Migración y Ropa III

por | May 28, 2024

¿Qué determina la elección de prendas cuando se decide migrar? 

Esta es la tercera entrega de la serie de artículos titulada “Migración y Ropa: El Papel de la Ropa en la Ruta Migratoria”, donde se busca explorar el vínculo invisibilizado entre Crisis Climática, Migración y Ropa.

No existe una única respuesta para esta pregunta. Todo depende del cómo, cuándo, dónde y, sobre todo, del por qué se emigra. No hay una respuesta perfecta ni imperfecta. Intuyo que la emocionalidad, más que la practicidad de una prenda, está más presente de lo que se piensa, sobre todo cuando se migra en situaciones forzadas por un contexto político, social y medioambiental. Migrar es un acto de despojo, una desnudez del alma y del cuerpo. Una costra viva que se carga. Sea lo que sea que esa palabra signifique para ti, el acto de migrar está cargado de eso que llaman “saber dejar”.

En la primera entrega de esta serie de artículos exploré cómo -en el vasto océano de informes de moda y sostenibilidad, papers académicos, reportajes y artículos que abordan la sostenibilidad en la industria textil y de la moda- aún persiste un vacío monumental: la necesidad de integrar las palabras dignidad y humanidad al hablar de prácticas sostenibles. No solo para quienes confeccionan la ropa que todas y todos vestimos, sino también para quienes la visten en situaciones de extrema vulnerabilidad, como por ejemplo, cuando se migra. 

En la segunda entrega, me focalicé en compartirles la experiencia de reportear en la frontera entre El Paso (EE. UU.) y Ciudad Juárez (México), donde tuve la oportunidad de observar de primera mano el trabajo crucial que refugios como Annunciation House realizan en esa crítica y controversial frontera. Mediante la provisión de ropa limpia, camas con sábanas frescas y un techo seguro, miles de niñas y niños, mujeres, hombres y personas pertenecientes a las diversidades redescubren el real significado de humanidad y la dignidad en el “simple” acto de vestir.

Y en esta tercera entrega, busco compartirles mis reflexiones sobre preguntas que son la base que me ha movilizado en la creación de esta serie de artículos: ¿qué factores son significativos en la selección de ropa al momento de migrar?, y ¿cómo influyen las razones emocionales, prácticas, utilitarias y estéticas en esa decisión?

Estas son algunas de las preguntas que iremos hilando y desmenuzando en esta tercera entrega. Te recuerdo que “Migración y Ropa: El Papel de la Ropa en la Ruta Migratoria” es un proyecto abierto, y del cual tú puedes ser parte (al final de este artículo te cuento cómo)

Migrar es un acto de despojo, una desnudez del alma y del cuerpo. Una costra viva que se carga. Sea lo que sea que esa palabra signifique para ti, el acto de migrar está cargado de eso que llaman “saber dejar”.

Vestir el Tapón del Darién. Vestir la ruta que se transita.

Elvys, junto a su pareja Andrés, hicieron la ruta del Tapón del Darién: territorio que conecta a Panamá con Colombia y a América Central con Sudamérica, para llegar primero a México, y luego a Estados Unidos. Por medio de un grupo de Facebook se informaron sobre cómo era posible llevar a cabo esta peligrosa y mortal ruta para salir de Venezuela. “Ahí nos fuimos informando de cuánta plata se gastaba en la selva, cuánto se gastaba en cada país, también nos advertían de dónde robaban, violaban, y todas esas cosas”, afirma Elvys.

Estos dos jóvenes, de 21 y 24 años respectivamente, son parte de los cientos de personas que han optado por esta ruta. Según el gobierno de Panamá, solo entre enero y agosto de 2023, más de 320.000 personas han recorrido este camino. Desde 2016, un total de 326 migrantes fallecieron o desaparecieron en la selva panameña, siendo 2022 el año con más muertes registradas (Fuente: Organización Internacional para las Migraciones – Proyecto Migrantes Desaparecidos).

“El 3 de junio de este año (2023) comencé a cruzar la selva. Yo salí de Venezuela con muy poquitas cosas (…): tres pantalones, tres camisas, tres piezas de ropa interior, y una sábana para taparme. Todo lo boté en la selva, totalmente todo. Pesaba mucho. Mojábamos la ropa cuando pasábamos por el río, y cuando mojamos la ropa todo pesa, pesa mucho. Y en la selva ves una cantidad, pero una cantidad de ropa, de bolsos, de zapatos, de chancletas (…)”, comenta Elvys. “Me quedé sin nada, sólo me quedé con una sola muda que salí de la selva. Me bañé en el campamento de la ONU que está en Panamá, y seguí con la misma ropa durante toda la travesía. En la selva duré tres días, y 16 días más hasta llegar a Chiapas (México). Estuve todo ese tiempo con la misma ropa”.

Para Andrés la situación no fue muy diferente. “Desde que uno entra a la selva hasta que sale, hay una cantidad de ropa tirada impresionante. Impresionante. La gente la va tirando, dejando. La ropa toda la perdimos en la selva. La ropa se pierde porque se moja, entonces la dejas. En Honduras, recién ahí, compré un mono, que incluso aún lo tengo”, relata.

Las experiencias de Elvys y Andrés nos dejan ver una problemática recurrente en la ruta del Tapón del Darién: el descarte de ropa y otros artículos personales en un entorno extremadamente hostil. La ropa, esencial para la protección de las personas que migran, se convierte en una carga insostenible cuando se empapa y se vuelve pesada. Esto obliga a muchos a abandonarla en la selva, dejando tras de sí un rastro visible de la desesperación y las dificultades que enfrentan.

“Ya no me quedaba nada, nada de lo mio”

Ingrid, una enfermera salvadoreña y madre de un hijo de siete años, se vio forzada a migrar tras perder su trabajo. “El pueblo donde yo trabajaba se inundó en 2021, y me trasladaron”, relata Ingrid. Sin embargo, en su nuevo puesto, sufrió maltrato laboral por parte de su supervisora. “Eso me obligó a migrar. Tuve que dejar mi trabajo”, explica.

A diferencia de Elvys y Andrés, Ingrid describe su migración como un “viaje imprevisto”, destacando las distintas perspectivas y experiencias de quienes se ven forzados a dejar su país.

“Yo no tenía idea de qué traer. Él, el llamado coyote, llega a la casa y me dice: ‘Te sugiero un buen par de zapatos, porque si se te arruinan los zapatos en el camino vas a tener que comprar, no te van a dar. Y ropa, te sugiero cuatro cambios’, me dijo. ‘Tienes que llevar dos suéteres calientes, porque Juárez, al llegar allá arriba, va a estar helado. No te vayas a deshacer de ellos (…). De esos cuatro cambios, dos cambios ligeros, y un cambio que se vea bonito.’”

Ingrid adquirió estas prendas en las tiendas de ropa americanas en El Salvador. Gastó alrededor de 100 dólares entre suéteres, camisas y zapatos. “Yo no manejaba este tipo de ropa. Fui a la ropa americana, porque pues hay mucha en el país (…) A mí me dolió dar 60 dólares para viajar, porque yo dije: esos zapatos, saber dónde van a quedar”, relata desde una de las camas del refugio ubicado en El Paso donde llegó luego de ser dada de alta tras caer del muro, y fracturarse uno de sus tobillos.

El viaje de esta joven salvadoreña duró 18 días hasta cruzar el muro. “Mi error también fue con la ropa interior porque uno no hace un buen cálculo del tiempo en que va a viajar. Al llegar a migración (…) me pasaron ropa. La ropa que tú llevas te la desechan toda. ¿Y los zapatos? Los terminé perdiendo en el momento en que me sucede mi accidente, porque uno me quedaba y el otro me lo habían cortado para sacarlo de mi pie. Y sí me dolía quedarme sin nada. Yo decía: aquí estoy desnuda, decía yo cuando estaba en el hospital sin nada. Ya no me quedaba nada, nada de lo mío. Yo no tenía dinero para comprarme ropa cuando viajé. Entonces es muy duro perder lo poquito que uno trae”.

 

La historia de Ingrid no es aislada. Hasta diciembre de 2023, se reportó que al menos una persona por día cae del muro fronterizo de casi tres metros de altura. Las lesiones varían desde fracturas complejas en tobillos, pies y piernas, hasta daños graves en la columna y el cráneo, alterando significativamente la vida de las personas afectadas.

Quedarse sin ropa, sin tu ropa, pone en extremo desequilibrio a las personas que migran. La violencia de la desnudez en estos contextos puede ser traumática, e incluso perturbadora. El ser obligados a despojarse de sus vestimentas es a su vez un acto de extrema violencia hacia los migrantes.

En el cuarto y último artículo de esta serie hablaremos de niñeces migrantes, y cómo su relación con el vestir se ve afectada en el proceso migratorio.

 

La industria de la moda no solo debe abordar la crisis climática, sino también responder a las miles de personas desplazadas a raíz de ésta. Esta serie de artículos, titulada «Migración y Ropa: El Rol de la Ropa en la Ruta Migratoria» busca explorar un territorio poco documentado. La periodista, consultora e investigadora María Pilar Uribe, parte de nuestra comunidad Franca. desde 2020, invita a migrantes, refugiados y desplazados a compartir sus testimonios enviando un correo a [email protected]. o [email protected]

 

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Periodista de la Pontificia Universidad Católica de Chile, verificadora de contenido y diplomada en Estudios Críticos de Moda de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Editora General de Franca Magazine, promotora del movimiento #secondhandfirst y viajera. Cada lugar que visita busca entender nuevas formas de construir un armario y estilo de vida más sostenibles. IG: @pily.uribe

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