Mi mamá tenía una tienda de ropa y crecí acompañándola a las ferias de moda a comprar “lo que se venía”. Crecí escuchándola decir que la ropa no se bota porque la moda es cíclica. Aprendí con ella que es importante comprar ropa de calidad y cuidarla, guardarla para heredar. Esto fue mucho antes de que el fast fashion dominara la mayoría de los clósets, cuando se valoraba la prenda hecha a medida, el oficio de costurera o sastre, y la relación con la ropa era más significativa.
Como ingeniera comercial, trabajé años en la industria de la moda calculando desde detrás de la pantalla cómo sería posible vender más prendas con mayor ganancia. Bajar el costo presionando la cadena de producción era una obligación, y tener siempre novedades de acuerdo con las tendencias era la mejor manera de generar demanda. Obviamente durante estos años también fui víctima de mi propio veneno y tuve un clóset lleno de marcas que alimentaban este ciclo vicioso.
Un burnout me llevó a dejar la industria y decidí invertir en la carrera de consultoría de estilo, que llevaba en paralelo pero desde otra perspectiva. Era importante absorber el aprendizaje de estos años de industria y rescatar el significado del vestir. Para construir un método con foco en consumo consciente tuve que entender qué nos hizo dejar de mirar hacia adentro y permitir que las vitrinas dictaran con qué queremos cubrir nuestro cuerpo, qué mensaje queremos dar con nuestra indumentaria y qué necesitamos consumir o poseer. Era necesario cambiar las preguntas para encontrar un camino con intención, con propósito.
Entender cómo nace una tendencia de moda es el primer paso. Antes de llegar a traducirse en el uso de determinada tela o diseño, la tendencia brota como fenómeno sociológico, una macrotendencia de comportamiento, el rescate de algún sentimiento o necesidad práctica. Esto sirve de inspiración para los diseñadores, su interpretación de la tendencia aparece en las colecciones presentadas en las semanas de moda y va diseminándose mientras el fast fashion copia y adapta los diseños para producir en escala. Pero la tendencia no necesariamente concuerda con lo que cada uno quiere expresar a través del vestir. ¿Entonces por qué seguimos escuchando que la persona “estilosa” es la que lleva puesta la última tendencia?
El estilo personal es el conjunto de creencias, historia y deseos de cada uno. Va mucho más allá de la ropa, es lo que queremos decir con cada actitud y decisión que tomamos. Partiendo desde ahí, todos tenemos estilo y deberíamos ser capaces de evaluar y decidir si lo que es tendencia es lo que queremos comunicar. Hay gente que quiere mostrar que está al día con la moda. Puede que tenga sentido para algunas personas, que ser actual sea parte de su identidad, y si es así, todo bien. Sin embargo, todos tenemos más que contar y busco encontrar esto en cada cliente para construir estilos realmente personales.
Para mí, vestir es autoexpresión. Para expresar nuestra singularidad es necesario construir identidad desde el autoconocimiento y autoaceptación. ¿Por dónde empezar? Cambiando las preguntas. Antes de querer saber “qué se lleva”, o “qué funciona para mi tipo de cuerpo”, buscar cuál es la sensación que quiero tener al vestirme, cuál es el recurso visual que me permite reconocerme en mi vestir, independiente de los estereotipos del mercado. Investigar el estilo personal requiere mirar más allá de la ropa y preguntarnos qué es importante para cada uno, desde cómo nos relacionamos con el consumo y con nuestro cuerpo, y otros temas que definen los valores de cada persona. Mirar hacia adentro y encontrar algo que hable de uno mismo, antes de escuchar todo lo de afuera, para que nuestro vestir sea producto de nuestras propias decisiones.
Cuando conectamos nuestros recursos internos con lo que traducimos en ropa, caminamos hacia un mercado de moda que no estandariza apariencias ni lucra con nuestra inseguridad. Es más fácil asumir las respuestas listas que nos entrega el mercado, pero esto muchas veces se hace a costo de que nos desconectemos de nuestro estilo personal. Si encontramos nuestra real intención al vestir y la aceptamos y asumimos sin miedo, nos empoderamos a través de un vestir más consciente y consistente con nuestra personalidad. Esto, para mí, es tener estilo personal, y está por sobre las tendencias.