Para muchos amantes del océano, hay pocos nombres que causan tanta inspiración como Sylvia Earle. A sus 83 años, esta doctora, científica, oceanógrafa, bióloga marina y autora ha dedicado su vida a investigar, estudiar y proteger los océanos.
Todo partió cuando recibió su doctorado en ficología –el estudio científico de las algas– y a documentar especies nunca antes estudiadas o incluso nombradas. Su trabajo científico empezó a ser más ampliamente conocido tras haber liderado, en 1970, el Tektite II, un laboratorio submarino que llevó a cabo las primeras misiones para realizar estudios ecológicos en profundidad, con un equipo solo de mujeres científicas, durante 10 a 20 días bajo el agua.
Sylvia además tuvo la convicción de que se debía poder explorar el fondo del mar (11.000 metros de profundidad) en una época en que la tecnología no permitía sumergirse a grandes profundidades. Así que, en los ochenta, empezó a diseñar submarinos junto a su eventual marido, Graham Hawkes. Con él, fundó Deep Ocean Engineering, para diseñar, operar y consultar sistemas robóticos submarinos.
Fue la primera mujer en convertirse en la directora de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos. Como funcionaria del gobierno, habló de la pesca indiscriminada –que elimina animales marinos hasta el punto de la extinción– y de los efectos nefastos que tiene la explotación petrolera en el mar, más aún en zonas de alto valor ecológico.
En sus miles de horas de inmersión, Sylvia ha visto un antes y un después en la vida bajo el mar. Es experta en el impacto nocivo que los combustibles fósiles tienen en la fauna marina. Uno de sus grandes enfoques ha sido generar consciencia sobre cuán urgente es la protección de los océanos y denunciar los daños causados por los derrames de petróleo.
Ha sido, desde 1998, exploradora para National Geographic. Y es llamada “Su Profundidad” (en vez de Su Majestad) por su estatus como vocera en pro del estudio y la conservación de los océanos.
Hoy en día, Sylvia lidera Mission Blue, una coalición global que genera una red de áreas marinas protegidas, llamadas Hope Spots, que se declaran zonas vitales para la salud del mar. Similar a los conocidos hotspots de la tierra, para ella es trascendental que lugares como estos sean también señalados en el mar. En estas áreas, se identifican amenazas y acciones a tomar, con el fin protegerlas de la pesca deportiva e industrial, el dumping y la extracción.
Su misión azul, por tanto, consiste en proteger al océano de la misma forma en que se protege a la tierra, aunque solamente el 12% de la tierra y menos del 1% del océano son protegidos de los daños humanos.
Mission Blue –empezada tras ganar un premio TED– hoy incluye más de 200 organizaciones y grupos para la conservación de los océanos.
En el documental del mismo nombre estrenado en el 2014 (disponible en Netflix), se relata con detalles su historia. En una escena, uno de los directores le pregunta a Sylvia si ella se toma un día libre de vez en cuando. Y su respuesta es estremecedora. Contesta que ella ve al océano como un niño que cae de un edificio de 10 pisos, y añade: “cuando sientes que tienes la habilidad de atraparlo, no te tomas ni un momento para ti mismo. Te posicionas ahí, 24/7, para salvarlo”.
Imágenes vía Academy of Science / TED blog