¿Qué significa?
Originalmente era una contracción de los términos permanent y agriculture (agricultura permanente) y hacía referencia especialmente al “diseño consciente de paisajes que imitan los patrones y las relaciones de la naturaleza, mientras suministran alimento, fibras y energía abundantes para satisfacer las necesidades locales”. Es decir, partió como un sistema de agricultura sostenible. El término fue acuñado en el libro Permaculture One (1978) por el biólogo, investigador, científico y activista australiano Bill Mollison, y por David Holmgren, también australiano, ecólogo y escritor.
A mediados de los 70, Mollison y Holmgren comenzaron a desarrollar estas ideas para crear sistemas agrícolas estables en respuesta al rápido crecimiento en el uso de métodos agroindustriales destructivos. Eventualmente, el concepto pasó a ser un proceso de diseño más plenamente holístico para crear hábitats humanos sostenibles.
Con el tiempo, la visión de la permacultura ha evolucionado hacia una combinación más inclusiva de permanent y culture (cultura permanente). Hoy en día se puede entender como un conjunto de herramientas para enfrentar desafíos ambientales y repensar y rediseñar comunidades para vivir de forma continua con el ambiente natural y, a la larga, transformar el mundo.
¿En qué se basa?
Su filosofía es trabajar con, y no en contra de contra la naturaleza. En su libro Introducción a la permacultura (1991), Mollison la definió como una filosofía “de observación prolongada y reflexiva, en lugar de labores prolongadas e inconscientes; de entender a las plantas y los animales en todas sus funciones, en lugar de tratar a las áreas como sistemas mono-productivos”. La permacultura promueve la salud del suelo, pero también de quienes lo trabajan.
Busca conseguir comunidades adaptables y culturas resistentes y elásticas ante un clima cambiante. Jono Neiger, biólogo, educador y diseñador, escribió en su libro The Permaculture Promise (2016) que la permacultura se trata de reconstruir las necesarias relaciones con las personas, la tierra y los sistemas que nos sostienen.
Hay que decir que sus principios son parte de la ética comunitaria adoptada por muchas culturas antiguas. No son ideas nuevas o inventadas en los 70 en absoluto. De hecho, como parte de su trabajo, Mollison se dedicó a viajar por Asia, África y Latinoamérica para comprender las prácticas ancestrales que habían contribuido a la sostenibilidad de las culturas agrícolas antiguas. Su trabajo, entonces, fue el explicar y revalorizar esos conceptos.
¿Cuáles son esos principios?
Tiene tres principios éticos básicos:
Cuidado de la Tierra. Reconstruir el capital natural: conservación del suelo, los bosques y el agua; provisión para todos los sistemas de vida.
Cuidado de las personas. Cuidarse a sí mismo, a los familiares, parientes y a la comunidad; provisión de acceso para las personas a los recursos necesarios para su existencia.
Compartir con equidad. Celebrar la abundancia en la naturaleza y aceptar sus limitaciones: reinvertir los excedentes de nuevo en el sistema, establecer límites al consumo y a la reproducción, distribuir con justicia los excedentes que se han logrado juntos.
La permacultura tiene también 12 principios de diseño, que rodean a los principios éticos. Estos (explicados en el libro de Holmgren, Permacultura: Principios y senderos mas allá de la sustentabilidad, publicado en 2002), incluyen:
– Observar e interactuar
– Captar y almacenar energía
– Obtener un rendimiento
– Aplicar autoregulación y aceptar retroalimentación
– Usar y valorar los servicios y recursos naturales
– Dejar de producir desperdicios
– Diseñar desde los patrones hacia los detalles
– Integrar más que segregar
– Usar soluciones lentas y pequeñas
– Usar y valorar la biodiversidad
– Usar los bordes y valorar lo marginal
– Usar y responder creativamente al cambio
(Acá se puede leer un poco más sobre cada uno).
¿Por qué no se ha expandido ampliamente aún?
Holmgren explica, en ese mismo libro de 2002, que las soluciones de desarrollo ecológico que reflejan los principios del diseño permacultural no han tenido un impacto mayor por distintas razones. Algunas de ellas, expresadas de distinto modo en las diferentes sociedades y contextos, son:
– La hostilidad de la cultura científica prevaleciente ante los métodos holísticos de investigación.
– La cultura dominante del consumismo, promovida por medidas económicas disfuncionales de progreso y bienestar.
– Las élites políticas, económicas y sociales, tanto a nivel local como global que se resisten a perder influencia y poder ante la adopción de una mayor autosuficiencia y autonomía locales.
Para la gran mayoría de los habitantes del planeta, dice, el costo de las necesidades básicas es relativamente alto respecto a sus ingresos reales, “por lo que las oportunidades de mantener o desarrollar medios más autosuficientes para cubrir sus necesidades son extremadamente limitadas”.
“El declive de los recursos naturales locales por la presión del crecimiento de la población, las innovaciones en la tecnología de extracción de recursos, los conflictos migratorios y étnicos, así como la explotación de gobiernos y corporaciones, han reducido la productividad y la viabilidad de los viejos sistemas co-evolutivos sostenibles”, añade. En paralelo, si bien el crecimiento de la economía monetaria ha producido oportunidades para el trabajo agrícola e industrial, fracasa en tener en cuenta el declive del bienestar.
¿Cómo es la permacultura en la práctica?
Puede tomar distintas formas. Algunos ejemplos de cómo se aplica la permacultura se pueden ver en los videos y películas de Jordan Osmond, de Happen Films, donde muestra distintas formas de vivir y cultivar en las que cada sistema natural se alimenta y apoya el crecimiento del otro. Un buen caso de esto es la granja Purple Pear Farm, que se ve en este video. O incluso las granjas y prácticas del documental Sustainable, que recomendamos hace poco.
Otro ejemplo podría ser el proyecto City Repair en Portland, Oregon, EE.UU, que aplica los principios de la permacultura en proyectos artísticos y ambientales para estimular las relaciones locales y su entorno natural.
La permacultura, en definitiva, crea una base ética para relacionarse con la naturaleza y las personas. Es decir, va más allá de la sustentabilidad e indaga en la resiliencia de las comunidades, y su última meta es la prosperidad humana en un mundo natural cambiante.
Es una guía para un cambio más amplio. Leí por ahí que una definición de permacultura que me gustó: “revolución disfrazada de jardinería”, ya que busca construir y transformar sistemas locales mediante soluciones prácticas y tangibles que conducen a cambios sistemáticos.