Ilustración por Sol Paperán
Cuando miras fotos de Katharine Hamnett (71), te imaginas a una persona en llamas, rockera y subversiva, y la verdad es que ella es todo esto. Con más de 40 años en el mundo de la moda, lleva 30 peleando por imponer prácticas éticas en la industria. Comenzó con sus hoy ya famosas camisetas estampadas en mayúsculas con frases como Choose life (elige la vida) y Save the world (salva al mundo), que incluso han sido imitadas por grandes marcas de lujo como Dior (a las que Katharine encuentra un decepcionante intento de activismo).
Lo que esta diseñadora de vestuario quería cuando en 1983 lanzó sus camisetas era armar al cuerpo mediante una especie de tabloide con mensajes políticos. De hecho, un año después sorprendería a Margaret Tatcher, en una recepción a la que fue invitada, usando una polera con un eslogan contra las pruebas nucleares que la ex primera ministra aprobaba.
En la misma década Katharine ganó el premio a Diseñadora del año, del British Fashion Council; contribuyó al concierto benéfico Fashion Aid en Albert Hall y participó en el desfile The Big Four en Tokio con Yoji Yamamoto, Comme Des Garçons y Jean Paul Gaultier. Sin embargo, había algo que le impedía gozar de su prematuro éxito.
Hacer ropa éticamente
En 1989, cuando los conceptos ‘eco’, green o ‘consciente’ todavía no eran nada populares, Katharine hizo una investigación sobre el impacto social y medioambiental de la industria textil, encontrándose con miles de agricultores de algodón envenenados accidentalmente y muchas personas más trabajando en condiciones iguales o peores a la esclavitud.
Decidió que tenía que cambiar la manera en que venía haciendo las cosas y fue una de las primeras diseñadoras de vestuario del mundo en introducir el algodón orgánico a sus colecciones, así como pionera en evitar lo más posible el uso de productos elementos tóxicos como el PVC y el poliéster.
Comenzó a producir su ropa en Europa con el objeto de asegurar que los trabajadores recibieran un trato ético y, pese a que por entonces era casi imposible conseguir telas ecológicas, logró seguir imponiendo su marca en el mercado con campañas que tenían nombres como Clean up or die (limpiar o morir).
Por supuesto, todo esto no apagaría su espíritu combatiente y en 2003, cuando viajó a Bali para conocer de primera fuente la situación de los productores de algodón, corroboró que los agricultores y sus familias se morían de hambre. Aquí fue que se juró a sí misma que los ayudaría aunque fuese lo último que haría en su vida.
100% sustentable
En el sitio de su marca –exactamente en la sección de sustentabilidad y la pestaña dedicada a su manifiesto–, Katharine declara su meta para el 2020: ser completamente trazable y transparente. Esto no solo significa usar materiales ecológicos y durables o promover estándares laborales asociados al comercio justo, sino también asegurarse de que todas las decisiones de diseño se tomen basándose en la premisa de que el impacto ambiental de los productos parte precisamente en esta etapa.
Pese a todo, no se conforma y ya ha declarado en varias entrevistas que lo que verdaderamente ayudaría a toda la industria es cambiar las regulaciones y exigir a todas las marcas cumplir estándares que aseguren el cuidado al medioambiente. Y es cierto, su sola ayuda no es suficiente, porque pese a que muchas casas de moda están comenzando a trabajar con algodón orgánico, ¿qué pasa con la enorme huella de carbono que tiene actualmente la industria? O, ¿cómo se acaba con el consumo de ropa elaborada con fibras derivadas de los combustibles fósiles como el nailon o el acrílico?
Por eso Katharine llama a más personas a hacer lo mismo que viene haciendo ella por años. “Donde quiera que estés, si tienes alguna posibilidad de lograr un cambio, hazlo. Nunca te perdonarás si no lo haces”.