El año pasado volvimos a vivir a China con mi familia, esta vez en plena pandemia. Dejamos Grecia para instalarnos en Beijing y así iniciar una nueva aventura familiar junto a mi hija y marido.
El 15 de noviembre del 2020 aterrizamos en el gigante asiático, para llevar a cabo la cuarentena obligatoria de dos semanas en una habitación de hotel. Obviamente, acomodarnos a nuestra nueva vida en Beijing, luego de esa interminable cuarentena, tomó mucho más tiempo de lo normal. Las nuevas regulaciones, normas y el día a día son muy distintos al pre COVID.
Pero aún así, pese a los cambios y a mi nueva vida de mamá, me animé a incursionar nuevamente en los temas que tanto me apasionan, y que afortunadamente provienen de este país y que por mis orígenes los tengo muy ligados, me refiero al té y a la seda.
Estos dos productos tan nobles fueron descubiertos en estas tierras. De una forma muy casual, que habla mucho de la cultura, del descanso y como la naturaleza siempre está ligada al hombre y la mujer, hasta en los momentos de mayor relajo.
Se dice que el té fue descubierto por el Emperador Shennong, conocido como el “granjero divino”, quien mientras descansaba bajo un arbusto tomando un vaso de agua tibia, algo muy típico en esta cultura, ya que el agua tibia ayuda a mantener la energía y el calor en el cuerpo, fue que una hoja de ese mismo arbusto cayó en su vaso, dejando un nuevo sabor y fragancia, descubriendo así este brebaje llamado Té.
La historia de la seda cuenta algo muy similar a la del té. Protagonizada por la Emperatriz Lei Zu, quien un día de primavera sentada bajo la sombra disfrutaba de una taza de té. De pronto, un capullo de gusano de seda cayó en su bebida, ella un tanto enojada tomó el capullo fuera de su taza y descubrió que comenzaba a desenrollarse un hilo interminable. Fue ahí cuando Lei Zu se dio cuenta que la naturaleza le estaba brindando un rico material orgánico, una materia prima inigualable, para fabricar un nuevo producto de calidad que entregaría utilidad a su gente. Es así como nace la Seda.
Desde ese entonces la emperatriz ha sido llamada “La Diosa de la Seda”, por lo que en los días de celebración en su honor, los altares de los templos son decorados con regalos de capullos de gusanos de seda.
En China, la seda se produce principalmente al sur del río Yangtze. Las regiones productoras de seda son las provincias de Jiangsu, Zhejiang y Sichuan. Este trabajo recibe el nombre de sericultura, la cual consiste en la crianza del gusano de la especie Bombyx mori, conocido también como gusano de seda.
Estos dos grandes temas, el té y la seda, me apasionan mucho y más aún, estando en la tierra de donde nacen.Además, me siento más conectada con mis orígenes y con la naturaleza del lugar, haciéndome vibrar de curiosidad para seguir indagando y enriqueciéndome de aprendizajes.
Talleres Familiares
Esta vez decidí empezar mi recorrido visitando uno de los tantos talleres de seda que hay en China, ubicado en Chengdu, capital de la provincia de Sichuan, al sudeste de China.
Estos talleres, por lo general, son fábricas familiares. La visita comienza con un tour que recorre todas sus instalaciones. El guía te explica detalladamente cada etapa y proceso para llevar a cabo este textil. Esto me pareció alucinante, ya que te da la oportunidad de vivenciar con lujo de detalle la fabricación de este material. Tener la posibilidad de ver y entender cómo, desde un capullo, nace semejante arte textil, es realmente una maravilla.
¿Comenzamos el tour?
Iniciamos el recorrido por el cultivo de los gusanos. El guía nos relata que se utilizan diversas especies de gusanos de seda para la elaboración de este material, pero el más común es la Bombyx Mori, la cual se alimenta de hojas de Morera.
La producción de seda se inicia con la puesta de los huevos, proceso que se lleva acabo en lugares controlados ambientalmente. Recorrimos las bodegas, que son unas especies de incubadoras, donde los gusanos pasarán alrededor de diez días para luego ser puestos bajo una gran capa de grasa y alimentados con grandes cantidades de hojas de morera picadas.
En los siguientes cuatro días, el gusano teje un fibroso capullo alrededor de su cuerpo, una continua fibra de seda, la cual se genera en las glándulas especializadas que el gusano tiene en su cabeza.
Es en esta parte del recorrido donde surgen muchas preguntas por parte de quienes visitamos el taller. Donde nos tomamos un buen tiempo para ver y entender este preciso momento, donde es sometido el capullo, y donde este arte textil se hace realidad. Nos explican que si dejaran a la polilla naturalmente en su capullo, esta secretaría un ácido que lo corroería, por lo tanto, sacrifican su vida para llegar a obtener este fino e inmaculado hilo. Sólo unos cuantos capullos continúan su ciclo biológico para así continuar con la especie. Lo cual me hace pensar si realmente el valor que le damos a la seda ¿es por su belleza, durabilidad o porque estamos consciente que detrás de ella hay una vida que durante el proceso deja de existir?
A continuación pasamos a observar el momento en que los capullos son sumergidos en agua y así se logra desarrollar la fibra. Ésta es sometida a varios lavados y tratamientos, y así obtener filamentos de seda para posteriormente tejerlos y convertirlos en prendas.
Prendas para heredar
Finalizadas las etapas antes descritas, se procede a teñir los hilos y así dar vida a distintas prendas, en distintos colores, que se van tejiendo en grandes telares de madera.
El movimiento del telar, las diversas tonalidades de hilo de seda que se van ocupando y el brillo de este, hacen de este proceso todo un espectáculo. ¡Podría haberme quedado horas mirando solo este momento! Tanto así, que mi mente viajó a mi infancia, cuando registraba los cajones de mi abuela paterna, casada con mi abuelo chino, quien desde su tierra natal le había traído de obsequio un lindo y fino pañuelo de seda rojo. Este maravilloso obsequio era guardado como una reliquia por mi abuela. Recuerdo muy bien cada detalle de ese pañuelo e incluso su olor.
Pienso, en todo el recorrido que hizo esa prenda para llegar a manos de mi abuela. Pienso, que nació de los mismos procesos que tuve la oportunidad de ver y que hoy te comparto.
Llegando casi al final del taller vemos las diversas prendas que se van obteniendo. Faldas, blusas, corbatas, manteles y el rey de los reyes… el pañuelo de seda.
Lo que se obtiene es un tejido brillante y hermoso, hecho con fibras muy fuertes y que cubre de una forma maravillosa el cuerpo. Además la seda tiene la facultad de mantener temperaturas frías en verano y calientes en invierno, y puede absorber el sudor del cuerpo.
La seda es fuerte, pero no es elástica. Si se estira, no vuelve a la misma longitud. Por lo tanto, se requiere de un cuidado especial, y no es apta para exponerla bajo el sol, por ejemplo.
Llegando al final de este tour, y de este recorrido, que más que llamarlo fábrica de seda lo llamaría el ciclo de la seda, me llevo conmigo un pañuelo rojo muy parecido al de mi abuela. Su valor se hace tan real y fuerte, que pretendo que pase por las manos de mi hija, quien me acompañó en esta experiencia, y así continuar su vida e historia.