Como muchas y muchos, durante estos meses de pandemia hice varios cambios. Desde adoptar nuevas rutinas sustentables hasta definitivamente asumir que mi dedicación y responsabilidad como comunicadora social y activista por un consumo más consciente debía ser de tiempo completo. Por años he sido una excelente contempladora de situaciones, analítica de los hechos más que de las emociones y crítica con mis modos de moverme en el mundo. Pero para cambiar las cosas que nos incomodan la contemplación no basta y el estudio tampoco. Alzar la voz y construir comunidad, de la forma que cada uno pueda, es una obligación.
El nivel de sobreconsumismo en que vivimos me incomoda. En especial, en la industria del fast fashion y del lujo. Su impacto a nivel ambiental y social, su racismo inherente, su constante abuso hacia los derechos humanos y laborales, su intención de crecimiento perpetuo y la falta de un compromiso real por disminuir la sobreproducción de prendas, amparándose en un discurso de circularidad como la única medida a trabajar. Mucho de lo anterior quedó expuesto en la última versión del Copenhagen Fashion Summit, donde la CEO de H&M Group, Helena Helmersson, en conversación con el científico climático Johan Röckstrom, entregó una visión limitada y parcial del impacto que tiene la marca en los trabajadores de la confección y el lado humano de las cadenas de suministro.
Fast Fashion Detox
Para Alana Rivero, fundadora de Mercadillo Vintage e impulsora del movimiento #fastfashiondetox, todo cambio hacia un consumo más consciente, incluso los más pequeños, debe hacerse una costumbre, un estilo de vida. “Pese a que he vendido ropa usada por más de 11 años, muchas veces caía en las garras del fast fashion. Ya sea por practicidad o por querer seguir alguna tendencia. Entonces, hace tres años, me puse como meta hacer un detox del fast fashion”. Esta experiencia también trajo cambios para su negocio: “Para mí fue muy fácil este proceso, quizás porque yo no tenía el estigma de usar ropa usada o vintage, por lo tanto, puse esta experiencia al servicio de otros. Mercadillo Vintage cambió muchísimo cuando comencé a utilizar el #fastfashiondetox porque antes era ‘vendo ropa y este es mi proyecto’. Y así fue por muchos años, mientras que ahora he tenido que aprender mucho más y las personas están mucho más interesadas en saber”.
La creciente preocupación y toma de conciencia sobre el medioambiente, la no producción en masa, los valores y misión de una marca y el ser únicos son los motores que motivan la compra en las generaciones más jóvenes. “La Generación Z es exigente”, dice Jeff Froom, coautor de Marketing to Gen Z. “[Han] crecido con más acceso a información de más fuentes que nunca. La desigualdad, el cambio climático y los derechos LGBTQ+ son temas de los que han oído hablar durante años».
Las demandas de esta generación, sumadas al conocimiento de cómo funcionan por dentro las empresas de retail y de venta masiva, han hecho que durante esta pandemia se concretara lo que muchos estaban pronosticando hace años: el resale, la compra y venta de productos y vestimenta usada, es el futuro. La pandemia ha venido solo a impulsar esta tendencia. De hecho, la app mexicana de venta de ropa de segunda mano GoTrendier prevé un crecimiento de 150% para este año; las operaciones en Mercado Libre aumentaron casi 50% durante los últimos meses; sitios de reventa en línea como Poshmark, Vestiaire Collective y sitios de alquiler de ropa han experimentado un aumento de ventas durante el cierre. Ser capaz de reciclar, personalizar o reutilizar en lugar de descartar permite tanto a jóvenes como a todo aquél que esté cuestionando sus hábitos de consumo sentirse parte de un movimiento, de un cambio y esa mentalidad ha ido solo creciendo, incluso antes de la pandemia.
¿Cómo se viene el secondhand en Chile?
La venta de ropa usada y vintage no es una novedad en nuestro país. Las ferias, tiendas y bazares con productos de segunda, el intercambio, la ropa de herencia y la venta de clóset son parte de nuestra cultura. “Históricamente, la ropa de segunda llegó a instalarse en Chile entre los 70 y los 80. La gente comenzó a aproximarse a ella, pero, sobre todo al principio, no tenía buen prestigio. Porque la mayoría de detalles que las personas encontraban en las prendas de segunda eran: primero, fue usada y no sabes quién la usó; segundo, el olor de los químicos desinfectantes son fuertes y no muy agradables; y tercero, estos lugares por antonomasia eran bodegas llenas de ropa apilada, apretada y debes invertir mucho tiempo para encontrar lo que quieres”, afirma la Editora en Jefe de Viste la Calle, Andrea Martínez.
En el 2000, tiendas como Orange Blue y Nostalgic hicieron un buen trabajo en subir el nivel de presentación de estos productos, pero también los precios. “Pasó a ser algo cool”, dice Andrea, “algo que se desligaba de las tendencias populares, de las tendencias que se imponen a través del retail, por lo tanto, la ropa usada pasó a ser un concepto. Ya no tan solo te comprabas un abrigo, que era mucho más barato y de mejor calidad, sino que también te comprabas un estilo. Podías aspirar a usar ropa auténtica de los 60, 70 y de los 80, que fue una época que pegó super fuerte en el momento hipster desde el 2000 hacia adelante”.
El estallido social, la crisis económica y posteriormente, la pandemia, han obligado a ferias y tiendas de segunda a cerrar sus puertas físicas y reinventarse. Instagram se ha consolidado como el espacio para vitrinear, comprar y vender este tipo de productos. Fran Torres, Directora Creativa y dueña de Slow Pieces, ha podido presenciar este fenómeno. “Desconozco la cifra exacta, pero yo estimo que unas 50 tiendas salían semanalmente en Instagram, entre mayo y junio. Fue explosivo”, pero es clara en afirmar: “yo creo que va a haber un coladero próximamente. Por ejemplo, de las dos mil cuentas que hay hoy en esto, a marzo 2021 van a quedar mil”.
Lo que marcará la diferencia
El interés aumenta y la oferta también. Nuevas iniciativas de marketplace como Larry Vintage o La Tienda Solidaria, que reúne seis tiendas solidarias de diferentes fundaciones, han nacido durante esta pandemia, buscando generar comunidad entorno al reuso. Isabel Larroulet, creadora de esta última, asegura que los términos reutilizar, ayudar e impactar cada vez toman más sentido en nuestra sociedad. “Desde que iniciamos, hemos tenido un crecimiento importante en seguidores, de 1500 a 6.500. Todos estos seguidores son orgánicos. Y esto ha tenido impacto positivo en las fundaciones que representamos: aumentando el número de sus seguidores y el interés por lo que hacen, creciendo el interés de personas por hacer donaciones y la cantidad de público en las tiendas físicas de cada fundación”.
Por su parte, Fran Torres con su marca apunta a educarnos en lo que compramos. “Lo que diferencia a Slow Pieces es la ley de lo mío: mi ADN de asesora de imagen. ‘Vístete, quiérete, el espejo es tu mejor amigo’, yo lo vengo diciendo desde hace muchos años. Creo que la ropa va con el amor propio, pero también el comprar debe ser slow”. Por esa razón, a través de su cuenta, busca educar hacia un consumo consciente, invitando a leer el detalle de cada productos, las medidas, la historia. “En Slow Pieces no damos tallas, entregamos medidas con centímetros. Porque al ser prendas de secondhand o vintage las tallas muchas veces no corresponden con el estado actual de la prenda”.
Por su parte, Mercadillo Vintage ha tenido que cerrar sus puertas físicamente, focalizar la venta por medio de su sitio web y ponerle mucho contenido y discusión al newsletter semanal que envía. “Antes de la pandemia, yo hacía venta de showroom y ahí se iba la gran mayoría de prendas”, mientras que ahora ha tenido que profundizar en la entrega de información y servicio al cliente. “Las personas me escriben preguntando de qué material es, qué significa. Tomo medidas de cada prenda, por un tema de inclusión y darle mayor cantidad de información a la persona que está comprando. Lo encuentro justo y necesario ya que esa persona está haciendo una inversión”.
Una de las frases que más se repite cuando se avanza hacia un clóset más consciente es: “la prenda más sustentable es la que ya tienes”. Luego de vivir en Rumanía el año 2015 y trabajar como voluntaria en una charity shop, les puedo asegurar que ropa en el mundo hay un montón y la basura que genera nuestro sobreconsumo tiene un impacto real en la vida de una comunidad. En la vida de nuestro planeta. Por lo tanto, reorganizar nuestro armario, reusar y crear diferentes outfits con lo que ya se tiene, encontrar la oportunidad de darle otro uso a diversas prendas ya sea donando, intercambiando, transformando o vendiendo.