La desinformación en el ámbito de la ciencia no es una novedad. Antes de la pandemia, las teorías conspirativas, la falsificación, manipulación de datos, las verdades a medias, el remedio casero y los bulos en torno a la salud y el cambio climático han sido una tónica recurrente que muchos periodistas dedicados a la verificación de información han tenido que abordar, desmentir y combatir.
Hace un par de días, Climate Feedback, organización sin fines de lucro perteneciente a Science Feedback, tuvo que aclarar el enunciado de un personaje de gran notoriedad pública quien afirmó que “Los árboles brindan una solución a casi todas las crisis ambientales que enfrentamos. Los árboles revierten el cambio climático limpiando el carbono del aire”. Si bien los árboles pueden absorber y almacenar carbono, mitigando así algunos efectos del cambio climático, la realidad es que la plantación de árboles por sí sola no puede resolver el cambio climático. Otros ejemplos de desinformación se viralizaron antes de la COP-25, en los que se afirmaba que la Nasa habría supuestamente admitido que el cambio climático ocurre debido a los movimientos en la órbita solar de la Tierra, y no como consecuencia de la acción del hombre, lo cual fue tajantemente desmentido. La industria de la moda no queda fuera de este fenómeno y, de hecho, encontramos a menudo ejemplos de greenwashing o verdades a medias. Por ejemplo, en el reciente lanzamiento de temporada de Walmart y Asos, donde la sustentabilidad se usa como un producto, cuando en verdad es un proceso.
La cantidad de sobreinformación o infodemia, como la ha denominado la OMS, ha llevado a un nivel sin precedentes en los últimos meses, y por ello, es necesario que reflexionemos al respecto.
A modo de contexto, en Chile se comienza a hablar en el mundo académico del concepto de fake news y posverdad a partir del 2016 y 2017. Con las elecciones presidenciales en Estados Unidos y posteriormente en Chile, ambos términos entran con fuerza en la arena política y el discurso social, tomando este último aún más fuerza en nuestro país durante el estallido social en 2019 y, en marzo del 2020, con la llegada de la pandemia. En ambos casos, más que de fake news ahora se habla de desinformación, un término que engloba no tan solo la falta de información o llanamente la mala información, sino que esta puede adoptar la forma de sátira informativa, parodia informativa, fabricación de noticias, manipulación de noticias, publicidad o propaganda.
La desinformación se expande según Enrique Nuñez, académico de la Facultad de Comunicaciones UC y editor general de Factchecking.cl, en dos escenarios de manera rápida y propicia. “Uno de estos escenarios es la polarización, la cual lleva a que ciertos grupos quieran instalar ciertos mensajes y quieran tener la razón con respecto a estos. Un segundo escenario es la incertidumbre y cuando hay incertidumbre hay más ansiedad. Además, hay más espacio para que se quieran instalar ciertos mensajes y tengan un lugar donde instalarlos, ya que hay muchas personas ansiosas de encontrar respuestas”, afirma. “En el estallido social se da una mezcla perfecta de esos dos elementos. Mientras que cuando llega la pandemia nos encontramos con una desinformación que tiene que ver con una falta de contexto, con la falta de información que responde más a la incertidumbre que a la polarización”.
Maldita incertidumbre
La incertidumbre y el ansia que viene con ella nos han tocado la puerta a la gran mayoría, de alguna u otra forma, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras. Para Rocío Benavente, coordinadora de Maldita Ciencia dentro del medio de verificación Maldita.es, el volumen de desinformación durante la pandemia ha puesto en jaque el ecosistema informativo, “sobretodo al principio, cuando no sabíamos muy bien lo que estaba pasando. Ha habido un pico de bulos, de formas de protección casera, de cómo protegerte en casa y a tu familia. Nosotros hemos trabajado poniendo en valor la perspectiva científica, es decir, lo que está demostrado y lo que saben los expertos”, dice. “Tú mueves una nota o mensaje y la gente lo lee, y algo se te queda en la cabeza. Ese polvillo que no sabes si es o no es el que embarra el ecosistema informativo e impregna todo, y al final no sabes qué creer”.
Queremos soluciones sencillas para problemas complejos
Hace tan solo unos meses se viralizaban cadenas de WhatsApp con la supuesta receta natural milagrosa o el mito de las bebidas alcohólicas como algunas de las tantas soluciones improbables para tratar o directamente eliminar el virus. Esta desinformación le costó la vida a cientos de personas.
La salud en general y la alimentación en particular, son temas complejos. Adaptar nuevos estilos de vida más saludables, sustentables y conscientes son parte de esa complejidad, debido a que involucra temas culturales, sociales, económicos y de gustos personales. Por tanto, “que alguien quiera venderte una solución fácil para un tema tan complejo debería hacerte saltar las alarmas”, advierte Rocío. “No quiere decir que por ser natural sea bueno o malo, no tiene relación. El tema es que si te lo están intentando vender con ese argumento, debería hacerte desconfiar”. Y es ahí donde tanto medios como usuarios tenemos que enfocar nuestros esfuerzos. Porque la desinformación es oportunista y juega a despropósito con nuestros sesgos.
Para Fernando Mejías, co-fundador y editor de ciencias del proyecto de verificación y chequeo de información Fake News Report, “hay muchas personas preocupadas por algo que tenga que ver con el cuidado del planeta, con lo sustentable, con la vida sana o de alguna manera contrarrestar el discurso de ‘lo que nos hace mal’. Por lo tanto, es necesario ser transparentes y advertir que no toda la información que circula es real, que debemos desconfiar necesariamente y que hay que ser críticos de las frases grandilocuentes que circulan entorno a este mercado. Porque es bien distinto que un limón sazone una ensalada y que también vaya a curar el cáncer. O que tiene un componente tan milagroso que sirve para el dolor de cabeza, la caspa, etc.”.
Educar nuestro pensamiento crítico
Según este informe de la consultora Gartner, en el 2022 el público occidental consumirá más noticias falsas que verdaderas y, de un modo un tanto catastrófico, afirma que no existirá la capacidad ni material ni tecnológica para eliminarlas. Para Nuñez, la educación desde la infancia en temas de cómo se consume la información es fundamental. “Debemos enseñar, desde niños, que en este nuevo ecosistema [informativo] el chequeo es clave. El qué comparto y cómo comparto genera consecuencias. Y esto debe venir de la mano de una enseñanza ética y filosófica. Debería ser parte de una educación cívica”. Esta es la idea central de una campaña de la ONU llamada “Pausa. #PensarAntesdeCompartir”, lanzada en junio a nivel global, y es el nuevo mantra para combatir la infodemia.
Muchas veces nos hemos visto en ese momento en que leemos algo, no estamos seguros de que sea verdad, no sabemos si está chequeado, pero tenemos ganas de creerlo y lo compartimos por las dudas, sin maldad. Y es así como, sin querer, podemos entrar en una cadena de desinformación donde difundimos información de mala calidad. Por ello, la Red Internacional de Verificación de Datos de Poynter nos recomienda adoptar algunos simples pasos para determinar si la información que se está consumiendo proviene de una fuente confiable:
- Busca si hay más antecedentes sobre el tema o si ya fue desmentido (una búsqueda rápida aquí podría ayudar)
- Verifica la fuente
- Resiste el impulso de publicar al menos que lo hayas comprobado
- Si es posible, usa herramientas de verificación de imágenes y videos (First Draft ofrece una caja de herramientas gratuita).
- No informarse solo por redes sociales y diversificar los medios informativos que se consumen.
Todos tenemos nuestra responsabilidad en cómo marcha el mundo y es por ello que no podemos dejar que la desinformación nos quite las ganas. “Si eres una persona con un especial interés en una vida más sustentable, que tienes un cierto poder adquisitivo, una formación y el tiempo de dedicarle un poco de investigación a lo que quieres comprar, ahí tienes una responsabilidad como consumidor”, nos afirma Rocío. Similar es la invitación que nos hace Catalina Giraldo en su artículo Un viaje hacia el corazón de la industria de la moda sobre la responsabilidad que tenemos, como consumidores, de exigir transparencia e información. Solo así podremos tener acciones de consumo más responsables y críticas a nivel personal, social y medioambiental.
Fuentes consultadas: Defining ‘Fake News’ | Periodismo vs desinformación | Digital News Report | Ojo Público | Green marketing y el impacto en la intención de compra del consumidor