¡Hola fashionistas conscientes! Como saben, durante los últimos meses, les he estado compartiendo una serie de artículos en que construimos paso a paso una nueva relación con nuestro clóset. Nos adueñamos de nuestro vestir, para así poder crear, día a día, tenidas y combinaciones que realmente nos representen.
Como verán, todo es un proceso. Sería muy raro pasar rápidamente de un “no tengo nada que ponerme”, a entender las múltiples posibilidades que nuestro armario, independientemente de su tamaño, puede ofrecernos. Para avanzar en esta jornada de autoconocimiento y mejor relación con nuestro vestir, ahora vamos a explorar los universos visuales y sensaciones a través de la ropa. Buscaremos explorar y entender qué significa cada sensación, demanda o prioridad al vestir y cómo esto se puede traducir en elementos visuales.
¿Por qué no simplemente guiarse por los estilos universales?
En la asesoría de imagen tradicional, es muy común clasificar a las personas en “estilos universales” (estilo clásico, sofisticado, romántico, creativo, etc.) y a partir de ahí, entregar un compilado de directrices para que cada una se vista de acuerdo a su estilo. Algo así como una guía práctica y a prueba de error para que te sientas “bien vestida”.
Esto nace de los años en que los grandes diseñadores (dictadores de la moda) en conjunto con los empresarios e inversores, comenzaron a ver a las personas como consumidores que debían ser encasillados. Esto puso sobre la mesa los famosos estudios de comportamiento del consumidor, una mirada desde la industria, que facilita, por ejemplo, el posicionamiento de las marcas de vestuario, así como se usa en otras categorías de producto. Al final, estos estudios lo que crean son estereotipos y casillas cada vez más definidas.
La consultoría de estilo, como yo la veo y trabajo, entiende a cada individuo como único y busca alejarse de los estereotipos para posibilitar la expresión de nuestra identidad. La propuesta es entender cuales son las demandas individuales y buscar las herramientas, en este caso, en forma de ropa (materiales, colores, formas, detalles, composiciones) que entreguen lo que queremos sentir al vestirnos. Las demandas al vestir pueden ser muchas, tener relación con las distintas ocasiones de rutina o momentos de vida, y además tener una interpretación distinta para cada uno.
Doy mi ejemplo: yo me visto cómoda, siempre. Es algo a lo que no renuncio. Estar cómoda en mi casa significa que nada impida mis movimientos y tener la flexibilidad para estar trabajando y jugando con mi hijo al mismo tiempo. Para una fiesta, esta comodidad puede ser traducida en que las prendas utilizadas me permitan ir al baño sin complicaciones. En paralelo, me agrada verme sensual y también generar impacto, de ser notada por un estilo irreverente y entretenido. Toda esta información, y mucho más, es lo que construye mi estilo de vestir. Es un rompecabezas con piezas de distintos universos visuales.
En el diseño gráfico y en la publicidad se estudian las intenciones y significados de cada elemento visual para construir una imagen o dar forma a un mensaje. Conocimientos de semiótica, historia y psicología se entrelazan para apoyar las decisiones de composición. Así es como detrás de la simple afirmación que el rojo es símbolo de pasión, poder, agresividad, hay mucho más que eso.
En la moda, aplicamos estos conocimientos para seleccionar materiales, formas, colores y detalles construyendo composiciones de vestir que expresan una intención, nuestros propios universos visuales.
Intención: COMODIDAD
Considero importante partir diciendo que es muy rara la intención de querer sentirse incómodo. Me arriesgo a decir que no existe. Por lo menos, todas mis clientas manifiestan, en mayor o menor medida, el deseo de querer sentirse cómodas. Durante estos meses de pandemia, nos vimos forzados a permanecer y trabajar en casa, lo que nos hizo dar aún más valor y significado a esta sensación.
Es verdad que la necesidad de practicidad viene en aumento desde antes de la pandemia, pero el aislamiento dió un impulso a la estética de la comodidad física. Rápidamente nos cansamos de usar las prendas que teníamos clasificadas como “de estar en casa” y empezamos a buscar opciones, más allá del simple buzo o pijamas, que sean lindas e interesantes de vestir para adaptarnos a esta nueva rutina.
La intención de comodidad (física) está centrada en el cuerpo, en el placer sensorial. Tiene que ver con sentirse en equilibrio, con vivir la vida de manera liviana y suave. También está conectada con la necesidad de soporte, respaldo y en parte, de seguridad.
Vestirse cómodo, ¿cómo empiezo?
Tal vez está demás decir que lo que es cómodo para mí, puede no serlo para ti, pero existe un conjunto de elementos que entregan sensaciones cómodas, y éstos pueden ser aprovechados o reinterpretados en distintas estéticas. Acá algunos ejemplos:
Materiales suaves al tacto, acogedores y de buena calidad
Siluetas holgadas, no necesariamente gigantes
Pocas terminaciones y adornos, fácil de vestir
Conjuntos versátiles
Con estas imágenes, nos queda claro que la comodidad puede ser parte de distintos estilos. Para ti, ¿qué es cómodo? ¿Qué tan importante es esta sensación en tu acto de vestir, en tu día a día? ¿Qué otras sensaciones buscas y cómo éstas se pueden relacionar con los elementos revisados anteriormente?
Te invito a cuestionar, probar y pensar tus looks con estas prioridades en mente. De a poco irás descubriendo cuales son los elementos que tienen sentido para ti, y será más fácil construir un look único, que represente tanto tu personalidad como con los universos sensoriales que son importantes para ti. Cuando eliminamos la necesidad de adecuarnos a un manual de vestir, abrimos muchas más posibilidades de crear algo más interesante, con intención e información de estilo mucho más relevante.