Palo Alto, en Silicon Valley, es el núcleo del desarrollo digital y, por ende, está lleno de tecnología. Pero también está lleno de colegios sin tablets o computadores. En muchos de ellos, ni siquiera los libros de texto que se usan en clase han sido impresos, sino que los elaboran los mismos niños a mano. Algo similar pasa en casa: los grandes directivos de la tecnología celular eligen que sus hijos no accedan a ella durante la infancia y la temprana adolescencia, según un reciente reportaje de El País.
Bill Gates, creador de Microsoft, por ejemplo, limitó el tiempo de pantalla de sus hijos. Él y su mujer Melinda no les dieron celulares hasta que cumplieron 14 años. Steve Jobs, por su parte, dijo en vida que les tenía prohibido a sus hijos usar el propio iPad.
Mientras tantas escuelas del mundo intentan introducir el uso de computadores y tablets en los programas educativos, estos colegios a los que asisten los hijos de los gurús digitales se esfuerzan por hacer lo contrario. El Waldorf of Peninsula, por ejemplo, donde estudian muchos de los hijos de directivos de Apple o Google, en San Francisco, tiene la peculiaridad de que no hay ni una sola pantalla en todo el establecimiento.
Por qué crecer sin pantallas
“Si haces un círculo perfecto con un computador, pierdes al ser humano tratando de lograr esa perfección. Lo que detona el aprendizaje es la emoción, y son los humanos los que producen esa emoción, no las máquinas. La creatividad es algo esencialmente humano”, le dijo a El País Pierre Laurent, ingeniero informático que trabajó en Microsoft, Intel y otras startups, quien es padre de tres hijos, y forma parte del directorio del colegio. “Si le pones una pantalla a un niño pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse, su capacidad de concentración”, añadió.
Dado que el uso proliferado de pantallas en la etapa de crecimiento de los niños es un tema reciente (no tiene más de 13 años), todavía falta mucha investigación para determinar el verdadero el impacto de la exposición temprana a las pantallas. Pero a pesar de que tendremos las respuestas dentro de 15 años, cuando estos niños sean adultos, la pregunta que hay que hacerse es si queremos asumir el riesgo. “Los beneficios de las pantallas en la educación temprana son limitados, sostienen, mientras que el riesgo de adicción es alto”, dice el reportaje.
El modelo de negocio de las aplicaciones ya no es un producto, sino la recolección de datos y la publicidad. Esto hace que el objetivo de las empresas tecnológicas sea que los usuarios pasen más tiempo en la pantalla. Por tanto, las empresas tecnológicas deben hacerse cargo de las implicaciones éticas de crear aparatos y sistemas operativos tan fáciles de usar que llegan a ser adictivos. Mientras tanto, son los padres quienes toman la responsabilidad de elegir qué tipo de relación tendrán sus hijos con los aparatos electrónicos.
Los resultados de algunos estudios, hasta ahora, indican que una mayor exposición a las pantallas a los 2 y 3 años se asocia con retrasos de los niños en alcanzar hitos de desarrollo dos años después, por ejemplo.
«Lo que detona el aprendizaje es la emoción, y son los humanos los que producen esa emoción, no las máquinas».
Algunas recomendaciones
La Academia de Pediatras de Estados Unidos publicó unas recomendaciones en el 2016:
– para los menores de 18 meses: evitar el uso de pantallas
– para niños de entre 18 y 24 meses: solo contenidos de calidad y en compañía de los padres
– para niños de entre dos y cinco años: una hora al día de contenidos de calidad
– a partir de los seis años: límites coherentes en el tiempo de uso y el contenido
Otro tema crucial es que la brecha digital ya no se basa en el privilegio que tienen los niños de las élites por poder acceder a la tecnología, sino al contrario. Como dice el reportaje, “mientras los hijos de las élites de Silicon Valley se crían entre pizarras y juguetes de madera, los de las clases bajas y medias crecen pegados a pantallas”.
María Álvarez, vicepresidenta de Common Sense Media, organización sin fines de lucro dedicada a ayudar a los niños a desarrollarse en un mundo de medios y tecnología, sostiene que “la clave es cómo aprendemos a equilibrar, a sacarle provecho, a limitar el uso y a saber que, por su salud física y mental, tiene que haber momentos en la familia en los que no se use nada”.
En definitiva, anima a los padres a que sean más proactivos a la hora de definir el contenido al que acceden sus hijos y el tiempo de exposición a ellos.