En las últimas décadas los espacios de las viviendas se han reducido, las personas campesinas han emigrado a las grandes ciudades. Actualmente el 55% de las personas en el mundo vive en ciudades. Se estima que para el 2050 el 68% de la población mundial vivirá en zonas urbanas.
Actualmente las personas que viven en ciudades pasan el 90% de su tiempo en espacios interiores, los niños y niñas pasan 44 horas a la semana frente a pantallas electrónicas y menos de 10 minutos al día jugando en espacios verdes y abiertos. El acceso a espacios verdes para la mayoría de los niños y niñas del mundo está determinado por su raza, nivel socioeconómico y el código postal del barrio donde viven.
El contacto con la naturaleza ofrece una serie de oportunidades que cada vez adquieren más validez. Un sinfín de estudios científicos demuestra cómo los niños y niñas que están más expuestos y vinculados con la naturaleza y los espacios verdes tienen mejores habilidades cognitivas y menores síntomas de déficit de atención. Un estudio, hecho por el Servicio Nacional de Salud escocés en 2011, midió el impacto directo que tiene en la salud exponernos a espacios abiertos, libres y verdes. Una caminata vigorosa de 30 minutos en un entorno natural, cinco días por semana, puede reducir un ataque cardiaco en un 30%, cáncer de intestino en un 30%, cáncer de mama en un 20%, depresión y demencia en un 30%. La exposición cotidiana y directa a la naturaleza ayuda a mejorar los patrones de sueño, reduce el estrés y contribuye al progreso del estado de ánimo y la autoestima.
En mis cinco años de trabajo con niños y niñas de preescolar en una escuela Montessori en San José del Cabo, pude ver y ser testigo de la relación existente entre el juego con agua y tierra de los niños y niñas y el desarrollo de sus habilidades motrices. Pude observar en varias ocasiones las dinámicas incluyentes en el juego cuando los niños y niñas se sienten libres en entornos naturales y cuando los estímulos de juego no están predeterminados por adultos o por un espacio confinado. Los espacios naturales son un acceso importante para fomentar la equidad social, la convivencia entre colectivos socioeconómicos vulnerables y para el desarrollo de comunidades más resilientes. Son un instrumento para incrementar el bienestar y la salud de las personas, y una poderosa herramienta sobre todo durante la infancia.
Existen numerosas iniciativas para implementar y fomentar el binomio existente entre la naturaleza y la salud de los seres humanos. Una de las primeras iniciativas de mayor impacto es el programa Healthy Parks, Healthy People, creado en Australia. Este programa reconoce el impacto directo e innegable que tiene la naturaleza en nuestra salud. El objetivo es gestionar parques naturales y decretarlos áreas protegidas para garantizar la conservación de los espacios, y cuidar y mantener la biodiversidad para fomentar la salud física y emocional de las personas. Una de las innovaciones más destacadas del programa en el estado de Victoria, Australia ha sido incorporar a profesionales de la salud para dar tratamientos por prescripción médica que incluyen actividad física en contacto con la naturaleza.
Estudios realizados en Nueva Zelanda muestran cómo cada vez hay más médicos buscando los llamados tratamientos “receta verde”, que comprueban el impacto positivo, notable y duradero que tiene la exposición del mundo natural en la salud física y emocional de las personas. Estas iniciativas han tenido tal éxito que han sido medidas, cuestionadas y justificadas, y se están replicando en todo el mundo. El Congreso Internacional de Melbourne en 2010 y el Congreso de Parques en 2014 han impulsado estos programas adaptándolos a las realidades geográficas, económicas y sociales de cada país.
Existen conceptos que validan con mayor seriedad la necesidad humana y biológica que tenemos de regresar a la naturaleza para sentir la conexión que tenemos con ella. Los alemanes, por ejemplo, tienen un concepto llamado Waldeinsamkeit, que se refiere a la necesidad de conectar con el sentimiento de estar solos en el bosque y conectados con la naturaleza. En Japón le dicen shinrin-yoku, significa baño forestal o baño de bosque, y consiste en pasear por el bosque de una forma meditativa, respirando, sintiendo el contacto con los árboles y todos los ecosistemas que convergen. Según estudios realizados por científicos japoneses, el impacto de los baños forestales en la salud es medible y preciso. Bajan la presión arterial, fortalecen el sistema inmunológico, reducen las hormonas relacionadas al estrés y la incidencia de infartos.
Los noruegos tienen también su propio concepto a través de la palabra friluftsliv, que quiere decir disfrutar la vida al aire libre. Mucho más que una simple palabra, es toda una forma de vida que implica vincularse con la naturaleza y disfrutar de sus bondades de una manera consciente. Hans Gelter, de la University of Technology de Suecia, explica en su estudio The Scandinavian Philosophy of Outdoor Life la importancia de conectar de forma espiritual con el paisaje y la naturaleza desde una “integridad espiritual” para desarrollar la capacidad de mimetizarnos con el entorno vegetal.
Los humanos tenemos una necesidad biológica de conectarnos con la naturaleza. El biólogo estadounidense Edward Osborne Wilson decía ya en los años ochenta que esta necesidad biológica existe porque hemos aprendido a sobrevivir de la naturaleza, y es por eso que la queremos y necesitamos. Sentimos que pertenecemos a ella porque es donde hemos vivido la mayor parte de nuestra existencia en la tierra. Estamos genéticamente determinados a querer volver a ella. Está en nuestro ADN. Nuestra existencia depende de esta propensión, nuestro espíritu está tejido de ella, la esperanza se eleva de sus corrientes, decía Wilson. Escuchar esta afinidad que sentimos es fundamental para nuestro bienestar y salud.