“Green Glass es agresivamente bueno”, afirma Óscar Muñoz. Y seguramente la empresa no podría ser descrita así si fuera otro su fundador. “Mi sueño de niño era crear empresas que fueran buenas para el mundo. Estaba preocupado por el planeta, por la basura en todos lados, era súper idealista, ingenuo”.
Corría el año 2009 y Óscar estaba al borde de reprobar un ramo de emprendimiento, de perder la casa donde vivía con su familia y de que lo echaran de la universidad por no pagar las cuotas. Fue esa extrema necesidad económica lo que lo movió a emprender manufacturando vasos a partir de botellas recicladas.
Siempre había querido armar algo propio, por ejemplo de sus papás, y en ese momento “tenía que vivir de algo”. Partió en un rincón del taller de artesanía en vidrio de su mamá, donde no tenía que pagar arriendo. “Nos aplastaba la deuda. Estuve los primeros cuatro años tocando la puerta en restoranes para conseguir botellas. Las lavaba, las cortaba y las trabajaba yo con David, que fue mi primer empleado, un peruano indocumentado”.
¿En ese proceso nació Green Glass?
¡Sí! Yo súper frustrado. Los fines de semana hacíamos los vasos, y salía a despachar yo mismo en la noche porque también estudiaba. En la U pagaba 450 lucas al mes y vendía la mitad de eso, así que todos los meses me endeudaba y me endeudaba.
Con Green Glass no me iba bien. Era yo, con unas cajas feas y unas botellas mal cortadas. No había historia, ni branding, ni diseño gráfico. El vaso que vendía era mi almuerzo y si vendía un par más podía comprar más botellas y así seguir. Era todo en el día a día y en cantidades muy chicas.
Era muy frustrante porque no podía vender más para cambiar mi situación. Me enfermaba porque quería hablar, quería cambiar el mundo y quería decirle a todos que cambiaran su actitud frente a la basura.
¿Y cuándo crees que Green Glass despegó?
Son muchas las cosas que han hecho que Green Glass crezca. Primero, a mí me salvó la vida un Sercotec de un millón y medio. Con esa plata compré una maquinita que nos dio más holgura para salir a vender, para tener más stock, para tener asistente. Todo eso después de cinco años.
Luego, en 2014, un primer restorán nos compró y confió en nosotros. Antes de estar en Carlo Cocina, los vasos eran considerados feos, ordinarios, nadie los quería. Y es difícil pasar de ser feos a ser los vasos sofisticados que están en el hotel Hyatt, en el Renaissance, en el Marriott, en los restoranes de Lastarria, del barrio Italia, etc.
El tema del reciclaje también ha sido primordial para la marca…
En 2014 empezamos a trabajar con cartoneros y recicladores. Los veía en las calles y pensaba que me encantaría comprarles botellas… Hasta que encontré un centro de reciclaje en La Cisterna que se abastecía de puros cartoneros recicladores, y les empecé a comprar todas las botellas.
Green Glass pasó a hablar mucho sobre reciclaje, de los cartoneros y los recicladores de base en Chile, que era un trabajo con precios muy bajos. De hecho, todavía en algunas partes pueden pagarte 3 pesos por una botella o 10 pesos el kilo de vidrio.
A partir de eso empezamos a encontrar un método para comunicar lo que éramos. Por años, fuimos Óscar y el peruano ilegal que pretendían salvar al mundo. En un primer acercamiento, hablábamos de ‘los vasos más bacanes hechos de botellas recicladas’, pero ahí comenzamos a ver el propósito, que tiene que ver con reconocer que hay un problema gigante con la basura.
Hoy Green Glass se mueve en torno a demostrar que el vidrio no es basura y que la basura no existe; a reconocer y valorar el trabajo de todas estas personas que nos abastecen de botellas, los cartoneros y recicladores; a promover el reciclaje porque casi nadie lo hace; y a no parar hasta que cada vaso del mundo sea de botella. Por eso son los mejores vasos del mundo.
Y además están promoviendo causas sociales. Cuéntanos más de eso.
La intención es mostrar causas y que la gente pueda apoyarlas. Actualmente estamos trabajando con Vivir Más Feliz, a quienes les hemos donado alrededor de 7 millones de pesos para más de 1.500 risoterapias a niños luchando contra el cáncer en el Hospital Calvo Mackenna; y también ayudamos a la Fundación Reforestemos con alrededor de 7 millones de pesos para plantar árboles. Pronto vamos a lanzar con la Fundación Quiltro otra iniciativa.
Hoy, el vaso es el medio. Green Glass es solo una herramienta para hacer las cosas de manera distinta, como yo creo que la economía funciona mejor; es decir, con compras que aportan a un cambio, con procesos transparentes, con productos de buena calidad, bonitos estéticamente. Porque también tienen que gustarte, tienes que desearlo más allá del valor social, ambiental. Yo lo veo así: si algo es lo más bueno del mundo pero nadie lo compra, no sirve. No va a estar la sustentabilidad ahí.
Por eso Green Glass es agresivamente bueno. Es una empresa distinta, bien jugada con lo que hace. Usamos nuestro Excel, pero a veces tomamos decisiones osadas y decimos ‘veamos si la gente nos apaña’. Creo que esas son las cosas que han hecho que estemos en la memoria de la gente y que se acuerden de nosotros con cariño.
¿En qué está la empresa hoy y hacia dónde va?
Ahora 33, 35 personas trabajan en Green Glass full-time. Tenemos una producción promedio de 30.000 vasos al mes y promediamos 50 millones de pesos neto. Tenemos dos tiendas y el canal de ventas más grande que tenemos actualmente son los regalos corporativos para empresas.
Además, hace un año y medio tenemos un centro de reciclaje. Ahí reciclamos todas las botellas. Sacamos botellas de la comunidad, de los centros de reciclaje, de los restoranes, y le compramos a un señor en el sur que vende residuos industriales de viñas. Recién tuve una reunión con Concha y Toro, que hace un millón de vinos al día, ¡y nosotros necesitamos esas botellas!
En el futuro, vamos a diversificar líneas de productos y me encantaría abrir un centro de acopio en Lo Espejo o La Cisterna para comprarle nosotros de manera directa a los cartoneros y recicladores, y poder controlar ese flujo.
¿Cuando partiste, creías que Green Glass podía llegar a ser lo que es hoy o en ese momento el foco era la supervivencia?
Era supervivencia total. Era supervivencia soñando algún día trabajar con cinco personas. Imagínate Green Glass vendiendo 5 millones de pesos –como algo imposible–, imagínate un Green Glass en tal lugar, un packaging bonito, salir en la tele para que la gente nos conozca, una tienda propia, hacer exportaciones… Y después los otros sueños, como generar donaciones, promover causas, motivar a otros emprendedores.
Yo ahora miro para atrás y sé de dónde vengo, veo donde estoy y digo ‘somos un ejemplo para la gente’. A nivel de negocios, logramos lo que creí que era imposible, que fue vender un millón de dólares el año pasado. Volvió la estabilidad financiera de mi familia, pagué la deuda universitaria, somos una marca que la gente quiere, tenemos maquinaria y hasta un centro de reciclaje… Entonces, veo que tenemos la habilidad de cambiar la realidad y eso es súper fuerte. A veces estás presente y lo sientes, y lo vas logrando porque trabajas desde una energía que te permite abrir puertas y comunicar, pero hay que buscar ese estado.
¿Cómo lo sostienes?
No sé, es difícil. Son tantos temas juntos. Pero todo esto era parte del sueño.
Imágenes: cortesía de Green Glass