En nuestra sección El Libro, les contamos sobre Carl Honoré y su publicación In Praise of Slowness (Elogio a la lentitud). Allí el autor revisa en su bestseller nuestra relación con el tiempo, analiza la enfermedad del reloj, el nacimiento de la eficiencia, y explora cómo lo slow, una filosofía de origen italiano sobre lograr un balance en la vida, ha permeado todos los ámbitos de la cultura. Él se refiere al slow sex, slow work, slow medicine, slow leisure, slow cities y slow parenting. El periodista canadiense no mencionó el slow fashion -que sin duda existe y nació en contraposición a la moda rápida, desechable, barata y contaminante- y tampoco incluyó la slow beauty o belleza lenta. Este último concepto, no se encuentra desarrollado como en el caso de la moda, pero aquí en Franca. intentaremos una definición.
La belleza lenta la concebimos como un movimiento opuesto a la industria de belleza actual (descartable, tóxica, demasiado costosa o demasiado barata, que brinda soluciones ‘parche’ y testea en animales), el cual se estructura bajo los mismos principios del slow food: bueno (calidad de los ingredientes), limpio (producción que no daña al medioambiente) y justo (precios asequibles para consumidores, y condiciones y pago justo a productores). Sigue también la lógica de ‘menos es más’ (menos ingredientes en un producto, más salud para el cuerpo y el planeta). Asimismo, se trata de hacer ciertas cosas uno mismo, así como tomar decisiones de compra inteligentes, es decir, informadas. Se trata de apoyar a pequeños comerciantes y abrazar lo que es local, natural y orgánico -dentro de lo posible-. Finalmente, se encuentra estrechamente ligado a la alimentación. ¿Cómo así?
Típicamente nos preocupamos de nuestro aspecto exterior, y de cómo sacarle partido a nuestros rasgos del rostro, porque hemos concluido como sociedad que la belleza es algo externo. Normalmente alteramos nuestra piel para seguir la tendencia de la temporada que sugieren revistas e influencers de las redes sociales. Probamos con cremas, tónicos, astringentes, primers, bases, correctores, polvos, iluminadores… Sin embargo hay autores y emprendedores (¡que nos encantan!) que disienten de esta idea y proponen que la armonía física de una persona dice relación con un balance de su interior y su apariencia visible. En una palabra, somos lo que comemos, lo cual es muy obvio, pero a menudo lo olvidamos. Y si quieres una piel hermosa, deberías reconsiderar tu relación con bebidas gaseosas, energéticas, alcohólicas y hasta con el café de todos los días. Y esta es la punta del iceberg.
Hay autores que proponen que la armonía física de una persona dice relación con un balance de su interior y su apariencia visible. En una palabra, somos lo que comemos (…)
Adina Grigore, fundadora de S.W. Basics, naturópata y wellness coach, se pregunta en su libro The Skin Cleanse, “¿Por qué el dermatólogo no basa su atención médica en nuestra alimentación?” Una mala alimentación es simplemente malo para la salud -es decir para todos los órganos de nuestro cuerpo, incluida nuestra piel-, y conviene aclarar de inmediato que el azúcar, la fritanga y la comida procesada son enemigos. Sin importar cuánto ejercites, dónde vivas, o cuán maravillosos sean tus genes. Por otra parte, también es clave encontrar los tipos de alimentos que son específicamente malos para el cuerpo de cada cual, y eso se puede lograr con un food journal o diario de alimentación. En él se anota todo lo que se come y bebe en conjunto con cualquier síntoma físico del cuerpo. Esto se puede mostrar a un profesional para que lo evalúe (health coach o nutricionista) o bien uno mismo se hace cargo.
Como regla general, una mala nutrición = inflamación = problemas en la piel. Una sensibilidad a algún alimento causa inflamación, y ésta se puede volver crónica porque es fácil pasarla por alto. Cuando no se está metabolizando bien el alimento, no se absorben bien los nutrientes, lo que causa más inflamación. Es un círculo vicioso. Para detenerlo, lleva tu diario de alimentación. Simple, económico y sorprendente. ¿Por cuánto tiempo? Se recomienda mantener el food journal por mínimo tres días. En una semana se puede ver claramente qué ocasiona reacciones en el cuerpo. Tenerlo por dos semanas como máximo, y aprender de él, más que juzgarse/criticarse. ¿Qué anotar? Absolutamente todo: comidas, bebidas, medicinas, suplementos, snacks, etc. En el ámbito de las reacciones, anotar dolores de cabeza, dolores de estómago, hinchazón, cansancio, explosiones de energía, somnolencia, insomnio, cambios de humor. Por último, anotar reacciones en la piel, en la mañana y en la noche antes de acostarse: ¿Te despertaste con un granito? ¿Piel grasa en la noche? Luego de una exfoliación, ¿la piel se puso roja y dolía?
El análisis del diario de alimentación y qué hacer después, vendrá en el post del próximo mes, ¡atentos!