Cuando compramos una prenda de ropa, las etiquetas suelen mantenerse en segundo plano. Seguramente miramos la etiqueta exterior cuando queremos averiguar su precio y, si tenemos hábitos de compra asociados con la calidad de los materiales, quizás revisamos la etiqueta interior, cosida a un costado inferior de la prenda, para enterarnos de qué está hecha o cómo se lava. Ahora, ¿qué pasaría si las etiquetas pudieran hacer más que solo comunicar el precio y las instrucciones de lavado?
El futuro de las etiquetas en la ropa involucra la implementación de nuevas tecnologías. En los últimos diez años, distintas marcas se han interesado por establecer nuevos sistemas de gestión, en los que las etiquetas RFID son una de las alternativas más usadas. Las siglas RFID significan radio frequency identification technology o tecnología de identificación por radiofrecuencia, que Wikipedia define como “un sistema de almacenamiento y recuperación de datos remoto que usa dispositivos denominados etiquetas, tarjetas o transpondedores RFID”. Esta tecnología implica introducir, dentro de las prendas, una etiqueta tipo sticker o tarjeta, sin baterías, que puede ser usada para monitorear y mantener inventarios. Marcas como Walmart, según el Wall Street Journal, o la cadena británica Marks & Spencer, llevan varios años trabajando con sus proveedores para incluir etiquetas RFID en las prendas que venden, con la idea de poder rastrear instantáneamente su stock y detectar en qué etapa de la cadena de suministro está un producto.
La implementación de estos tipos de etiquetas mejoraría, desde el punto de vista de las empresas, la eficiencia del manejo de inventario, ya que haría que su recepción, búsqueda, registro y transacción de venta sean más rápidos, dado que las etiquetas RFID pueden ser leídas a cierta distancia. Por tanto, las prendas no necesitan ser contadas manualmente para ser detectadas.
En un mundo donde la eficiencia es hipervalorada, no es de extrañar que las marcas de ropa estén invirtiendo en desplegar sensores, escáners y softwares para monitorear sus productos, también con la idea de aumentar la disponibilidad de los productos en las tiendas, lo que, a fin de cuentas, representaría más ventas y ganancias.
Otro beneficio para los productores, de implementar este tipo de etiquetas es, según Fortune, una forma para prevenir las reproducciones falsas. La marca italofrancesa Moncler, por ejemplo, incluye etiquetas RFID en productos como carteras, que luego se pueden autentificar mediante una aplicación o su página web, con la idea de impedir los knock-offs. Marcas como Benetton, Burberry y Salvatore Ferragamo han instaurado sistemas similares con ese propósito.
Desde el punto de vista del consumidor, el aumento de la tecnología en las etiquetas de la ropa podría significar tener acceso a más información sobre el origen de las prendas. A medida que la transparencia se vuelve progresivamente más importante en la moda, tener una etiqueta integrada a la prenda que se pueda leer a través de un escaneo rápido con el celular, podría abrir un mundo de información útil acerca de dónde fue hecha una prenda, qué personas estuvieron involucradas en su hechura, cuáles fueron las fábricas involucradas en su producción o cuántas fueron las emisiones totales generadas en su creación. ¿Se imaginan poder escanear, ya en casa, la etiqueta integrada de una prenda para acceder a toda esa información sobre su procedencia?
Según un artículo de The Guardian, los códigos Quick Response (QR) también tendrían el potencial de usarse en la industria de la moda para encabezar una agenda en favor de la sustentabilidad. “La Sustainable Apparel Coalition (SAC), que representa más de un tercio del mercado global de ropa y calzado, está considerando un sistema de códigos QR que les permitiría a los consumidores escanear las etiquetas de la ropa al momento de la compra, usando sus celulares”, reporta.
Existen marcas como Martine Jarlgaard, una diseñadora con base en Londres, que han probado iniciativas para poder rastrear la cadena productiva de una prenda de principio a fin; de materia prima a producto final. Es decir, desde una granja de alpacas, pasando por el tejido y ensamblaje en una fábrica, hasta el punto de venta. Al escanear la etiqueta de una de estas prendas, el consumidor sería capaz de ver un mapa del movimiento de la prenda a lo largo de toda su cadena de producción y distribución.
Esto nos lleva a pensar en qué pasaría si las marcas empezaran a incluir en las mismas prendas toda la información legal, ética y material sobre su producción individual. En vista de que todos sus procesos estarían transparentados y serían accesibles para el consumidor final de forma inmediata, ¿se preocuparían de producir ropa de forma más responsable?
Hi-Tech Printing & Labeling Inc. una compañía estadounidense de etiquetas, aseguró en Apparel Mag, que las etiquetas innovadoras pueden ser un excelente medio para que los compradores se enteren de la procedencia y composición de sus prendas: instrucciones de lavado más específicas, indicaciones sobre su resistencia, transpirabilidad, durabilidad, etc. Sostienen además que las marcas podrían comunicar qué tan sustentable es la prenda o decirle al usuario cómo reciclarla si alcanzó su vida útil. Eventualmente, si alguien pierde una prenda, podría incluso rastrearla, por ejemplo.
Podríamos preguntarnos por qué no todas las marcas apuestan por este tipo de etiquetas si en teoría trae consigo tantos beneficios. Pues, las razones más evidentes son el alto costo y las preocupaciones sobre la privacidad. De acuerdo con Fashionista, crear un sistema que identifique y rastree el catálogo completo de una empresa podría representar una inversión de “un par de millones de dólares”. Por otra parte, está el debate ético sobre si es pertinente que las marcas puedan rastrear sus prendas indefinidamente, incluso cuando éstas ya han sido compradas y están en el clóset de su dueño o dueña. El hecho de que grandes compañías tengan acceso a datos sobre la ubicación de los compradores y su ropa levanta sospechas sobre lo que pueden llegar a hacer con esa información. Tendría que exigírseles a las marcas transparentar, entonces, el uso de esa información. Algo de esto ya se hace. Por ejemplo, Burberry –una marca no exenta de polémica– ocupa la tecnología RFID actualmente, y tiene una política de privacidad en su página web. Ante estas preocupaciones sobre la privacidad, se dice que aunque las etiquetas RFID no contienen información personal, algunas marcas como Walmart igual remueven sus etiquetas RFID, según reporta el Wall Street Journal.
De todos modos, tener acceso digital a nuestros clósets sigue siendo una opción potencialmente lucrativa para las marcas. Un ejemplo de esto fue la iniciativa de los diseñadores de la marca neoyorquina Rochambeau, quienes produjeron hace un par de años una serie de chaquetas vendidas bajo el hashtag “#borndigital”, las cuales, durante una semana de la moda en Nueva York, le daban a su usuario acceso a restaurantes, eventos, galerías y fiestas, al ser escaneadas en la puerta. La creación de un nuevo espacio para que las marcas comuniquen nuevos contenidos a sus clientes puede ser una oportunidad para aumentar la transparencia y, al mismo tiempo, una oportunidad de negocio.
Desde otro punto de vista más simple, estos nuevos tipos de etiquetas podrían representar una reducción del consumo de los materiales necesarios para producir los miles de millones de etiquetas de papel que terminan en la basura hoy en día. La pregunta, claro, es a qué costo se implementarían estos nuevos tipos de etiquetas no desechables. Más transparencia y rastreabilidad, versus más marketing y menos privacidad es una de las posibles ecuaciones.
Fuentes:
CBInsights
Fashionista
Apparel Mag
Financial Times
The Guardian