos de terminar, no ha hecho más que empezar. Hace dos años apareció en mi vida la salud mental perinatal, que me ha aportado una mirada muy valiosa hacia las madres y sus bebés, el hipnoparto, como una herramienta de acompañamiento, y la educación pre y posparto, en lo que me estoy formando actualmente. Con cada acompañamiento, las familias con las que trabajo me hacen crecer y entender este camino de cuidados. Este camino, por cierto, se suma al del diseño, a la comunicación; a la fotografía de embarazo, parto y recién nacido. Al cambiar tu vocación sumas, nunca restas.
Vivir el embarazo y el parto desde la conexión, desde la paciencia, tomando las emociones que surjan, y acompañar a las familias, darles palabras y sentido es una gran oportunidad. Ojalá olvidemos los relojes, los calendarios y que sea el equipo médico en que confiamos quien nos informe cada evento en su debido tiempo, mostrando las opciones y consecuencias de cada decisión, desde la evidencia y no desde el miedo.
En cuanto a mi propia experiencia de crianza, creí que mi hijo no se destetaría nunca y lo hizo. Creí que nunca dormiría toda la noche y lo hizo. Con la alimentación, con el control de esfínteres, con su desarrollo, pasó lo mismo. Aprendí a centrar la mirada en el niño y no en las opiniones.
Efectivamente la maternidad cambió mi cuerpo, mi vocación y mi vida. Pero lo más importante de todo: transformó mi ser.