Nuestros cuerpos tienen la sabiduría para dar a luz a nuestros hijos. No es algo que las mujeres debamos aprender o preparar. Nuestros cuerpos lo hacen, así simplemente, sin preparaciones, sin indicaciones.
Lo hacen los cuerpos de las mujeres altas, bajas, delgadas, más gruesas; chilenas, gringas, escandinavas, latinas. Parimos niños, niñas, de dos kilos, de tres, de cuatro y más. A veces de a uno a veces de dos, unas pocas veces de más.
Al contrario de lo que algunos creen, al contrario de lo que se dice, el nacimiento sucede sin problemas en los cuerpos de la mayoría de las mujeres sanas. Pero lamentablemente no es la información que está a la mano. Un ejercicio revelador al respecto es buscar “parto y nacimiento” en Google. Háganlo.
¿Qué ilustran esas primeras 30 imágenes? ¿Qué es para Google el parto y el nacimiento? ¿Qué aprenderían mis hijos o alguna mujer embarazada si Google fuera su única fuente de información?
En primer lugar, todas esas primeras imágenes muestran reducciones del cuerpo femenino: un cuerpo de la cintura para abajo, un útero, un canal de parto, sin piernas, en fin, sin una mujer. Un asunto tan sencillo refleja, a mi parecer, cómo hemos transformado la percepción del nacimiento en un evento que depende solo de nuestro útero y de nuestros genitales. Para las imágenes de Google, no importa quién sea esa mujer, no importa lo que está sintiendo. Tampoco el ambiente que la rodea. Con estas imágenes queda la sensación de que el parto y nacimiento ocurren solo de la cintura para abajo.
Y aunque no me deja de llamar la atención, comprendo que esa mirada se debe, en parte, al nivel de especificidad que tiene la medicina alópata hoy en día. Que si bien permite conocer las partes del cuerpo con mucho detalle, ha perdido la mirada general. En el caso del parto, ha terminado por reducir eventos fisiológicos como el parto y el nacimiento solo a una pelvis, un útero, un periné. Obviando, entre otros ámbitos, toda la neurobiología que impulsa este proceso.
Lo segundo es que esas partes de cuerpos femeninos los muestran siempre acostados. Todos en posición litotómica. Si un niño o una niña ve esas ilustraciones va a creer que esa es la posición indicada para parir a un bebé. Y ya sabemos que la OMS, en una publicación del año 1985 –mucho antes de Google– justamente recomendó abandonar la práctica de acostar a las mujeres por las complicaciones que se le asocian. Si las mujeres paren acostadas, no es porque resulte más saludable, tampoco por comodidad de las mujeres, sino que por decisión de quienes atienden los partos. La mayoría de los profesionales de la salud solo saben atender un parto en esa posición, cualquier otra supone para ellos cierta inseguridad en su expertise médica. Lo paradójico es que de diez mujeres que tienen un parto fisiológico, probablemente ninguna adoptaría esa posición. Por lo tanto, no es una posición que facilite el descenso del bebé y menos su salida.
Lo tercero es la cantidad de veces que esas imágenes ilustran o fotografían manos con guantes de látex traccionando y girando la cabeza del bebé. Entonces no resulta extraño que creamos que un bebé nace en forma sana solo si hay quien gire y traccione su cabeza, cuando la evidencia indica lo contrario: en la mayoría de los casos en gestaciones sanas, los bebés descienden, giran y salen sin la ayuda de nadie, lo hacen gracias a las poderosas contracciones uterinas que genera la oxitocina que produce el cerebro primitivo de su madre.
Lamentablemente, si algunos de mis hijos buscara en Google información sobre el parto y el nacimiento, se quedaría con la idea de que un parto normal y sano ocurre solo en una parte del cuerpo de la mujer, solo si está acostada y solo con “ayuda” de alguien que traccione y gire la cabeza de su bebé. En realidad, se harían una idea mucho más cercana a lo que es un parto medicalizado.
Hay una sabiduría del nacer. Es la sabiduría de un proceso fisiológico, natural e involuntario, que para suceder requiere solo de algunas condiciones ambientales, de un ambiente protegido. A lo largo de la historia, no ha sido fácil encontrar ambientes adecuados y protegidos donde las mujeres den a luz. Actualmente, tampoco. Entonces se hace fundamental tener la información para buscar y generar esos espacios. En Chile, por ahora y por un tiempo, para tener un parto fisiológico y saludable, contar con información basada en evidencia científica resulta fundamental.
Es necesario que conozcamos esa sabiduría, que nos apropiemos de ella, la hagamos nuestra. Pues conocerla nos da seguridad en nuestros cuerpos. Y esa seguridad nos da libertad y fortaleza para dar a luz a nuestros hijos de la forma más saludable posible.
¿Cómo evoluciona un nacimiento fisiológico? ¿Cuáles son las condiciones adecuadas para dar a luz? ¿Qué necesita la mujer que está pariendo? ¿Qué necesita el niño que está naciendo? ¿De qué debo cuidarme? En fin, ¿cuál es esa sabiduría que tiene mi cuerpo? Las mujeres tenemos varias intuiciones de qué es lo más saludable para nosotras y nuestros hijos, pero todavía necesitamos tener más información, mayor evidencia para que esas intuiciones se conviertan en certezas a la hora de tomar decisiones en torno al parto.
Nuestros cuerpos tienen la sabiduría para
dar a luz a nuestros hijos, solo la tenemos que conocer. Tengo la esperanza de que,
más temprano que tarde, podré escribir “parto y nacimiento” en la barra de Google
y que lo primero que encontraré será mucha información sobre su fisiología, y
no solo sobre cómo se intervienen y medicalizan.