¿Qué es?
El metano (CH₄) es un gas inodoro, incoloro y altamente inflamable que existe naturalmente como una molécula que tiene un átomo de carbono y cuatro de hidrógeno. A pesar de no ser uno de los gases más importantes en nuestra atmósfera (como sí lo son el nitrógeno, oxígeno y argón), es uno de los compuestos orgánicos más abundantes en la Tierra. El metano es, además, el componente principal del gas natural, y se usa como combustible para generar calefacción o electricidad en distintas partes del mundo.
¿Cómo se produce?
De forma natural y sintética. Hay, a su vez, dos formas principales en las que se produce de forma natural. La primera es a través de una serie de reacciones químicas por la descomposición de materia orgánica a bajas profundidades en ambientes con bajo nivel de oxígeno, como los pantanos.
Otra es en los depósitos subterráneos de combustibles fósiles que han sido sometidos a alta presión y temperatura durante millones de años. Y a medida que estos combustibles se minan cuando se extrae carbón, petróleo y gas natural, también se libera metano. Parte de este gas se utiliza para calentar agua y generar vapor, el que luego se ocupa para generar electricidad.
¿Qué tienen que ver las vacas?
Alrededor de un 27% de las emisiones de metano se generan por un proceso llamado fermentación entérica, que hace referencia a la digestión que hace el ganado cuando come. Es decir, también se libera metano a la atmósfera por los gases que emiten las vacas mientras digieren su comida. De hecho, los agricultores toman el gas metano del estiércol de los animales, el que se bombea a sistemas de gas para ser usado en casas.
Otro 16% de las emisiones globales de metano se genera por los desechos orgánicos que se descomponen en vertederos.
¿Cuál es el problema?
Desde la revolución industrial, las concentraciones de metano en la atmósfera se han al menos duplicado, y casi el 20% del calentamiento global se le puede atribuir al metano.
A pesar de que hay como 200 veces menos metano concentrado en la atmósfera que dióxido de carbono (el gas de efecto invernadero más abundante), la forma química del metano lo hace particularmente capaz de atrapar calor en la atmósfera; 86 veces más que el CO2. Esto significa que un aumento leve en la cantidad de metano en la atmósfera puede tener un gran impacto en cuánto se calienta el planeta.
El metano se tarda entre 9 y 15 años en descomponerse al ser expuesto al oxígeno y vapor de agua. Pero mientras circula por la atmósfera, según National Geographic es 28 veces más potente que el CO2 como causal del cambio climático, y de acuerdo con el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), sería hasta 34 veces más potente. Estudios han demostrado que, durante un periodo de 20 años, un kilogramo de metano calienta el planeta unas 80 veces más que un kilogramo de CO2.
Sus efectos pueden ser irreversibles. El metano causa, entre otras cosas, un fenómeno llamado dilatación térmica, en el que, al calentar la atmósfera, el océano absorbe hasta un 90% de ese calor. Esto es lo que puede causar fenómenos como el deshielo del Ártico, que a su vez sube el nivel del mar y provoca la destrucción de ecosistemas, el prolongamiento de veranos muy secos, sequías, incendios forestales, daños y extinción de la flora y fauna, entre otros.
¿Qué podemos hacer al respecto en nuestro día a día?
Al igual que el CO2, el metano no es, en principio, un gas malo en sí mismo, pero la actividad humana ha hecho que haya cada vez más de este en la atmósfera. Entender de dónde proviene y desarrollar formas sistemáticas para mitigarlo es indispensable para reducir el cambio climático y ayudar a conservar la Tierra.
Ahora bien, en nuestro día a día, las dos grandes fuentes de metano que podemos reducir están en la carne y los desechos orgánicos. Por una parte, tenemos la opción de comprar solo los alimentos que realmente vayamos a consumir, y de procurar manejar responsablemente los desechos orgánicos, por ejemplo, haciendo compost o contratando un servicio que los gestione.
Por otro lado, quizás la acción con más impacto que tenemos a la mano para reducir la cantidad de metano que causamos que se libere a la atmósfera es reducir nuestro consumo de carne y productos animales. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) tiene infografías útiles sobre la evaluación ambiental de la ganadería mundial, acá. En ellas, analiza la producción regional de carne, el consumo global del sector ganadero, la estimación global de emisiones de gases de efecto invernadero por especie y la intensidad de las emisiones globales por producto, lo que nos ayuda a entender cómo nuestro consumo diario tiene un impacto en la industria ganadera y sus efectos en el planeta.
Fuentes:
National Geographic
BBC
Mother Nature Work
Popular Mechanics
Earth Justice
FAO