Columna por Claudia Hurtado, historiadora con magíster en Administración Cultural, y directora ejecutiva de Artesanías de Chile.
Agosto es el mes de la solidaridad. Ha sido un tiempo duro, donde la pandemia ha dejado al descubierto lo vulnerables que somos. Ciertamente el ser humano es vulnerable, pero nos hemos olvidado de nuestra condición por un exceso de falsa seguridad puesta en lo que parecemos y no en lo que realmente somos. Esta es una crisis de magnitud y, paradójicamente, un tiempo de oportunidades.
Para nuestra fundación Artesanías de Chile, la pandemia ha significado, desde hace un año y medio, cerrar intermitentemente todas nuestras tiendas. Estábamos en esa encrucijada cuando nos surgió la principal pregunta: ¿cómo podemos seguir comprándoles a las artesanas y artesanos? Nos vimos enfrentados a buscar soluciones que, sin otros colaboradores, no habrían sido posibles. Es sorprendente cómo las dificultades pueden mejorar si todos nos ponemos al servicio de solucionarlas.
En ese contexto, hace justo un año, en agosto, mes de la solidaridad, lanzamos la campaña “Unid@s por los Artesan@s” con el fin de sensibilizar con las adversidades que estaban atravesando los y las artesanas de Chile. A esta cruzada se sumaron figuras públicas, empresas, periodistas, medios, influencers, logrando mostrar la realidad de un sector históricamente invisibilizado. Es decir, en medio de todas las dificultades pandémicas, surgió una luz de esperanza: la solidaridad. Un gesto que los artesanos y artesanas viven a diario, desarrollando sus oficios gracias a las materias primas que les entrega la pachamama y a sus habilidosas manos, que transforman esos recursos en objetos de gran valor.
Lanzamos, junto con esa campaña, una línea que bautizamos “Artesanía Solidaria”, donde pudimos visibilizar, a través de la venta de una pieza emblemática de alguna zona de Chile, la riqueza del oficio propio de ese lugar y también la necesidad de apoyar a los cultores comprando su artesanía.
Partimos con el clásico chanchito alcancía de Quinchamalí. Hoy, que comienza un nuevo agosto, volvemos a poner sobre la mesa la artesanía solidaria, por medio de un corazón de madera tallado en restos de árboles caídos por las y los artesanos de Liquiñe. Una zona ubicada en la región de Los Ríos que se ha visto duramente afectada por la pandemia. ¿Por qué? Porque un corazón artesano, como decimos en Artesanías de Chile, es un corazón solidario.
El 18 de agosto se celebra el Día de la Solidaridad en conmemoración de la muerte del Padre Alberto Hurtado. Una persona reconocida por su compromiso social y su desafiante frase “hay que dar hasta que duela”. Si bien como país estamos atravesando muchas adversidades, nos llena de esperanza ser testigos de gestos solidarios, colaborativos y de agradecimiento. Esa es la vocación que nos inspira como fundación, trabajar por y para los artesanos y artesanas porque se lo merecen y hoy nos necesitan más que nunca.
Ser personas solidarias nos permite ver las necesidades de otros. Ponernos en sus zapatos, empatizar con sus dolores y alegrías. Ser solidarios, nos hace construir un mejor país, uno en el que todas y todos nos sintamos parte. Somos tantos los apasionados por la artesanía, tantos los que nos enorgullecemos de sus cultores, hombres y mujeres que con mucho amor han construido parte de nuestra identidad. En este mes solidario, busquemos lo que nos une. La artesanía es parte de eso.
Visita nuestra tienda online y conoce y apoya el trabajo de nuestras artesanas y artesanos.