¿Quién no ama el hecho de poder pedir una hamburguesa con papas fritas desde la comodidad de la cama y que nos llegue en menos de una hora? Felicidad a tan solo dos clicks de distancia. Rico, pero sobre todo rápido, muuuy rápido. La cultura del ahora nos rodea en todos los aspectos de nuestras vidas. Hoy vivimos bajo los efectos del si no llegamos en menos de 30 minutos es gratis. ¿Pero, podemos trabajar de la misma manera?
Trabajar bajo presión nunca ha significado un problema para aquellos que nos tocó crecer en un entorno de adultos con poca paciencia; sin embargo el mundo pareciera haber perdido el rumbo en cuanto a las prioridades y nos encontramos en ambientes laborales donde todo se espera para ahora ya. Trabajamos bajo la norma de lo necesitamos para ayer, más que trabajadores y equipos, parecemos un departamento de bomberos, apagando incendios día a día. Resultados a dos clicks de distancia.
Pero, ¿cuán productivo o rentable puede ser un ambiente laboral así?
Esta es una pregunta que me vengo haciendo casi a diario desde hace algunos años. La inmediatez ha tomado la ventaja frente a la calidad de los resultados y cuando todo se vuelve una urgencia, el burnt out está a la vuelta de la esquina.
Cada día vemos más personas reventadas, no sólo por el ritmo de la vida moderna, sino que por la falta de propósito en sus vidas laborales: zombies creativos, amenazados por la angustia de no ser lo suficientemente rápidos y productivos. Por mucho tiempo creí que era algo que sólo me pasaba a mí, trabajaba como si fuera a correr una maratón, sacando ideas y resultados para cada proyecto como si estuviéramos en una trinchera, reaccionando frente a la amenaza, sin pensar mucho, en un continuo survival mood.
Un día comencé a hablarlo con mis amigas y muchas estábamos en la misma situación, independiente de nuestros roles. Mentes agotadas, que sólo teníamos como meta hacer fluir los trellos y esos excels como pan caliente. Check, check, check. Bombardeadas con mails y mensajes que nos preguntaban si habíamos recibido esos mails. ¿Productivas? Poco. ¿Felices? Mucho menos.
Si bien la tecnología nos ha permitido optimizar tantos procesos, especialmente en temas de tiempo, ¿no es nuestro mayor valor como personas aportar con nuestro lado cualitativo?
En la inmediatez es muy difícil que habiten las ideas y la tan deseada innovación. Pareciera que tan solo buscamos inventarnos una serie de tareas para sentir que avanzamos, sin un rumbo muy claro, pero avanzamos a alta velocidad.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
No quiero compartirte una “to do list” porque es justamente ese el punto a debatir. Hacer lista de listas de listas de cosas que hacer. Sino más bien te quiero invitar a lo siguiente:
- Aunque suene obvio, comenzar preguntándonos el por qué hacemos lo que hacemos puede ser un buen comienzo.
- Darnos el permiso de parar un minuto. Desde la pausa dirigir nuestras decisiones diarias hacia esos valores que nos mueven en la vida, logrando ser más selectivas y selectivos a la hora de elegir en qué y cómo queremos pasar nuestras horas laborales (que no son pocas).
- Somos mucho más que un cúmulo de pendientes. Sin duda somos mucho más que la velocidad de nuestras acciones. La productividad no es la antítesis de la felicidad, es más no existe una sin la otra.
No trabajamos solo para tachar listados de tareas en un loop infinito, trabajamos para dejar un impacto en esa área de la vida que nos apasiona. Si la inmediatez y la pseudo llamada eficiencia implican ir en esta ruta de pensar menos o hacer por hacer, pare aquí chofer, que aquí me bajo.
Te invito a que nos dejes en los comentarios cómo ha sido, bajo tu propia e íntima perspectiva, hacer esa “parada de tren” y darle sentido al tiempo desde una forma que sea productiva, pero orgánica con tu vida.
¡Te leemos!