Por Bruna Garretón
En esta semana de la lactancia materna, me animé a (por fin!) aceptar la generosa invitación del equipo Franca. para comenzar a compartir un poco de mi historia de maternidad, la cual espero que le sirva y apañe a alguna que otra madre por ahí. La maternidad es más amorosa y menos solitaria cuando es compartida, y nos ofrece la oportunidad de conectar con esa tribu de mujeres, lo cual se hace tan necesario y oportuno en nuestra sociedad y sobre todo, en tiempos pandémicos. Y es a través de esta apertura del relato que me atrevo hoy, a dejar registro de una parte de mi viaje y encuentro con mi hijo Lucas.
Quienes me conocen saben lo (en extremo) matea que puedo llegar a ser. Por eso desde que nos abrimos a la opción de ser mapadres, comencé a prepararme. Leyendo libros, tomando talleres, cursos, viendo documentales, conversando y estudiando mucho sobre todos los temas del viaje hacia el “planeta maternidad”. Ahora que lo reflexiono, quizás toda esa sobreinformación me jugó en contra. El fácil acceso a la información si bien es útil, también puede ser una trampa abrumadora, en particular, para las madres primerizas en pandemia y tiempos turbulentos.
Si hay una gran lección para mí en todo este viaje, y que puedo resumir en una palabra, es SOLTAR. Toda planificación o preferencia resultó no ser. Y es que esto no depende 100% de una; ni el embarazo, ni parto, ni la lactancia o la crianza. Son tantos los factores involucrados que cualquier intento de control absoluto resulta una hermosa ilusión, y que conlleva, muchas veces, a una enorme frustración.
Disfruté cada minuto de mi embarazo. Este fue muy activo, acompañado y respetado. Abracé cada etapa con fuerza. Escuché mi cuerpo y me maraville con los cambios que éste tenía. Nos preparamos en familia para un parto natural, con un equipo médico excepcional, especializado en este tipo de partos. Hicimos talleres y prácticas que nos facilitaría el momento. Plan “Bruna y familia” funcionando tal cual lo planeado.
¡PUM! Semana 37 y una ecografía muestra que Lucas se encontraba en una posición transversal, lo cual podría dificultar el parto que estábamos organizando. Hicimos una versión externa para que cambiara de posición, la cual resultó exitosa bastante rápido, pero a los tres días, ese 2% de casos en los que se vuelven a dar vuelta se hacía realidad. No insistimos, claramente había algo que observar y no podíamos controlar. Desde este momento, y aún sin dejar de hacer los gateos y cuanto ejercicio existiese para facilitar una posición adecuada, nos entregamos a lo que tocara al final. Reconozco que pese a ello, seguía albergando la esperanza de un giro a último momento, lo que facilitaría la lactancia y todo lo demás.
¿El desenlace? Cesárea de emergencia por sangramiento y posición transversal a la semana 39+5. ¿Así de corto? Bueno, hubo trabajo de parto en casa hasta que se pudo, siempre monitoreados por nuestra matrona, hasta que debimos partir a la clínica. Desde el ingreso todo fue muy acelerado, pues había que actuar rápidamente ante la situación. Fueron horas que se me hicieron minutos. Sentí susto ante la anestesia, pero sabía que estábamos en manos de un tremendo equipo médico y en compañía de mi marido y ahí residía mi confianza. Fue un parto respetado pese a que costó sacar a Lucas. Tuvimos piel con piel, hora sagrada y el parto comenzó natural, por lo que también se inició la cadena de hormonas tan preciada.
Lactancia y el deber ser de «una buena madre»
¿Y tanto detalle para qué? Pues hasta aquí, no era opción otra cosa más que lactancia materna exclusiva (LME), pues toda la previa hasta ese entonces indicaba que era lo esperable y natural de una “buena madre”. Pero, por más que Lucas se acopló de inmediato, la bajada de la leche demoró más días de lo normal. Lucas perdió más peso de lo esperado. Nos dieron el alta con la condición de no bajar más de peso. Llegar a casa nos permitió encontrar nuestro ritmo y poder conectar mejor, sin tanta interrupción de control clínico.
Se cumplió la primera semana y tocaba control. Seguíamos a la baja, así que por orden médica comenzamos lo que terminaría siendo un mes y medio de sonda al pecho con fórmula. Además de extracciones y libre demanda. Pasaban las semanas y mi producción seguía siendo baja, por lo que los mililitros de fórmula iban aumentando. Así recuperamos peso y Lucas volvió a estar bien en sus curvas subiendo percentiles después del bajón inicial. Mientras tanto, la proporción pecho/fórmula se hacía cada vez más difícil de remontar.
En todo este proceso hubo mucho dolor, frustración, heridas, conductos tapados y lágrimas por no poder alimentar en un 100% a mi hijo con mi leche. ¿No es ese el objetivo casi biológico que toda madre debe poder lograr? No, no lo es. Me costó muchísimo soltar y aceptar que hoy existen otras formas de lactancia, que son opciones beneficiosas tanto para el bebé como para la sanidad mental de una madre agobiada por no cumplir con lo que se espera de su rol.
En tiempos de luchas feministas y la deconstrucción del rol mujer-madre, deberíamos poder conversar libremente y acompañar amorosamente a toda madre en su puerperio y lactancia, sin juzgar y con la empatía por delante. Muchas preguntas vienen de una genuina preocupación, pero equivocan el camino. Existe mucho mito que alimenta el agobio, cuando la información hoy si se encuentra disponible.
Tuve suerte de encontrar a otras mujeres que hicieron menos solitario este camino. Además de contar con una guía profesional integral sumamente dedicada y mucho apañe familiar en casa. Todo lo vivido hasta hoy ha sido lejos el mayor desafío de mi vida, aunque aún me cuesta muchísimo aceptar los cambios de planes. He podido afianzar el vínculo con mi madre y mi historia, perdonándome aquellas veces en las que no he podido cumplir con mis propias -y exigentes- expectativas.
¿Diagnóstico médico final? Tengo hipoplasia mamaria, una condición de baja producción de leche por poco tejido glandular. Hoy, estoy en calma con mi lactancia mixta, la cual vivo y disfruto, e incluso he logrado estar por sobre un 50/50 pecho/fórmula, lo cual es un gran logro para una persona que padece de hipoplasia.
Si me atrevo a compartir esta ventana de mi historia es porque a mi yo del pasado -madre primeriza en pandemia- le hubiera servido mucho conocer historias de lactancia diversas. Para así no idealizar, desde una perspectiva romántica, un proceso que algunas veces produce mucha culpa y frustración. Estoy segura que hay muchas madres viviendo lutos de lactancia y cada historia es diferente. Dejo la invitación de ocuparnos en forma respetuosa de acompañar a cualquier madre sin juicios ni prejuicios, sin tanta pregunta ni cuestionamiento. Quizás solo quieran compartir su historia, disfrutar algo dulce o simplemente, soltar una lágrima en sororidad.
A modo de cierre, dejo dos consejos: en una cucharada de leche materna hay más de tres millones de células para el sistema inmune, las que se pueden desarrollar con mucho más que leche materna. Para una buena inmunidad y un apego exitoso, los estudios demuestran que el principal factor es una madre feliz.