Me aburrí de echarle la culpa al resto. Me aburrí de pensar que mis acciones tienen un impacto mínimo. Del “qué saco yo, si los demás o las grandes empresas bla bla bla…”. Me aburrí. Tras más de 18 meses de pandemia, de tener que volver a vivir a la casa de mis padres a los 35 años, de pasar a habitar en una ciudad del primer mundo, a estar en un pueblo olvidado (literalmente) de la costa chilena y con un futuro cada vez más incierto… Me aburrí.
Pese a este oscuro contexto descubrí, o mejor dicho encontré, una pasión que no sabía que tenía. Una energía que me permitió mantener la inspiración en la vida: las plantas. Son ellas mis compañeras y por qué no decirlo: un refugio. Me entregan calma, me enseñan a observar con paciencia los pequeños detalles, a entender la importancia de los factores ambientales y ver cómo éstos impactan en uno, tarde o temprano.
Hoy, son ellas mis compañeras en este proyecto de retomar mi independencia. Son ellas las únicas que no pueden faltar en mi vida al momento de imaginar mi nuevo espacio y en quienes pensé cuando busqué arriendo en Santiago. Y, al mismo tiempo, son ellas las que me guían y motivan a iniciar un estilo de vivir más sustentable, el que quiero llevar de aquí en adelante.
Nuevo hogar: ¿por dónde empezar?
Saltándonos las obviedades de lo que implica arrendar un departamento hoy en día, los temas de mudanza y el aterrizaje a mi nuevo hogar, con las llaves en mano el primer paso fue cambiar las ampolletas tradicionales por unas con tecnología led. El refrigerador a comprar debía ser de consumo eficaz, las duchas más cortas, desenchufar lo que no estoy usando y tratar de rescatar la mayor cantidad de cosas que tenía de mi departamento anterior, de mis viajes y de la casa de mis padres.
La huella de carbono individual por persona en Chile llega a 4,66 t CO2. Como este espacio es un ejercicio de honestidad, y pese a tener lo anterior en mente, reconozco que en un minuto me fui por el camino fácil y compré en el retail un comedor que se ajustaba en precio, dimensiones, tiempo de despacho y que me permitía instalarme rápidamente para poder teletrabajar desde este nuevo lugar.
Cada vez que veo el comedor/escritorio no puedo dejar de pensar en todo el plástico, cartón y plumavit que llegó junto con él. Por muy separado y depositado en un punto limpio, todos sabemos que no desaparece del planeta. De todas las cosas que hay en mi casa, este me genera un sentimiento muy extraño que me impide agarrarle cariño. Sin embargo, como me enseñó una amiga “la culpa nunca es buena consejera ni compañera”, prefiero concentrar mis energías en las cosas que he conseguido y que se ajustan a este modo de vida que quiero y que es urgente comenzar a vivir: uno más responsable con nuestro medioambiente.
Y, al mismo tiempo, son ellas las que me guían y motivan a iniciar un estilo de vivir más sustentable, el que quiero llevar de aquí en adelante. Foto: Marcos Santis.
Rutinas que me empoderan
¡Bienvenidas/os a mi vida! Con la Guía Franca de las 25 formas más simples de llevar una vida más verde en mano y analizando mis propias necesidades, armé mi un nuevo kit: shampoo sólido, lufa, cepillo de dientes compostable, métodos de preparar café “zero waste” y compras de mercadería a granel. Reconozco que me encanta encontrar y rescatar frascos de vidrios, los considero casi unos mini tesoros. Lo mismo me sucede con los envases de bebida y cerveza, e ir a comprar “a la antigua” al negocio del barrio donde me reciben el envase retornables.
He decidido que en esta casa no se compran verduras que vengan envueltas en plástico. Se opta por ir a la feria y preferir las frutas y verduras “más feitas” porque sabemos que nadie las va a elegir. Recordemos que se necesitan 2.000 litros de agua para producir un kilo de paltas, por lo tanto, el acto de tirar una palta “fea” es más que solo botar un fruto, es dejar abierta por horas la llave del baño.
Lo que se compra se come o congela, pero nada se elimina. Además, para gestionar los residuos orgánicos que genero descubrí que hay emprendimientos de retiro a domicilio de estos residuos y que tienen planes semanales o mensuales, dependiendo del presupuesto. Para una persona, el plan básico cuesta 15 mil pesos y la membresía incluye cierta cantidad de humus de lombriz al año para abonar mis plantas.
Otra regla de oro, es que si hay sol se puede lavar ropa, ya que la secadora del edificio, al menos para mí, está prohibida.
… si falla la posibilidad del trueque o un producto en desuso, prefiero invertir tiempo y dinero en el trabajo de una persona y no dárselo a una gran empresa. Foto: Marcos Santis.
Limpia tus redes sociales y hazlas útiles
En Facebook hay muchos grupos donde personas buscan regalar o “dejar fluir” cosas a cambio de NADA. Solo debes decir amablemente que buscas o qué necesitas y si tienes suerte, podrás darle vida a un objeto que había perdido utilidad en otra casa.
También llené mi Instagram de cuentas que promuevan la vida sustentable y el cuidado del medioambiente. Gracias a esto, cuando hablé con don Rául, el conserje de mi edificio, fui cargado de argumentos para preguntarle si podía, una vez por semana, echar la borra del café en el jardín comunitario. He aprendido que uno de los beneficios de hacer esto, es que el café aporta una cantidad relevante de nutrientes y minerales que favorecen a las plantas en su crecimiento y desarrollo, entre ellos: nitrógeno, fósforo y potasio.
Desde el “incidente” con la compra del comedor, aprendí que fue un acto de flojera mía y que si falla la posibilidad del trueque o un producto en desuso, prefiero invertir tiempo y dinero en el trabajo de una persona y no dárselo a una gran empresa. Según un estudio de IPSOS, el 46% de los chilenos inició durante la pandemia algún tipo de emprendimientos. Y tuve dos experiencias muy satisfactorias cuando compré un estante y un porta maceteros a Juan y Gabriel, con quienes hice el trato directamente, obtuve un súper buen precio y coordinamos el despacho sin embalaje.
Insisto, hay muchos emprendimientos que puedes encontrar en redes sociales. Pregunta por datos a tus conocidos y más cercanos. ¡Dateate e informate! junto a tus personas de confianza.
En definitiva, volver a lo natural y a lo simple. Donde es preciso entender que uno es parte de un sistema, donde hay ciclos y lo ideal es ir habitando en armonía con ellos. Cuidar lo que tenemos y sobre todo, generar conciencia de lo que vamos dejando en nuestro andar.
Desde que inicié este camino, me he adentrado en las tiendas de segunda mano, ferias libres, tiendas a granel, economía circular y generación de productos alimenticios en casa. Mi decisión fue correr mi propio cerco de comodidad y darme cuenta que es infinitamente más fácil de lo que pensaba. Me aburrí de quedarme quieto, de criticar y esperar que las cosas pasen.
¡Llovió en Groenlandia! ¿Aún hay dudas de que esto puede seguir esperando?