María Jesús Seguel es artista ceramista. Mientras hacía clases en la universidad, en paralelo, trabajaba en su propio taller haciendo una línea de objetos utilitarios y otra más bien escultórica. Pero con el pasar del tiempo, se empezó a inclinar por el diseño de productos. Y así nació Maia Design, el 2016.
Un amplio trabajo de diseño y rescate patrimonial con comunidades indígenas, en el sur de Chile, la llevó a proponer diseños de lámparas inspiradas en la artesanía tradicional. Con más de 12 años de experiencia trabajando con arcillas y pulpas de papel, María Jesús crea luminaria hecha a mano, con sentido, que tiene un alto valor estético y funcional.
¿Cómo empezó tu interés en la cerámica? ¿Cuáles fueron tus primeros encuentros con este material?
Sin duda fueron, en principio, durante mis estudios de la licenciatura en Artes Visuales, en los talleres de cerámica y modelado. También tuve un intercambio académico donde tomé cursos de especialización en Portugal. Ahí pude ver la cerámica desde otra perspectiva, porque ellos tienen otra herencia, de los moros. Tomé cursos de escultura y anatomía en cerámica con barro, en la Universidad de Porto, así que empecé a manejar mucho más este material de una manera más suelta y gestual. Luego, volví a Chile, egresé y me propusieron ser profesora en los diplomados de escultura en cerámica en la Católica y acepté felizmente. Haber hecho clases en la universidad por tres años fue mi gran impulso a seguir adelante con la cerámica, porque de alguna manera tenía la posibilidad de trabajar en todos los talleres, manejar los hornos, y poder trabajar como escultora y profesora en las instalaciones de la universidad.
Después, quise seguir profundizando y me fui a Londres, donde hice cursos de especialización en Central St. Martins. Ahí me metí en la imagen incorporada a la superficie de la cerámica, tomando cursos de serigrafía o calcomanía cerámica con un artista increíble que era el docente de esa cátedra y me inspiró mucho.
Luego, volví a Chile, tomé el magíster en Artes Visuales en la Universidad de Chile y seguí haciendo clases en la Católica, donde ahora soy coordinadora y jefa del programa de escultura en cerámica. En paralelo a todos mis estudios y experimentación en los diferentes talleres de la universidad, yo trabajaba, en mis tiempos en mi taller personal, donde producía una línea utilitaria, más bien centrada en el diseño de producto, y otra línea más escultórica y no utilitaria. Con el pasar de los años, me fui inclinando más por el diseño de producto y elaboré esta marca, Maia Design.
¿Cómo nace Maia Design? ¿De dónde viene el nombre?
Después de varios años elaborando objetos con diseño, me empecé a especializar en el tema de iluminación y de las lámparas. Y me di cuenta de que había la necesidad de crear una marca y poder, de alguna manera, sistematizar la producción para comercializarla.
Me interesaba que a la marca la sustentara un relato, que hubiese un interés más allá de la forma del elemento, y actuar como un canal de difusión cultural: poder mostrar a mi país, mi cultura, haciendo relaciones con los objetos que estoy elaborando.
Maia es una Pléyade de la mitología griega. Era una de siete hermanas. El dios Zeus se enamora de ella y, en un encuentro furtivo y loco, se encuentra con Maia en un monte y tienen a Hermes. Encontré muy poética y bonita esa historia. A Maia nadie la conoce y era mamá de un dios griego. Y, por otro lado, para la mitología hindú, es una expresión que representa la fuerza creativa.
La materia prima con la que trabajas es, principalmente, arcillas líquidas y pulpas de papel. ¿Cómo diste con esa combinación?
Yo trabajo hace más de 12 años con arcillas y pulpas de papel, y descubrí que agregarle este componente me permitía trabajar el material sin límites, ya que si quedan burbujas de aire pueden salir por la fibra del papel. El material adquiere todas las características de las pulpas, por lo tanto, es flexible, es maleable, se puede plisar. Con esto, se me facilitó la técnica y la producción de los trabajos.
Luego de explorar mucho tiempo, me di cuenta de que no solamente la podía trabajar como pasta de modelar, sino que descubrí una composición de arcillas líquidas más las pulpas de papel, que me funcionaba muy bien para utilizarlas con molde. Esa es la materia prima de mis trabajos. Las arcillas son locales, tengo un proveedor de la Región Metropolitana, y la idea es fomentar el mercado local.
¿Por qué escogiste enfocarte en lámparas? ¿Cómo fue el proceso de llegar a las series Anfibio y Ruca?
Me di cuenta de que el mercado pedía iluminación, que hay muy poca oferta de lámparas hechas con sentido. Vi que había poca competencia, porque las personas se acercaban a mí, con los primeros prototipos, muy contentas de haber encontrado lámparas que estuvieran hechas con procesos artesanales y tuvieran un relato local. Vi que había un nicho a explorar y comencé a focalizarme en la iluminación. En un principio, con conocimientos muy básicos de electrificación y de insumos eléctricos. Hoy en día, ya logré utilizar artefactos que tienen un sello y una calidad de renombre.
Las series Ruca y Anfibio nacen de la experiencia del trabajo con comunidades mapuches en el sur del país. Yo gesté un proyecto de rescate patrimonial, donde se revive la cultura alfarera de Pitrén. Hace ya cinco años que partí con este proyecto, enseñándoles a las artesanas a modelar su propia tierra, buscando sus tierras. Con apoyo de Fondart y de la Casona Cultural de Panguipulli, pudimos llevar a cabo este lindo proyecto donde hoy día hay más de 50 artesanas que reproducen réplicas del complejo Pitrén en la Región de Los Ríos.
La serie de lámparas Ruca nace a partir de esta experiencia. Ruca es la principal vivienda mapuche, una estructura triangular principalmente –también puede ser cuadrada u ovalada–, cónica, que dio la forma de esta serie. Por otro lado, Anfibio se denomina a una de las piezas precolombinas del complejo Pitrén, que es muy bonita. Es una pieza ovalada que tiene unas protuberancias y que pareciera ser como un pez globo. Simboliza un anfibio ovando, en plena etapa de reproducción. Estos huevitos vienen a ser los hijos que tienen en su barriga. A partir de esa línea con puntitos, hice la línea Anfibio, que es más orgánica y quizás también más escultórica.
¿Cómo integras los principios del diseño slow en el paso a paso de tu trabajo?
Primero, en la preparación de las materias primas. Al preparar tu propia materia prima, se establece una sinergia entre el creador y el material. Al modelar mis materias primas, tengo una mirada más holística y reflexiva en el hacer, y por ende hay una dinámica más respetuosa. Cuando yo entro en este diálogo con el material, voy viendo las posibilidades, lo que me va permitiendo, lo que me va hablando, y así logro modificar esta materia amorfa y darle una forma, concretar mis ideas respecto de las limitaciones que me propone. En el diálogo de la arcilla con mi creación, se crea el objeto. Es un trabajo donde uno es vidente de su evolución, de su desarrollo.
Has trabajado con comunidades de la Región de Los Ríos en su rescate patrimonial. ¿En qué se centra el proyecto? ¿Cómo partió?
Desde el 2009 que trabajo con comunidades en la Región de Los Ríos. Comencé guiando los diseños de toda la parte textil y de la artesanía en madera y en ñocha. Luego de varios años yendo para allá una vez al mes solamente con la intención de ayudar y aportar, sin pretender tener ninguna ganancia, me di cuenta de que la cultura Pitrén, de la cual yo había oído hablar mucho tiempo –y la conocía por la colección fantástica de cerámica que tiene el Museo de Arte Precolombino de este complejo alfarero–, estaba a solo 10 minutos de la Casona Cultural de Panguipulli, que era donde yo ya estaba implementando talleres para guiar en el diseño.
Esto me motivó a generar un proyecto grande, con un grupo interdisciplinario de arqueólogos, etnólogos, estetas y químicos para evaluar el tema de las arcillas, y sacar adelante este proyecto. Motivé a dos gestoras culturales a apoyarme para postular a un Fondart, y más el Museo Austral y la Casona Cultural de Panguipulli, pudimos llevarlo a cabo. Hoy día son más de 50 artesanas que reproducen estas figuras que se hacían del año 300 al 1.500 después de Cristo, en esta zona.
Pitrén, por casualidad, estaba dentro de la comuna de Panguipulli, por lo tanto, había una coherencia total al implementar este proyecto en esta zona. Nos acercamos a cerro Pitrén, conocimos a las personas, las invitamos a participar. En un principio yo iba a dictar talleres de modelado en cerámica a Pitrén, luego a Huerquehue, a Panguipulli, a Calafquén; así nos empezamos a diversificar y lo que partió como una idea de rescate de alfarería patrimonial, hoy día es mucho más que eso. Es un programa formativo donde se perfeccionan monitoras para poder extender este conocimiento, difundirlo y seguir capacitando a otras artesanas en este oficio.
¿En qué consistía ese trabajo día a día?
El trabajo más intenso se hizo hace cinco años, donde yo acudía allá una vez al mes y me quedaba alrededor de cuatro o cinco días, para poder llevar a cabo todas las actividades; sobre todo, el trabajo de la arcilla, la preparación de las materias primas, buscar las arcillas en los terrenos. En este lugar, solamente quedaba tradición oral de dónde poder encontrar pastas y barros, ya que había algunos artesanos mapuches que no trabajaban la arcilla, pero sí sabían dónde sus ancestros, sus bisabuelos iban a buscarla. De boca en boca, empezamos a encontrar materiales arcillosos para trabajar.
Los cursos de modelado en un principio fueron bien intensos, porque había que enseñar la técnica de cero. Hoy en día, son una agrupación absolutamente autónoma. Yo me acerco a ellas una vez cada dos o tres meses para hacer ciclos de retroalimentación, con la idea de yo, a estas alturas, aprender cómo ellas han ido descubriendo y avanzando tanto técnica y creativamente en sus trabajos.
Acá en Santiago, ¿cómo organizas el trabajo en tu taller?
Mi trabajo de taller es diario, todas las mañanas intento llegar a las 8:00 al taller. Trabajo con dos artesanos que me apoyan en el modelado y en el trabajo de las lámparas. También trabajo con otra persona que tiene gran talento y manualidad para el trabajo con lámina de cobre y de oro, que es un trabajo muy fino y delicado. Por otra parte, tengo apoyo en la electrificación de cada lámpara, que también es muy manual.
El trabajo principalmente se elabora en el taller, con ese horario matutino, porque ahí es donde están todas las ideas frescas. Y me dejo dos tardes a la semana para poder, yo misma, elaborar prototipos, crear y hacer nuevas formas. Es un tiempo sagrado en el que necesito estar sola en mi taller, solamente modelando y creando las nuevas figuras. Me pasa que me siento estancada una vez que se replica una y otra figura, aunque ninguna es igual a la otra porque cada vez que sale del molde se transforma y se manipula de manera tal que sea diferente una de otra. Pero no es lo mismo crear un objeto de cero, con fin utilitario o escultórico. Por eso, ese es un tiempo sagrado.
Cuéntanos qué se viene para Maia Design. ¿Cuáles son los planes o proyecciones?
El año pasado lo dediqué a posicionarme respecto de la comercialización y la visualización de la marca con su relato y su significado, y entender cuáles eran las lámparas que el público prefería, y cómo definir qué era lo mejor. En cambio, este año es fascinante, creativo totalmente, ya que me gané dos fondos: uno en artesanía contemporánea y el otro en creación en diseño.
Con el primero, mi interés es rescatar el trabajo de las ubres de vaca, junto a un maestro artesano que maneja esta técnica casi extinta, en Temuco, específicamente en Gorbea. La idea es ir a este lugar durante dos meses, compartir con este artesano, Óscar Huaiquimil, trabajar con él en su taller, entender cómo manipula el material, cómo es su oficio, y a partir de esta experiencia generar un producto que, hasta este minuto, es una lámpara.
El segundo Fondart surgió porque, a partir del trabajo con las pulpas de papel y arcilla, empecé a tener mucha curiosidad sobre el manejo de las pulpas de papel sin la arcilla, como materia prima de las lámparas. Como yo utilizo moldes de yeso, en algunos casos, para hacer lámparas, la idea sería reutilizar los moldes con pulpas de papel y lograr formas de iluminaria. Ojalá reciclando el papel, con una mirada más sustentable, y reutilizando los moldes que ya tengo de mis lámparas anteriores.
Es fascinante investigar el material cuero y el material pulpa de papel, vinculadas al objeto y la luz, y todo lo que significa investigar un material que en principio es traslúcido. Es dar un paso más con un material transparente que permite que la luz lo atraviese. Eso me tiene muy curiosa y con muchas ganas de trabajar.
Imágenes: cortesía de Maia Design