Juana Díaz no concibe su vida sin esa relación simbiótica de lo que pasa afuera de su puerta. “Todos los últimos sucesos de la historia de Chile y de la dictadura de Pinochet, han cruzado mi existencia. Han cruzado mi vida completa”.
El estallido social del 2019, la pilló exponiendo en el Abierto Mexicano de Diseño su trabajo «Acción Sombra», uno de los primeros toldos que se hicieron con blue jeans usados y descartados, y que tenía como idea fuerza “sobran jeans, falta sombra”. La pandemia la obligó a cerrar su taller, y sentarse al lado de su hijo, para apoyarlo con las clases online, y sostener el ánimo de su núcleo más íntimo.
¿En qué está Juana Díaz en la actualidad? Ha sido la pregunta inicial de esta entrevista. “Disculpa si hablo tanto”, dice con su voz cálida, después de una hora y media de videollamada y frente a lo cual, ambas reímos.
Es que Juana no es de pregunta y respuesta. Ella, cada pregunta la problematiza. Y en base a mi experiencia, eso es lo que hacen las personas que suelen mover los límites y provocan transformaciones. Juana es diseñadora y artista textil. Una activista de la moda, que comenzó diseñando vestuarios de danza contemporánea a fines de los ochenta, para luego trabajar en proyectos textiles ligados al teatro, cine, publicidad y moda editorial.
Es así como el año 2000 construyó su propia marca homónima de diseño de moda Una propuesta de ropa que expresa ideas, habla del contexto y descontento. Prendas que se ajustan a diversas corporalidades y personalidades, y que son confeccionadas bajo la práctica del suprareciclaje, del rescate y desde la escasez.
“La falta de recursos ha sido un tema que ha cruzado toda mi carrera. De hecho fue el motivo principal porque empecé a trabajar con ropa usada, como única materia prima. Porque por escasez de recursos había que buscar la calidad de los materiales, que me interesaban, en otros lugares. Mi primera colección, que fue sólo y exclusivamente de ropa usada, como única materia prima, estaba hecha exclusivamente con chaquetas y abrigos de excelente calidad. De unas lanas excelentes, de ropa usada que llegaban principalmente de Europa. Actualmente en Chile ya no se encuentra esa calidad de ropa”.
Y Juana, ¿cuál es la ropa usada se encuentra hoy en Chile?
“La ropa usada que hay ahora son restos de la industria de la moda rápida. Entonces las materias primas son plásticas, la confección es patética, es todo de muy mala calidad ya que está hecho para durar poco y fomentar el consumo. Ya no se encuentran tantos tesoros como antes, pero de todas maneras sigue siendo una fuente posible de encontrar materialidades para muchos creadores latinoamericanos que no contamos con una espalda financiera sólida”.
El año 2014, Díaz se propuso ser empresaria. Internacionalizar su marca. Para ello, viajó, mostró, expuso, pero “me fui dando cuenta que una de mis grandes dificultades o problemas [para crecer como marca] es que soy muy sola”.
Tipo eres una mujer orquesta.
“Sí, soy como la mujer orquesta de mi marca. Y una de las grandes conclusiones a las que llegué es que no soy empresaria y que me acomoda más ser artista. Lo que realmente me motiva hacer, lo que tiene más identidad de mi trabajo es lo artístico. Son las piezas más únicas, las telas del futuro, son las piezas que yo hago; construyendo y deconstruyendo. Y sí, puede que esa ropa sea replicable, escalable, pero nunca tanto. Por eso, lo que más le da sentido a mi trabajo son más bien todos estos trabajos que son más bien únicos. Que son pequeñas obritas”.
Y partiendo de esta base, es que se explica lo sucedido con ella y su marca el 2019. “El estallido social marcó el devenir de mi trabajo antes que la pandemia”.
Con las y los chilenos en las calles, con el clamor del cambio sonando al unísono y con el hecho concreto de escribir una nueva Constitución en las manos, Juan Díaz comenzó a observar su trabajo dentro de ese contexto social.
“La gente estaba conectada con un sentimiento de justicia, de basta de abuso, y no estaba el horno para vender ropa que fuera inalcanzable o directamente, cara, pese a que el trabajo que hacemos tiene su valor por lo que es, por el trabajo que implica. Entonces, me adapté a las circunstancias”.
¿Y es así donde surge un punto de quiebre en tu marca?
“Sí. En esa época, con una serie de mezclillas, que habíamos recuperado con ‘Rocasat’ de una fábrica abandonada […], yo hice unos delantales de trabajos, bolsos, estuches. Hice unos vestidos camiseros, con botones, estilo obrera. Hice como una pequeña línea más de trabajo, más utilitaria”.
¿Y funcionó?
«Sí. Pero no como yo esperaba».
Y así llegó la crisis sanitaria y con ella, los largos y angustiantes meses de confinamiento. Al trimestre Julio-Septiembre de 2021 más de 52 mil personas se emplean en el sector textil y del vestuario en Chile. Respecto al momento previo al inicio de la pandemia (Diciembre-Febrero de 2020), se han perdido casi 36.000 empleos en el sector, según el último estudio de Fundación Sol.
¿Y qué pasó ahí con tu trabajo?
“Tuve que tomar la difícil decisión de cerrar mi taller. Eso significó que tuve que reducir todo lo que tenía a un cuarto. Me tuve que deshacerse de máquinas, de materiales, de todo. Reduje mi espacio de trabajo, y eso relentó totalmente mi ritmo de producción”.
La confección de una tela del futuro necesita de tiempo, y por consecuencia de espacio donde habitar.
“Entre más espacio tengo, más productos hago, más genero. Una tela del futuro se alfilerea, después se hilvana, luego se cose, y todos esos procesos necesitan meses de trabajo y van avanzando lentamente”.
Juana Diaz piensa en esos meses como un periodo de hibernación, de pausa y de profunda reflexión. Repensó, búscó, encontró pequeñas oportunidades, reconocimientos y como siempre, alianzas con manos y mentes creadoras que no la hicieron desconectarse de su obra.
En este período nacen la Colección ÍNSULA, para Pasarela Valparaíso; el Tapiz Macrohongos, para el Museo del Hongo; textos bordados a mano alzada, ya que “bordar y escribir a la vez es darle vida a la escritura”, como ella misma afirma. Además de la creación de un producto inédito para los eventos online organizados por LOCAL Chile durante la pandemia.
El sobre pensamiento sobre su trabajo, y cómo éste impacta, es alimento diario para Juana. Los círculos de pobreza que genera la mano de obra de la industria de la moda, los despidos durante la pandemia, las órdenes de compra no pagadas a miles de personas que hacen nuestra ropa, la hizo cuestionarse profundamente.
¿Cuál es el sentido de hacer ropa, en un momento donde se está evidenciando más que nunca la injusticia y la explotación que genera la industria textil y de la moda?
“No es algo que me afecte directamente a mi en el sentido de que yo no tengo tantos operarios ni nunca los he explotado, pero por mucho que uno produzca éticamente, uno forma parte de esta industria y está aportando más productos al mercado. Y lo que estaba quedando claro, es que si hay algo que sobra son marcas, si hay algo que sobra es más ropa. Porque se tira mucho, porque tenemos montañas de basura de ropa, y es todo un sin sentido. Y se le pierde el valor simbólico, histórico, patrimonial, todo el valor que va más allá de la mera prenda”.
Pero eso ¿se puede o no subsanar con una industria de la moda más ética y sostenible?
“La moda sostenible es una oferta. Una oferta de prendas que estén hechas para durar. Que tengan una calidad de materiales que sean amables para su uso, idealmente sean de fibras naturales, sin uso de químicos y biodegradables”.
Y prosigue.
“Además y sobretodo, que todo el proceso desde el diseño y su producción sea amable y considerado con el entorno y con las personas que trabajan en esa cadena de producción. Que no esté pensada para desecharse y que ojalá tenga una historia y un valor más allá de la pura prenda ”.
En definitiva, una prenda con la etiqueta “sostenible” debe tener un relato que provoque ser atesorada.
“Sí. Si yo propongo una prenda que tiene un relato, que tiene un mensaje, que tiene un contenido y que tiene una búsqueda de materialidades con historia esa prenda y esa historia, de la prenda y la que tú le vas a dar al usarla, le va ir agregando valor en el tiempo. Si se la come la polilla, tú la vas a reparar y al repararla puedes hacer una reparación visible, y eso va a detonar más historia”.
La “blancura”, física y cultural, prevalece como modelo aspiracional. De la misma forma que prevalece en el vestuario. Lo blanco, limpio y oloroso es un símbolo de pureza, de clase y de almas puritanas.
“La moda sostenible debe hacerse cargo del momento histórico que estamos viviendo. Deberíamos conectar más con la estética de lo viejo, de lo gastado, de lo manchado, ya no podemos seguir lavando como se hacía antes. Lo limpio e impecable ya no tiene que ser una búsqueda y una estética anhelada, aspiracional”.
“Sería hermoso hacerse cargo como gremio del proceso histórico de Chile. Reaccionar y hacer nuestra la tendencia que está marcando nuestro pueblo en el mundo”.
Pero al parecer aún nos falta, algo pareciera que no cuaja en nuestra industria nacional. ¿Tú crees que nuestra industria nacional está en deuda con el contexto político-social actual en Chile?
“Absolutamente”, responde tajantemente. “Es dolorosamente triste, es realmente triste, muy triste. Nos falta articular un discurso identitario local, que englobe el movimiento nacional y su contexto histórico”.
“Quisimos ser como el mercado rápido europeo y terminamos comiendo los desechos que ellos no quisieron absorber. El daño que se ha hecho es muy grande, y de pasada se acabó nuestra industria textil y entonces ahora los diseñadores tenemos muy poca posibilidades de trabajar con materias primas hechas en Chile. Y eso, es un daño enorme a nuestra identidad y a nuestro relato”.
Y arremete, con fuerza.
“Es muy doloroso no tener una industria textil nacional que corresponda a un relato identitario propio. Pero veo con gran esperanza, que cada vez más, hay diseñadores jóvenes que han recogido otras miradas y otros propósitos, y que se dedican al upcycling. Hay muchos suprarecicladores en Latinoamérica porque somos un continente pobre. La escasez de recursos nos lleva a eso”.
“Es muy distinto vender por vender, que vender algo que vale la pena comprar”
Juana Díaz.
Hemos hablado de política, de la industria de la moda y sus responsabilidades. De identidad nacional, pandemia, construcciones y deconstrucciones. Hemos visto tu visión de moda sostenible. Y ahora, para cerrar esta entrevista, no podría dejar de preguntarte. En el contexto actual, ¿es la moda política?, ¿puede ser la moda política en Chile?
“La moda para mí es política sí o sí. No puede no serlo”.
¿Por qué no puede no serlo, Juana?
“Porque solo el acto de vestir, de elegir qué te pones, es un acto político. Porque tú estás tomando una opción, tú estás tomando una decisión: hay mucha gente que discute este tema, porque hay mucha gente que no tiene elección, pero yo considero que todos tenemos una elección. Incluso cuando no tenemos mucha ropa donde elegir”.
Y con énfasis declara.
“La forma en cómo usamos esa ropa, la forma en cómo nos la ponemos, de qué manera esa ropa se funde con nuestros cuerpos, con nuestros movimientos, la forma de portar una prenda de forma diferente. La vamos a hacer propia de distintas maneras. Esa búsqueda de cómo uno se cuida, se viste, se presenta al otro y es visto por el otro, eso es un acto político. Uno está comunicando lo que uno es”.
“A ver nacido en un país en donde más del 90% de las necesidades de indumentaria de la población se satisfacían con la industria local. Y ahora, estar en el mismo país, durante una misma vida, 40 años después, siendo diseñadora de moda en un país donde ya no hay materias primas locales, donde todo lo que puede encontrar viene de China […] si esto no es un contexto, que pueda generar un discurso profundamente político… dime ¿qué es lo que puede ser?”.
Telas del Futuro de Juana Díaz es parte de nuestra Vitrina Franca. Además, te invitamos a conocer más sobre su trabajo en www.juanadiaz.cl
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