Mi viaje a India empezó una semana después de haber renunciado a mi trabajo de oficina. El objetivo de este viaje era prácticamente desconectarme de la rutina que llevaba en Santiago, conocer una nueva cultura, practicar yoga, aprender sobre Ayurveda y comer como la gran sibarita que soy. Pero el destino me llevó a que además se transformara en el incio de mi marca BaiTay.
La ruta que elegí para el viaje de dos meses empezaba recorriendo algunos pueblos inspirados en la medicina Ayurveda y cursos de Iyengar; luego Varanasi, donde tomaría cursos de cocina y terminaría recorriendo gran parte de la zona de Rajastán. Visité varias ciudades llamadas por colores: Udaipur, la ciudad blanca; Jaisalmer, la ciudad dorada; Jodhpur, la ciudad azul. De todas ellas la que más me llamaba la atención por conocer era Jaipur, la ciudad rosa, por su nombre, color y fama por los textiles.
Cuando llevaba exactamente un mes viajando llegué a Jaipur, una caótica pero hermosa ciudad rosa, con su majestuoso Hawa Mahal o Palacio de los Vientos, que se roba todas las fotos de la ciudad. Fue en esta ciudad donde recibí uno de los mejores masajes Ayurveda de mi vida. El primer día en Jaipur hice mi itinerario, programé las visitas a los talleres, y al día siguiente tomé rumbo sin saber muy bien con qué me encontraría. La verdad, no quise averiguar mucho, me dejé sorprender.
Y fue así como empecé este tour por los talleres de textiles indios, cada uno más impresionante que el otro. Uno de los que visité era un edificio antiguo con varios salones en que se realizaban distintas técnicas como bordados, hilado, tejidos y tallados. La última fue la que más me llamó la atención, donde tallaban en relieve bloques de madera procedente del árbol sheesham, originario de la India. Me quedé por un largo rato observando cómo cada artesano tallaba a la perfección y a pulso figuras tan complejas como los paisley, flores, elefantes, todos en distintos tamaños.
El artesano, Ali, quien me recibió en el taller, me explicaba que estos bloques tallados son para estampar, y luego de finalizar el tallado estos deben ser sumergidos en aceite por 15 días para poder ablandar la madera y así obtener un mejor trabajo en el estampado y al mismo tiempo evitar deformaciones en la madera. Ali contaba que cada color que vemos en un estampado es un bloque distinto, y que para estampar un diseño se utilizan desde tres a treinta bloques dependiendo de la complejidad del estampado. También decía que este es un oficio que por lo general pasa de generación en generación, que muchos de los artesanos han aprendido la técnica del tallado por sus abuelos o padres.
Al llegar al salón de estampados me encontré con una sala llena de mesones largos cubiertas por metros y metros de telas de algodón blanco, las cuales estaban esperando ser estampadas. Dentro de unos minutos llegaron varios artesanos para preparar los bloques tallados y las tintas vegetales que ocuparían, mientras yo esperaba ver de qué se trataba esta técnica. El proceso es artesanal y se utilizan solo materiales naturales. Sus tintes también son de origen natural, muchos de ellos extraídos de plantas, minerales o semillas; cúrcuma, azafrán, azul índigo, entre otros.
Después de que los artesanos prepararan los ladrillos y los distintos colores que utilizarían, empezaron a preparan las almohadillas de tinte, las cuales consisten de una bandeja de madera rectangular cubierta por capas de telas en las que vierten la tinta que utilizarán en el proceso. Cada tinta en una almohadilla distinta. Estas están sobre un carro con ruedas que acompaña al artesano mientras este avanza en el estampado. Al sumergir los bloques en las almohadillas empieza el proceso de estampado, donde se estampa primero el borde de la tela, partiendo por el contorno del diseño.
El artesano sumerge el bloque de contorno en la almohadilla de tinte y empieza a moverse a lo largo de la mesa estampando la tela, golpeando el bloque con la palma de la mano. Luego vuelve a poner el bloque en la almohadilla de tinte para volver a la tela y así sucesivamente hasta terminar el largo de la tela. Cada bloque cuenta con unos pequeños puntos de registro que sirven para visualizar el posicionamiento de todos los demás bloques que siguen. De hecho, son estas marcas de registro las que distinguen el estampado blockprint de los textiles serigrafiados producidos en masa.
Y es así como se va estampado el diseño, bloque por bloque, hasta llegar al diseño final. Viendo este proceso en persona pude apreciar que en ningún momento se utilizó una regla o una huincha de medir, nada. Lo único que se utilizó fueron las manos del artesano, estas fueron sus únicas herramientas de medición.
Luego de terminar el estampado, las telas son llevadas a grandes terrazas donde por un par de días se dejan secar al sol para luego lavarlas adecuadamente según sus tintes y así llegar al proceso final, su confección, cosido y planchado, para convertirse finalmente en únicas prendas de vestir, mantelería, cortinas, entre otros, que pasan por su último control de calidad realizado por el dueño del taller.
Tras presenciar este arte decidí quedarme en Jaipur lo que restaba del viaje, un mes. Así pude asistir diariamente al taller para aprender, practicar y vivir la experiencia de blockprint o impresión artesanal con madera, y poder transmitir esta técnica con conocimiento a la marca que, sin darme cuenta, acababa de empezar.