Si alguna vez pensaste, al igual que yo, que el ecodiseño es lo mismo que el diseño sustentable, debo comentarte que no lo son. A pesar de que se parecen, no son lo mismo.
Como diseñadora me corresponde hacer una pequeña introducción al tema y a lo que significa el diseño en una sociedad. Se puede decir que, más que ser una disciplina, es un proceso, a través del cual se busca una solución a una problemática específica (problemática que va desde hacer ropa hasta crear un sistema que transporte a miles de pasajeros por el aire, por tierra o por mar).
Como todo proceso, así como todo en la vida, se puede hacer más o menos amigable con el medioambiente y el entorno. Es así como se dan los primeros pasos al ecodiseño y diseño sustentable.
El 80% del impacto ambiental de un producto se genera en la etapa de producción de este, debido a los materiales usados, los procesos de empaquetado, métodos de distribución, entre otros. A diferencia del diseño sostenible que vela por el ámbito económico, social y productivo en la primera etapa, el ecodiseño busca disminuir el impacto ambiental de un producto desde la etapa inicial hasta su disposición final.
Así como existen conceptos básicos para una vida ecoamigable, también se pueden proponer cinco ideas, las que en los últimos años se han posicionado como los “mandamientos del ecodiseño”.
- Modularidad: Piezas que construyen un todo.
- Emocionalidad: Generar vínculos entre el producto y el consumidor/a.
- Sostenibilidad: Está en la naturaleza, todo funciona en un ciclo.
- Multifuncionalidad: Un objeto se usa para múltiples cosas, formas o funciones.
- Experiencia: Es la interacción, el valor agregado al producto.
Bajo esta lógica, quizás se hace un poco difícil o exigente encontrar productos que cumplan con todas estas características. Pero, soy una fiel creyente del equilibrio y que cada individuo puede aportar desde su propia vereda.
Entender el fondo
Curioseando sobre este tema, me encontré con una declaración de Marcela Godoy, presidenta de la Asociación de Consumidores Sustentables de Chile, AdC Circular, y Stgo Slow, donde afirma que “no basta un cambio en el sistema de producción, necesitamos hacer cambios en el sistema de consumo”. Afirmación que me hizo mucho sentido, desde el punto de vista de modificar, educar o al menos, intentar que nuestros hábitos de consumo sean más conscientes y en sintonía con nuestra propia realidad.
No sé si Marcela se refería específicamente a esto (corrígeme si no…), pero si alguien no tiene los medios económicos, sociales o culturales para adquirir un producto de ecodiseño -porque sí, a veces es más costoso pero más valioso- al menos se puede aportar poniendo en práctica la filosofía de esta disciplina. Donde el fin último no es llegar precisamente al reciclaje del producto, si no a la reutilización de este en nuevas formas y funciones.
Por ejemplo, el hecho de reparar y cuidar la ropa es uno de los manifiesto del ecodiseño. A pesar de no estar comprando algo nuevo o desde cero, se está apostando por una economía circular, la cual busca cambiar los métodos de producción y avanzar hacia una mayor reutilización y reciclaje de los recursos, para hacerlos más duraderos en el tiempo.
Hacia un diseño social y sostenible
Maria del Valle Ledesma en su publicación “Cartografía del diseño social”, nos insta a pensar y problematizar el diseño social, el diseño “para todos”, amparado bajo el gran paraguas de la sostenibilidad y sustentabilidad. Para ella, éste debe trabajarse bajo tres parámetros interconectados: la forma, la existencia y el valor. Porque más allá de los productos, la sostenibilidad piensa en el proceso, como hemos dicho, por lo tanto, se hace necesario -e imperativo- construir bajo las variables medioambientales y materiales, las variables socio-estéticas (procesos) y las problemáticas del territorio.
Creo que una de las tareas más importantes, más aún en el territorio slow, es la educación y el constante aprendizaje. Como joven diseñadora, y con la mente aún fresca de mis pasos por la academia, creo que el diseño debe enseñar a las futuras generaciones a cómo construir y consumir desde una vereda más consciente. Ésta puede ser la clave para un mejor futuro.
Existen iniciativas como la de Museo Taller donde, además de tener muestras permanentes, tienen una serie de actividades para realizar con niñas y niños, en las cuales se fomenta el oficio y el aprecio por los materiales.
Una de estas actividades es el “taller + kit de auto en movimiento”, donde construyen a partir de piezas modulares de madera local, producidas en el mismo taller. Un auto de juguete que luego, a través de energías renovables (solar y eólica), se logra poner en movimiento.
Marcela Bañados, directora de Contenidos de este museo, nos señaló que los objetivos de la institución están alineados con la malla curricular del Ministerio de Educación. Por lo que también es una excelente opción para instituciones educativas que quieran enseñar desde una metodología ética, local y desde el ecodiseño.
Tal como me gusta creer, cada persona puede aportar desde su propia experiencia y realidad. Como adultos, o al menos personas con más experiencia, podemos transmitir esta forma de vida más amigable a las próximas generaciones y, desde las dinámicas territoriales, podemos construir la sostenibilidad.