Gabriela Farías Zurita: “Ya no se puede hacer moda como se hacía antes”

por | Oct 1, 2018

Más que moda lenta, un manifiesto sobre el quehacer del diseñador, el valor de la cadena productiva y los desafíos del mercado nacional.

Entrevista por María Ignacia Luengo

El compromiso con el medioambiente y el bienestar social, representan el sentir y hacer de Gabriela Farías Zurita, una diseñadora que desafía a las grandes industrias, al exceso de producción textil y el consumo masivo. Una vez que bajó el telón de Hall Central, vitrina que albergó a más de 50 diseñadores nacionales, se replanteó su rumbo. ¿Por qué debería existir otra marca que va a hacer más ropa, si ya hay mucha?, bajo esta premisa creó Zurita, una marca de moda contemporánea donde trabaja en estrecha colaboración con artesanas aymara del altiplano chileno, tejedores quechua de Potosí y sastres de Santiago.

¿Cómo fue tu proceso para llegar a importarte el medio ambiente y el impacto social en la moda?

Yo nací y me crié en Alemania, donde existe esta tradición de la Bauhaus, que es donde nace el Diseño como Diseño Industrial. Esto tiene una connotación muy social porque la serialización de la producción fue pensada para hacer el diseño más democrático para las personas y aprendí de esa idea.

Nunca hice una producción masiva de vestuario, pero sí hay un momento, como más claro, que es donde yo puedo decir: “ya, ¿sabes qué más?, me voy a dedicar a este camino” y eso fue después de que perdí, entre comillas, Hall Central, que era un proyecto muy grande en el que yo fui creadora, fui fundadora. Una vez que esa etapa se termina, me veo obligada, en el buen sentido, a replantearme mi quehacer. ¿Qué es lo mejor que me podría pasar?, ¿cuál es la expectativa de un diseñador de vestuario? Si seguía el camino que estaba trabajando en ese momento, lo mejor era vender mucha plata y agrandar lo más posible el negocio y eso no me hacía sentido. ¿Por qué debería existir otra marca que va a hacer más ropa, si ya hay mucha? Y ahí es donde decididamente digo: “Zurita, como mi marca, tiene que tener algo específico, que a mí me haga sentido el que hoy -en este momento del planeta y de la humanidad-, justifique hacer más ropa”.

Y así reformulaste Zurita…

Hubo un momento de quiebre en el que yo dejé de hacer ropa, dejé de producir, porque no me hacía sentido hacer más ropa. Y ahí, bueno, me conecto más con el altiplano, con las tejedoras del norte, conozco a las mujeres de allá, me hago amiga de ellas también, y desarrollo y formulo mi primer proyecto Fondart, que trataba sobre el cruce del tejido andino tradicional con la moda urbana. Esta fue la primera aproximación más evidente y llegó en este momento de replanteamiento. ¿Qué es lo que necesito para definir la marca con lo que me hace sentido a hacer?  Ahí me ordeno. Necesito una cierta estructura para entender, armar, ordenar y así genero una clasificación, o grupos de productos, que yo les llamo categorías. Cada una de estas categorías, que ahora son 6, tiene un interés particular, que, a mí, me parece válido fomentar.

¿Y qué es lo que te hace sentido de estas categorías?

Por ejemplo la “Edición Limitada Chilena”, son un grupo de productos en los que trabajo con telas que ya no están en  producción, que son telas antiguas, como Bellavista Tomé. Tú vas a un galpón y ves estas telas de lana, de alta calidad y es como: “ya, pero no son orgánicas, no son naturales, no están hechas por los aymaras”, pero no tiene ningún sentido dejarlas acá en la bodega, entonces, claro, en estricto rigor, no es ecológica, no es orgánica,  no es algo que sea bueno para tu piel, pero me hace mucho sentido usar esas telas hasta que se agoten. Ahí hay un interés que tiene que ver con patrimonio, con calidad de producto, con aprovechar un material que es de muy alta calidad y que ya no va existir más. Ahora, eso es un grupo totalmente distinto al que es “Camélido 100% hecho a mano”, que es todo hilado artesanalmente, de un animal que está cuidado con mucho cariño y que revolotea en el altiplano, que es completamente orgánico, que no tiene químicos, y ahí, hay claramente otro interés.

¿Hay algún concepto que las reúna a todas?

Todos a mí me parece que vale la pena fomentarlos. Pero esto no significa que el día de mañana esa categoría valga la pena seguir haciéndola, o de hecho, que pueda seguir haciéndola. Ya estoy viendo qué va a pasar con el grupo “Edición Limitada Chilena” porque las telas se van a acabar.

Hay varias piezas Zurita son talla única y se adaptan a distintos tipos de cuerpo, ¿por qué tomaste esa decisión?

Hay muchas cosas que estoy haciendo en una sola talla y tiene que ver con varias cosas. Por un tema de producción es súper práctico. Cortar en una pieza y usar la mayor tela posible genera menos desperdicio y agiliza la producción. Pero también me he dado cuenta que la mujer se siente más cómoda en una pieza más holgada, que tenga buenas proporciones, y, sobre todo, porque uno cambia mucho de talla durante a vida, e incluso, durante un mes. Las mujeres podemos cambiar de talla por ciclos menstruales, por embarazo, por rollos hormonales. Entonces, puedes tener una prenda que te queda perfecto, pero después de 3 años la posibilidad de que te quede igual es casi nula. Esto significa que la vas a tener que desechar. Entonces, es evitar que la talla sea el factor que haga que tu deseches la pieza.

¿Cómo nació tu interés por exportar tus productos?

No fue porque me fuera tan interesante vender afuera, sino que porque me di cuenta que los diseñadores en otros países, precisamente en Escandinavia, se dedican mucho más al diseño, nadie tiene su tienda propia. En la semana de la moda es cuando se ofertan y compran las colecciones de la temporada del próximo año. Los diseñadores ofertan sus cosas y los comerciantes las compran para comercializarlas después. Y esa es como la forma retail. El diseñador tiene un cliente, que es el dueño de la boutique o del comercio, y no se dedica a la venta al por menor. Eso es lo que nos falta en Chile, no tenemos tiendas que nos compren las colecciones. Hay 3 o 4 tiendas, si es que, y toman a consignación, por lo tanto siempre todo es una situación comercial muy precaria. Al final siempre estás trabajando desde el bolsillo del diseñador. Somos personajes súper vulnerables. Desde ahí nace mi interés en la exportación, no necesariamente porque quiero estar en Nueva York, me da lo mismo. A mi me interesa poder dedicarme a la producción, poder estar en terreno, trabajar en los productos, trabajar con el sastre, explorar materiales, investigar, sobretodo en el tema de sustentabilidad. Yo no puedo estar atendiendo a la señora para un pantalón, son pegas distintas. Yo respeto mucho esa pega, pero tú no puedes hacer todo. El tema es dónde tú te ubicas, cuál es tu foco atención y cuál es la posibilidad de crecimiento.

¿Cómo se gestó el acuerdo con los retailers en Basilea, Nueva York…?

Se dio este encuentro feliz de que hay una feria de moda eco que se hace en Berlín y me parecía un lugar perfecto para ensayar. Berlín es chiquitito, en comparación con Londres, París, y esto tiene un manejo de códigos, de formas que hay que aprender. Tú no vas una vez a la feria y te descubren y eres exitosa, como a veces se lee en las revistas. Es mucho más tiempo, perseverancia y aprendizaje. Postulé a distintos fondos y en esas idas logré vender a Frankfurt, Berlín, Baden, los últimos compradores fueron un museo etnográfico de Basilea, y, a través de internet, me contactó una chica de Nueva York. Se podría decir que estoy exportando, pero eso no significa que esté afirmada, que tenga clientes fijos todos los semestres, son cosas que se van ensayando con el tiempo.

¿Cómo es el mercado europeo donde exportas?

Basilea y Alemania son súper jodidos como compradores, la gente es súper quisquillosa, es muy especial. Buscan mucha calidad, mucha confianza, y, finalmente, te das cuenta que con Sudamérica hay un montón de prejuicios, piensan que va a ser más barato, por ejemplo. Pero también son gente extremadamente informada, quizás muy técnicos y pueden llegar a perder el sentido común.

¿En qué notas eso?

Por ejemplo, estoy hablando de las certificaciones, les importan mucho las certificaciones. Cuando a ti te interesa la plata, eres muy creativo en cómo evadir y llegar al cliente. Finalmente, la atención se va ahí, entonces, de repente es un sin sentido. Por ejemplo, la María, que tiene alpacas 100% orgánicas, no tiene certificación, porque, obviamente, ¿cómo va a tener certificación en el altiplano de Tarapacá? Donde ni siquiera hay luz eléctrica, no hay teléfono y hablan más aymara que castellano. Una certificación de animales es extremadamente engorrosa y tiene que venir un gallo, de Suiza o Suecia, a examinar los animales para darles un timbre, un timbre por el que hay que pagar mucha plata y tiene que ser renovado todos los años. Entonces el comprador alemán puede llegar a esos dilemas. Pero resulta que la certificación está pensada para las empresas grandes, que son las que tienen la plata. A eso voy con que se pierde el sentido común de repente.

Así nació el manifiesto…

El manifiesto era una necesidad parecida a las categorías, de definirme yo: Dónde encajo y si es que me hace sentido o no. Rápidamente averigüé sobre la certificación de las lanas y me di cuenta que es muy engorrosa y que se me iba a ir la vida en hacer eso. Entonces, la intención es transparentar la historia de porqué son orgánicas. Yo cuento que esto es de la María, que está hilado en tal parte, que no tiene toxinas y nunca nadie me ha pedido los certificados. También les digo que estoy en contra de las certificaciones, y como ellos son muy críticos, les encanta que uno sea crítico también. Yo creo que el manifiesto va por ahí, es un apoderarse del quehacer, pero eso no significa que uno no se equivoque, que cambie o se vaya reformulando o adaptando con el tiempo.

Y, ¿qué es lo que falta para que en Chile se de esa relación de los diseñadores con las boutiques o retail?

Yo creo que eso no va a pasar.

Siempre se dice que Chile es un mercado muy chico, ¿es ese el motivo?  

No. Claramente no es la gente, el comprador o compradora final el que falte. Las mujeres quieren comprar nuestro productos. Ahora en el Drougstore y Franca. me doy cuenta más, porque hay otras marcas nacionales. Yo de verdad creo que hay gran interés en la población, que hay mercado. El tema es que la comercialización en Chile está tan cara, que no se llega a aprovechar que esa relación de comercio sea abundante para ambos. Un tema de inmobiliaria, precio de arriendos de locales y política. Nosotros no tenemos una política de diseño que fomente el área textil, específicamente, a través de acciones; ya sean impuesto o proyectos dirigidos a la comercialización posterior. Nosotros no existimos porque están las condiciones dadas en Chile, sino que, a pesar de lo que hay. Ya casi no quedan estas telas, los talleres ya no existen, las mujeres con las que nosotros estamos trabajando tienen sobre 60, 70 años y los talleres de confección están desapareciendo. No existe una política que sea efectiva para el proceso de producción.

¿Has pensado radicarte fuera?

Sí, en Europa. Volver, porque estuve la mitad de mi vida allá. Tengo amigos allá, quiero vender allá. Pero también me pasa, que como son países tan antiguos, tan rígidos en sus tradiciones, cuesta mucho imaginarse un refresh. Si bien, tienen cosas sustentables, son cosas que tienen que ver con la forma, o sea, cambio de material, mucha tecnología, pero es difícil encontrar lo que tenemos en Chile, que son las comunidades indígenas, donde hay cosmovisión totalmente distinta. Por eso me parece súper interesante que se hagan propuestas desde acá y que puedan dialogar globalmente.

Sustentabilidad en la vida diaria

¿Qué practicas sustentables tienes en tu vida diaria?

Carne como muy poco porque la huella de carbono que tiene es altísima y está llena de antibióticos. Trato de no comprar en el supermercado. Voy a la Vega, a la feria o al almacén, y así fomento que existan comercios individuales, más chicos. Pero, por ejemplo, no me hace sentido que tenga que ir a no se dónde –en auto- a reciclar cosas, yo no ando en auto. Soy muy intensa, entonces si me las tomo a pecho… Cada uno tiene sus batallas y trato de hacer lo más posible dentro de las posibilidades que tengo.

¿Y con la ropa?

Yo ropa no compro, la hago. Me quedo con las muestras que quedaron mal, las que están medias falladas. En general, me quedo con una muestra o lo que alguien devolvió porque quedó con un hoyo o algo… Y si es que llego a comprar, trato de que sean cosas que me puedan durar más tiempo.

Moda y diseño sustentable en Chile

¿Cómo ves la Industria de la moda sustentable en Chile?  

No existe. Han aparecido movimientos individuales pequeños, de autor y lo que existe del retail, que está tomando los términos “ecológico”, “orgánico” o “sustentable”, que no vienen desde sus Departamentos de Producción. Cuando aparecen estas cosas tienen una intención netamente de marketing. Es que es insostenible, es algo que no va a funcionar nunca. Se pueden cambiar los materiales, pero la estructura comercial que tienen las grandes tiendas, que entienden que el crecimiento es relativo al éxito de una empresa, se contradice desde sus inicios, desde sus raíces, con algo que podría tener que ver con sustentabilidad, entonces nunca van a ser compatible, es imposible.

¿Qué opinas de las colecciones “sustentables” que hacen los grandes retail?

El 80% de lo sustentable, que puede llegar a ser un producto, se define en su etapa de diseño y yo creo que eso mismo pasa en las empresas. Una empresa tu no la conviertes en verde, nace verde. Lo que está pasando en Chile es que siempre es desde los Departamentos de Marketing, que es un green washing, más que una intención real. Lo sustentable es más caro, ese es el punto. El momento en que se desconfiguró todo el rollo, en que se abusó de la idea de la democratización de los productos, es cuando Zara hace su movida, y, digamos, se nos desequilibra todo, y eso es irreversible. Ya los precios están bajos y la gente cree que tus precios son caros, pero hace 50 años, lo que una familia gastaba en ropa era quizás el triple, y la gente hacía una inversión. Un abrigo te iba a durar muchos años, y cuando te compraban ropa cuando chica, tenía que ser más grande y después te hacían la basta y la iban abriendo. El zapato te duraba varias temporadas o se heredaba. Entonces, no es verdad que la gente no tiene plata para la ropa, la gente que no tiene plata, sigue no teniendo plata, y, finalmente, lo perverso es utilizar justamente ese grupo, que es el más vulnerable. Para mí no es interesante lo que está haciendo la industria semimoderna. Está copiando un sistema gringo de los años 80, 90, y es fácil saber lo que va a pasar: van a llegar más tiendas. Ya no pueden hacer en Suecia, en Alemania, en Inglaterra, lo que hicieron en los años 80, 90… acá sí pueden hacerlo y como nuestro Estado, Chile, está en esa vía del progreso -entendiendo el progreso de esa manera-, más con el gobierno que tenemos ahora.

Pero sí existe sustentabilidad en las tejedoras, por ejemplo…  

Lo que hay en Latinoamérica es una forma de sustentabilidad que es mucho más propia y mucho más completa que la europea. Viene de nuestros pueblos indígenas y tiene saberes que son mucho más completos que los occidentales. Pero nosotros no hemos tenido la humildad de tomarlo como una guía, sino que, en el fondo, estamos dándole el favor, entre comillas, de enseñar y poner algunos letreros en mapudungun en el Servicio de Impuestos, por ejemplo, como una forma de relacionarnos con este conocimiento, que es algo muy peyorativo.

¿Qué le dirías a un o una joven que están o quieren estudiar diseño?

No hacer algo por hacerlo. Tienes que hacer algo que te mueva. A mi me conmueven las mujeres tejedoras, ellas me hacen querer vender cosas. A mí me cuesta vender, pero pienso en la cadena de gente que afecta la venta. Pero esa conmoción o esa emotividad, ese algo que  te importe, yo creo que siempre es necesaria para el área creativa. Pero si lo que quieres es hacer ropa y siempre quisiste hacer ropa, y vas a hacer ropa sustentable porque hacer ropa normal ya está out, chao.

La otra vez estaba viendo fotos de la pasarela de la Semana de la Moda y creo, profundamente, que hay cosas que ya están pasadas. Hacer pura forma o por el capricho de interpretar a la mujer e interpretar al hombre y cómo se siete… sí, todo bien -en el área del arte-, pero cuando entra en una producción, sobre todo masificada, hay cosas que para mí ya no se justifican. Ya no estamos en la posguerra donde teníamos que hacer crecer las industrias, ya no es ese el problema. Ya no es suficiente dar pega a la gente, generar colecciones de moda para interpretar los sentimientos de la gente. Tenemos serios problemas reales, entonces ya no se puede hacer moda como se hacía antes, punto. Hoy día se trata de ser radical en el proceso, en el cómo haces las cosas, cómo te comunicas con el cliente. Yo no he encontrado la manera de poder hacer ropa sin tener que venderla, no tengo idea. Me encantaría encontrar otra manera… podría ser otra forma de pensar el vestir, ese puede ser un camino interesante.

¿Cuáles son tus planes para el futuro?

Este va a ser el primer año en que sólo me voy a dedicar a la marca, estoy sin proyectos adicionales. Este año decidí concentrarme y pegarme el salto: meter más artesanos y otros proyector más. Voy a dar una pausa de la academia a ver qué pasa. Probablemente vuelva a retomar la academia y me dedique a la investigación, que es algo que me interesa.  Mi tema es ¿Qué va a pasar en 10 años, en 15 años, en 20 años? ¿Cuál es el plan en Latinoamérica y específicamente en Chile? Cuál es el plan, porque ahora estamos salvando con el algodón orgánico, claro, no es tan contaminante, pero no es una solución, es un puente y eso requiere mucha atención.

 

Fotografías: Daniel Hermosilla

Imagen Colección SS18 cortesía Zurita.

Ariqueña, periodista y minor en Diseño Integral UC. Ha colaborado en publicaciones online, impresas y medios regionales. Aficionada a la ilustración, apasionada por las novelas gráficas y estudiante de japonés y lengua de señas chilena.

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