Cuando en la década de los ochenta recién se comenzaba a hablar de sustentabilidad en Europa, Rudi Dalvai decidió dejar el trabajo que tenía en esa época y postuló a la Organización Mundial de Comercio Justo (WFTO, por sus siglas en inglés). Sentía una gran admiración por las personas que trabajaban arduamente y todos los días para alcanzar sus metas en la vida y, una vez dentro de la organización, empezó a darse cuenta que los pequeños productores eran así. Hoy, con más de treinta años al cuidado de estos, corona su carrera como el presidente de la Organización Mundial de Comercio Justo, la que actualmente suma socios de más de 80 países, entre ellos Chile.
Parte de las celebraciones de la Semana de Comercio Justo en nuestro país, tuvimos el honor de entrevistar a Rudi y saber sobre los principales desafíos que enfrenta para poder llevar adelante la misión de la organización, la de igualar las oportunidades para los pequeños productores, así como también sensibilizar a cada vez más personas al respecto.
Y, entre muchas cosas, nos sorprendió el hecho que, más que dificultades, en su andar siempre se encuentra con individuos y fundaciones que lo ayudan fuertemente a difundir su mensaje.
¿Cuáles son los principales desafíos que te ha tocado enfrentar a la cabeza de WTFO?
Lo primero ha sido construir un sistema de garantía, porque la tendencia del Comercio Justo ha avanzado muchísimo, también en el mercado tradicional, a través de productos y procesos certificados. Era necesario entonces asegurar que nuestros socios crecieran respetando los diez principios de nuestra organización.
En segundo lugar, está el esfuerzo económico para que la WTFO funcione. Como organización, nos mantenemos con los fondos de los miembros que pagan anualmente su membresía, por lo que debemos ofrecer servicios a estos, promoviendo su actividad y/o apoyándolos para que puedan participar en ferias internacionales, por ejemplo. Es algo muy importante, porque si como asociación no podemos dar estos beneficios, entonces no servimos.
¿Qué obstáculos has tenido que sortear cuando sales a buscar a más países que practiquen el Comercio Justo?
No hay dificultades, sino que todo lo contrario. Siempre encuentro a personas y fundaciones que trabajan en este campo. Por ejemplo, cuando llegué a Chile por primera vez no vine a resolver problemas, sino que aquí ya existían organizaciones que llevaban años trabajando en la materia. Entonces yo los ayudo a promover el concepto.
En este sentido, en el país se vive un gran momento, porque está pasando de ser un exportador de Comercio Justo a un consumidor del mismo. En el rubro de la artesanía, los vinos y otros. Hay un desarrollo económico favorable en Chile y las personas ya pueden comprar productos certificados, como por ejemplo el chocolate, el café y los plátanos, provenientes de otros países.
Ésta es la gran tarea de nuestra organización, que cada vez más consumidores conozcan el concepto de Comercio Justo, pero también puedan encontrar los productos asociados. Son dos cosas que van de la mano, la sensibilidad respecto del tema y la posibilidad que las personas puedan elegir cada vez más marcas que se preocupan del medio ambiente y lo social.
Existe la errónea percepción que los productos derivados del Comercio Justo no tienen necesariamente un precio “justo”, que nos podrías decir tú: ¿son estos más caros que otros productos?
No. En Italia, normalmente se importan miles de toneladas de plátanos al año y el precio es más o menos similar al de aquellos que no cuentan con ninguna certificación ética. Claro que si tú vas a comprar a una pequeña tienda, te vas a encontrar con un mayor valor que el que tienen los supermercados.
Los precios del Comercio Justo no son caros, son justos; sobre todo considerando si yo quiero consumir un chocolate que haya sido elaborado sin ningún tipo de explotación humana ni de recursos. Sabemos que en los supermercados hay muchos chocolates que se han hecho en base a la explotación y, pese a que esto no está escrito en sus etiquetas, no tenemos cómo comprobarlo.
Por el contrario, los productos que sí cuentan con un sello de no explotación, certifican que están producidos respetando ciertas normas. Por esto, un producto puede ser un poco más caro, pero cada vez más personas, sobre todo las más jóvenes, eligen libremente este tipo de comercio y están dispuestas a pagar la diferencia de precio.
«El Comercio Justo no sólo involucra al comercio, sino que también necesita fuertemente de la sensibilización de las personas y las autoridades»
¿Con qué impresión te fuiste en tu última visita a Chile? Las empresas de Comercio Justo acá, ¿realmente representan un cambio?
Sí, me encontré con un movimiento muy vivo y con buenas ideas. También con el apoyo de organizaciones que promueven el Comercio Justo y he podido conocer el trabajo de mujeres emprendedoras chilenas, las cuales están siendo apoyadas para salir a exportar sus productos. Además, participé de una feria que se hizo en el Alto las Condes, que tuvo muchos stands con productos y artesanías que cuentan con certificación ética.
Creo que aquí el movimiento está listo para crecer y esto se puede ver tanto por el interés que tienen los medios hacia el tema, como la preferencia de los consumidores. En este sentido, el Comercio Justo tiene un futuro muy positivo aquí.
Pensando en que la práctica se extienda a otras industrias, ¿qué les dirías a los dueños de grandes empresas en Chile de manera que éstas puedan ir integrando los fundamentos del Comercio Justo?
Siempre digo a los empresarios que es más posible que el consumidor elija productos que tienen un valor social y medioambiental, antes que otros. En este sentido, si se deciden a hacer el cambio, van a tener una ventaja sobre el resto de productores. Por el contrario, quienes no desarrollen un negocio que aporte a la sociedad o lo hagan tardíamente, van a tener una desventaja importante en el mercado.
¿Y cómo hacer posible que otras industrias se impregnen del tema?
Esto tiene que ver más con los consumidores, porque si estos empiezan a preguntar cada día más por productos asociados a la economía social, son ellos los que van a ejercer la presión sobre los empresarios. Por esto, el Comercio Justo no sólo involucra al comercio, sino que también necesita fuertemente de la sensibilización de las personas y las autoridades.
Son los políticos que empujan la práctica del Comercio Justo a niveles superiores, por ejemplo a las escuelas y los centros culturales. Son ellos los que pueden impulsar fuertemente el consumo de valor social. Por esto, es un camino largo. El cambio no llega de un año a otro, pero paso a paso se puede lograr lo que pasa en Europa, que un 70% de la población conoce el tema, mientras que el 30% restante consume Comercio Justo.
Finalmente, tú que vives en Europa, ¿cómo vives a diario esta realidad de Comercio Justo?
Desde principios de los años ochenta, que consumo café de Comercio Justo y en mi casa no puede haber otro producto que no sea éste. También compramos chocolates y alimentos de consumo diario que cuentan con certificación ética. En cuanto a vestimenta quizás es un poco más complicado, porque las mujeres cuentan con más oferta de accesorios y ropa que los hombres.
Pero bueno, tampoco consumo mucho en general, pues en esto del Comercio Justo no se gana mucho dinero, sino que se gana lo justo; no existe la especulación, por ende nunca voy a ser rico, de hecho, no me interesa.