En este mes de julio en donde el uso de plástico está en la boca de todos, donde estamos a meses de la COP25 y Chile se suma al Pacto por el Plástico, nos preguntamos… ¿qué pasa con la industria de la moda en este aspecto?
Más de un tercio de los microplásticos que llegan al océano proviene de textiles sintéticos, y si consideramos que el 65% de las fibras utilizadas en la industria de la moda están hechas de material sintético, se hace evidente que este sector tiene mucho que decir, pero sobre todo hacer, respecto de la contaminación de los océanos. El lavado de ropa sintética descarga entre medio millón y un millón de toneladas anuales de microfibras de plástico en las aguas residuales. Es decir, lavar nuestra ropa deportiva, ese vestido de poliéster que nos compramos el verano pasado, o básicamente cualquier prenda sintética, nos hace parte del problema.
Con estos antecedentes, nos propusimos explorar el problema de los microplásticos en la moda, cuál es su impacto y qué podemos hacer al respecto.
Breve glosario: ¿Qué son los microplásticos? ¿Y una microfibra?
Los microplásticos son pequeñas piezas de plástico, cuyo tamaño es de entre cinco y un milímetro o menos.
El tamaño sí importa, y el origen también. Los microplásticos se pueden dividir en dos categorías: primarios y secundarios. Los primeros son liberados directamente al medioambiente, por ejemplo, las perlas plásticas contenidas en productos cosméticos como exfoliantes o pastas de dientes, la erosión de los neumáticos sobre el pavimento o el desprendimiento de las microfibras textiles. Los secundarios, son microplásticos que se originan de artículos plásticos de mayor tamaño como botellas o redes de pesca, pero que dada su mala gestión se degradan en piezas más pequeñas.
Con esto claro, ¿cómo es que las fibras textiles pueden convertirse en microplásticos?
Las microfibras son fibras textiles muy cortas (menos de cinco milímetros de largo), de las cuales aquellas que se desprenden de textiles a base de petróleo son consideradas un tipo de microplástico. Las fibras textiles derivadas del petróleo son: poliéster, nylon, acrílico, polipropileno y elastano, siendo el poliéster la fibra “líder” dentro de las sintéticas.
¿Cómo es que esa camiseta de poliéster termina siendo parte del problema? A través del lavado de la ropa.
Cifras de alto impacto
De acuerdo al reporte A new textiles economy de la Ellen MacArthur Foundation, cada año alrededor de mil millones de microfibras son liberadas al medioambiente por medio del lavado de textiles, los cuales comúnmente terminan acumulándose en los océanos. Así, se estima que el 35% de los microplásticos primarios (es decir, que llegan al océano en un tamaño milimétrico) se liberan a través del proceso de lavado de los textiles.
Los datos varían de un estudio a otro, pero organizaciones como Plastic Soup han estimado que entre 600.000 y 17.000.000 de microfibras son liberadas en el lavado de 5 kilos de ropa, lo que es apoyado por el estudio realizado por los investigadores británicos Napper and Thompson de la universidad de Plymouth, quienes estimaron que más de 700.000 fibras plásticas son liberadas por cada 6 kg de ropa. Y si queremos hacernos una idea más concreta, de acuerdo al proyecto de investigación Mermaids, Ocean Clean Wash, el lavado de un forro de polar sintético desprende casi 1 millón de fibras, una bufanda de acrílico aporta con 300.000, y un par de calcetines 136.000. Wow.
Y aunque estas pequeñas fibras podrían parecer inofensivas, la verdad es que son un gran problema. Según estimaciones recientes, el lavado de textiles hace que se liberen anualmente al océano alrededor de medio millón de toneladas de microfibras de plástico, las que equivalen a casi 3 mil millones de tops de poliéster. Y si consideramos que la industria de la moda sigue creciendo a pasos agigantados, entonces el problema se vuelve aún más “pesado”, según la fundación Ellen MacArthur.
Debido a su tamaño, ni las lavadoras ni las plantas de tratamiento son capaces de detener estas fibras, las que finalmente terminan contaminando los océanos y eventualmente dentro de la cadena alimenticia, de acuerdo con Plastic Soup.
El pequeño gran problema de los microplásticos y su impacto
Aunque no sea visible al ojo humano, y como nos podremos imaginar después de revisar las cifras anteriores, los microplásticos están en todos lados, y eso es un problema.
Dichas partículas son ingeridas por animales marinos, contaminando toda la cadena alimenticia. Se ha encontrado la presencia de microplásticos en zooplankton y otras especies marinas como el pepino de mar, cangrejos y mejillones (Plastic Soup) y se estima que un consumidor europeo promedio de mariscos puede comer hasta 11.000 partículas microplásticas por año (Ellen Macarthur Foundation). La transferencia microplástica a través de la candena alimentaria ha sido ampliamente demostrada.
Pero el mar y sus animales no son los únicos afectados, pues de acuerdo con Plastic Soup, “estudios preliminares concluyeron que los plásticos pueden entrar en el torrente sanguíneo humano y pueden atravesar la placenta humana, posiblemente exponiendo al feto en desarrollo a estas partículas. Las partículas de plástico son probablemente absorbidas por el tejido humano”.
Existe, además, evidencia que revela la presencia de microplásticos en otros productos consumidos por los seres humanos, como la cerveza, la miel, la sal y el azúcar.
De acuerdo al reporte A new textiles economy, la fuente y la contribución de los textiles aún necesitan más investigación.
No todo está perdido: ¿Qué se está haciendo y cómo podemos aportar a esa solución?
Este gran tema plantea un enorme desafío para la industria de la moda, empezando por el tratamiento de las fibras, la elección de estas y las posibilidades de innovación en torno a los materiales que se escogen para producir vestuario.
Desde Ellen MacArthur Foundation concluyen que son necesarias dos acciones clave para reducir la liberación de microplásticos textiles. La primera es “desarrollar nuevos materiales y procesos de producción que eviten el desprendimiento de microfibras” y “aumentar la efectividad y la escala de las tecnologías que capturan las microfibras que se lanzan inevitablemente”. A esto, la fundación Plastic Soup agrega que los fabricantes de lavadoras también deben sumarse al desafío desarrollando filtros que frenen la llegada de estos plásticos al agua. Ocean Clean Wash es la campaña liderada por esta organización y cuyo objetivo actual es reducir en un 80% la liberación de microfibras sintéticas a los océanos en los próximos años.
Aunque el tema de las microfibras es un desafío del cual la industria de la moda debe hacerse cargo, nosotros como consumidores también podemos aportar desde nuestra vereda.
De acuerdo a la investigación realizada por el proyecto Mermaids:
Llenar la lavadora al máximo: lavar una carga completa reduce la fricción entre las prendas de ropa y, por lo tanto, se soltarán menos fibras.
Usar detergente líquido en vez de en polvo: la función ‘exfoliante’ de los granos del detergente en polvo hace que se liberen más fibras que con detergente líquido.
Usar suavizante: determinados ingredientes del suavizante reducen la fricción entre las fibras, así que la emisión se reduce.
Lavar a bajas temperaturas: cuando lavamos la ropa a altas temperaturas, algunos tejidos se dañan, por lo que se emiten más fibras (además gastamos más energía y se erosionan los tejidos).
Evitar lavados muy largos: ya que causan más fricción entre los tejidos, por lo que también lleva a que la ropa suelte más fibras.
Secar la ropa a bajas revoluciones: las altas revoluciones aumentan la fricción entre las prendas de ropa, resultando en más riesgo de liberación de fibras.
Evitar comprar ropa hecha con materiales sintéticos: si queremos evitar el desprendimiento de microplásticos… entonces, ¡evitemos fibras plásticas! Optemos por textiles naturales como algodón viscosa, lana, lino, tencel, entre otras.
¿Qué otras soluciones conoces o se te ocurren para mitigar este problema?
Fuentes
A New Textile Economy, Ellen Macarthur Foundation
Orb Media
Plastic Soup Foundation
Mermaids
Ocean Clean Wash
Imagen de portada: Daniel Salcius en Unsplash