A diferencia de países como Ghana o Costa de Marfil, donde la industria del cacao explota a miles de niños para llevar adelante una producción menos costosa, en Chile las problemáticas que viven los trabajadores tienen que ver más bien con exigir condiciones de trabajo saludables, así como el pago justo de sus labores.
Es lo que cree Gerardo Wijnant, consultor de comercio justo de Proqualitas, quien, recién egresado de la universidad en 1988, ayudó a formar la primera organización de esta índole en el país. Comparte es una plataforma comercial que apoyó por casi 30 años a pequeños productores y artesanos, dándoles las herramientas para que salieran al mundo a mostrar sus productos.
En esos tiempos –recuerda–, la cesantía superaba los dos dígitos, por lo que había un gran interés por generar instancias que a su vez crearan mayores fuentes de trabajo. Él, en tanto, había estudiado ingeniería industrial, pero siempre tuvo una fuerte inquietud por el ámbito social. De esta manera fue que se mantuvo por 25 años como líder de esta empresa.
¿En qué estado se encuentra la práctica de comercio justo en Chile?
En Estados Unidos y Europa es un concepto muy conocido. Por ejemplo, haces una encuesta y un 95% de la gente sabe lo que es fair trade. En cambio, si haces lo mismo en Santiago, solo el 5 o 10% lo sabe, porque siempre fue un tema que se volcó hacia la exportación. Ahora hay varios esfuerzos de marcas como las viñas Miguel Torres o Emiliana, y Ecoterra, que son productores de huevos de gallinas felices; que están trabajando bajo los esquemas de comercio justo, uniéndose y haciendo esfuerzos en conjunto. Actualmente, de hecho, hay un convenio con Cencosud para hacer una feria anual en el Mirador del Alto. Entonces, ha ido expandiéndose, pero sigue siendo todavía un mercado pensado para el extranjero.
Esto es similar al dilema de qué es primero, si el huevo o la gallina. Las grandes empresas se preguntan cuánta inversión destinan a difundir un tema que todavía es poco conocido y es ahí donde se cuestionan todo. Claro, porque, por un lado, quiero transmitir un concepto, pero si no existe la masa crítica que lo pueda entender bien, voy a perder plata. Y eso es lo que pasa en las etapas iniciales de toda incorporación de un determinado concepto en el mercado.
De todas formas, es de esperar que de aquí a diez años sean más las empresas que se sumen a esta tendencia. En este sentido, ¿cuáles son las principales dificultades con las que se topan las personas o empresas para poder practicar las reglas del comercio justo en Chile?
Para contestar tu pregunta, llevaría el tema hacia todas las expresiones de la nueva economía social, o sea, hoy día el comercio justo forma parte de un mundo de movimientos y economías transformadoras que antes no existían, y han sido empujadas en gran parte por emprendedores, lo cual es una muy buena noticia, porque lo que se está buscando es el impacto real de lo que consumimos.
En Proqualitas hicimos un estudio sobre el tema y obtuvimos un dato súper relevante: que el 53% de las personas de entre 35 y 45 años, siempre o casi siempre están dispuestos a comprar o elegir productos cuando tienen adecuada información sobre su origen, cadena de valor, quién y cómo lo hace. Una prueba fehaciente de esto es lo que pasó con Colun cuando, a raíz de varias denuncias, se dio a conocer que era una cooperativa y de esta manera aumentaron sus ventas considerablemente. Y es que entre beneficiar a una cooperativa, donde se distribuyen adecuadamente los beneficios entre todos los cooperados, y beneficiar a una empresa de solo tres dueños, no hay por dónde perderse. Otro tema más contundente aún es que Colun, junto a Surlat, son las únicas dos empresas que producen leche en Chile, mientras el resto hace un reconstituido que ni debiera siquiera denominarse leche.
Entonces, más allá del comercio justo, lo que está pasando es que está habiendo una expansión de propuestas de economías sociales y constructivas, que es el resultado de un consumidor mucho más consciente y sensible a recibir esto. Incluso los temas de medioambiente, que alguna vez fueron atribuidos a hippies ambientalistas, ahora le importan a todo el mundo. Todo esto va generando un cambio de mentalidad que contrasta con lo que había hace 15 años.
«Esto es similar al dilema de qué es primero, si el huevo o la gallina. Las grandes empresas se preguntan cuánta inversión destinan a difundir un tema que todavía es poco conocido y es ahí donde se cuestionan todo»
Es una especie de círculo virtuoso, porque el consumidor le exige a las industrias que cambien y, una vez que estas cambian, traspasan este concepto a nuevos consumidores…
Exactamente, esa es la lógica. Volviendo al tema del comercio justo y qué es lo que falta, te diría que a las empresas les hace falta convencerse de que, haciendo las cosas de manera sostenible, o sea, preocupándose de lo económico pero también de lo social y lo ambiental, van a volverse más rentables. Lo que pasa es que los que trabajamos en esto tenemos mucho más presente el tema social y ambiental, e incluso estábamos dispuestos a sacrificar un poco la rentabilidad de un proyecto por una pasión muy fuerte. Ahora, lo que se está viendo es que no es necesario tener una pasión tan grande para que las empresas se den cuenta de que este camino les hace mejor, a la vista de una comunidad que es mucho más exigente en cuanto a transparencia, claridad, equidad de género, entre otros. Son empresas que al final son muy bienvenidas.
Por ejemplo, Miguel Torres, se decidió hace 7 años, de forma visionaria, porque entonces eran muy pocas las viñas que se habían metido en esto, y hoy día son más rentables que antes, pagando mejor a sus productores. Es notable también porque ganan sus licitaciones en Europa, por ser comercio justo. Como te decía, allá esto es una política contemplada en procesos de licitación y, en este sentido, ya no podemos seguir a empresas que solo ofrecen el mínimo costo, sino elegir a empresas que tengan un precio que resuelva muchos problemas sociales que estén ocurriendo en el mundo. Es un camino que es necesario recorrer hoy por parte de las empresas, y no solo en el ámbito del comercio justo, sino también en cualquier otra expresión dentro del esquema de las nuevas economías sociales.
Por último, ¿de qué maneras se elige el comercio justo en el día a día? ¿Es posible dentro de una economía donde la mayoría de las marcas aún no lleva a cabo estas prácticas?
Mira, yo soy una persona normal y a veces no hay mucha opción; es lo mismo que les planteo a mis alumnos del diplomado en Economía Social y Comercio Justo de la Universidad Alberto Hurtado. Muchas veces uno tiene este ideal, pero todavía no existen todos los productos y servicios que son absolutamente sostenibles. Por ejemplo, en el mundo textil, Patagonia es una empresa en la que el 40% de su producción respeta los valores del comercio justo ya en cadena de valor completa. De hecho, tú puedes ir a una de sus tiendas y ver los productos etiquetados con sello fair trade. Entonces, hay ciertos productos que puedes adquirir, pero en otro casos no hay nada y tienes que comprar lo que hay. Te expongo el caso textil porque en el 2013, cuando ocurrió el desastre en Bangladesh, donde se vino abajo el edificio Rana Plaza y murieron 1.300 mujeres y otras 1.500 quedaron mutiladas, ahí se descubrió que estas mujeres trabajaban 14 horas diarias, 7 días a la semana, por 18 dólares mensuales; una vida imposible de vivir y trabajando para las grandes marcas internacionales que no son baratas. Bueno, ahí apareció un movimiento de slow fashion que pretende decir de dónde viene la ropa, quién la hace y cuál es toda su cadena de valor. Así, cada vez es más la gente que se pregunta eso, y, a pesar del dolor, termina siendo una oportunidad.
En algunos países desarrollados, gracias a políticas públicas, productos de comercio justo que antes eran mucho más caros que un producto normal, hoy están teniendo un precio más comparable. Por ejemplo, el vino. En algunas partes del mundo, si es fair trade, no paga impuestos. Entonces, cuando esto empieza a ocurrir en distintos lugares, hace que se vayan compensando y los productos de comercio justo tengan mayores facilidades de ingreso al mercado. Eso es lo novedoso e interesante. También el café, que es uno de los principales productos de comercio justo a nivel mundial, hoy lo puedes encontrar en supermercados o tiendas especializadas y pedirlo. Incluso Starbucks a nivel internacional se propuso, de aquí al 2025, lograr que al menos un 50% de sus proveedores estén certificados en fair trade ; por qué, porque el consumidor se los empezó a pedir.
Lamentablemente, hoy no todos los productos cuentan con esta certificación. Es parte de la realidad. Pero la realidad también se construye de cambios y modificaciones, como los que estamos viviendo.