Para hablar de agricultura regenerativa, y dar respuesta con base contextual, es necesario sentarnos y hablar desde el contexto histórico. Prometo no ser aburrida, pero creo profundamente necesario que debemos sentar ciertas bases sólidas, para lograr entender la importancia de este tema desde una mirada amplia y compartida.
No estaré sola. De hecho, para la construcción de este artículo y del próximo, me he sentado a charlar con tres personas que a través de su trabajo están regenerando la vida del suelo, desde la horticultura, la ganadería y la apicultura en el sur de Chile.
El suelo es lo primero
“La palabra cultura, sinónimo de cultivo, significa pues en primer término la labranza de la Tierra, así como en el más amplio sentido las proezas del espíritu humano. Por lo tanto, un pueblo que se haya a un alto nivel cultural posee también campos y jardines bien cultivados”.
Es con esta frase que Ehrefries Pfeiffer abre el capítulo uno de su libro La fertilidad de la tierra, el cual es un llamado atemporal a cuestionar nuestra participación, como seres humanos, en una cuestión fundamental: la fertilidad del suelo. Reflejo de la vida del mismo y también la clave para enfrentar las problemáticas actuales que amenazan con nuestra propia extinción.
El suelo es sin duda mucho más que aquella superficie donde nos erguimos, y que en la actualidad cubrimos de cemento civilizatorio. El suelo es la matriz de vida mediante la cual los seres humanos se vuelven sedentarios y se construyen las civilizaciones.
Ya sea por una profunda desconexión con nuestra propia alimentación o la sumisión de la agricultura a la economía, en la actualidad hemos olvidado que la calidad y el sabor de los productos que son extraídos del campo o la huerta, constituyen la base corpórea de nuestra conservación y salud. Por lo tanto, los métodos y las prácticas utilizadas para la obtención de éstos —osea cómo un alimento llega desde el suelo a tu boca— no debería ser un tema que involucre únicamente a los medios agronómicos o rurales, sino a todo aquel que hace uso de la tierra.
Hace 100 años, agricultores europeos ya advertían la “degeneración” de la semilla y plantas de cultivo, lo que empeoraba progresivamente la calidad de los alimentos. En 1922-1923 un grupo de ellos se dirigió a Rudolf Steiner en busca de consejo. Frente a la situación, Steiner les respondió que en realidad no era la planta misma la causa de la “enfermedad”, pero que en su medio ambiente y, en particular, el suelo sí podían hacerles enfermar. Este hecho marca el nacimiento del movimiento biológico-dinámico, el cual entiende las granjas como organismos complejos.
Y cito aquí este hecho, para contextualizar la temporalidad de los acontecimientos. Hace 100 años, los agricultores ya evidenciaban el dolor del suelo, el mismo que seguimos sintiendo en un cuadro mucho más grave: desertificación, sequía, pérdida de fertilidad y la crítica capacidad de poder alimentar a la población mundial.
Durante estos últimos 100 años, se ha preferido poner a la agricultura química como la respuesta al fenómeno de degeneración de las plantas de cultivo. No se miró al suelo en su complejidad ecosistémica y orgánica. La agricultura fue fumigada por la “revolución verde”, la cual prometió —y sigue prometiendo— seguridad alimentaria y hambre cero. Objetivos no logrados, y peor aún, no tan solo las plantas han enfermado, sino que también los animales que las comen, incluidos nosotros los humanos.
La crisis nos obliga a salir de la caja de la agricultura química y el agronegocio, para desempolvar conocimientos. Volver nuestra vista al suelo y a todos los intrincados procesos y relaciones bajo y sobre él. ¿Por qué? Para intentar REGENERAR.
¿De qué se trata la Agricultura Regenerativa?
La agricultura regenerativa es un concepto derivado en principio de la permacultura, pero hoy ampliamente utilizado desde círculos académicos, agricultores, ganaderos, silvicultores y apicultores a nivel mundial.
Para ello reúne e intenta conciliar e integrar elementos de diversas corrientes, como la agricultura Biológico-dinámica, la Agricultura orgánica, las técnicas de Fukuoka, la Agroecología y la propia Permacultura. Todo esto para enfrentar dos grandes desafíos globales:
- el de producir alimentos adecuados, nutritivos y suficientes para la población mundial,
- y el de restaurar ecosistemas deteriorados o degradados por la actividad humana.
Es por ello, que su propuesta es una agricultura:
- Ecológicamente regenerativa: que restaura el potencial de los servicios ecosistémicos y comprende el agroecosistema como un todo.
- Económicamente rentable: reduce drásticamente los costos variables e incrementa los rendimientos, proponiendo circuitos económicos virtuosos.
- Socialmente cohesionada: creación de empleos y riqueza local, lo que une a las personas en torno a un paradigma colaborativo.
Teniendo claro el cómo, sus principios y el por qué la agricultura regenerativa o mejor dicho simplemente la buena agricultura, es clave para nuestro futuro. Ahora podemos seguir profundizando en esta temática y entender cómo ésta está transformando el territorio, desde una perspectiva regional y local. En la próxima parte de este artículo compartiré con ustedes las experiencias de @huertoloschilcos @el.reinal y @apiculturanaturalregenerativa, qué significa la regeneración para ellos y cómo se vive en la práctica.
Si quieres comenzar a tomar conciencia de tu rol en la regeneración, te invito a que lo tomes slow. Es un tema serio y de gran importancia ya que está a diario en lo que comes, en lo que vistes. Así que te invito a que comiences por ver en Netflix el documental «Kiss the ground» (besa el suelo) y además, un extra para demostrarte que todos podemos formar parte de este cambio de paradigma, «The Biggest little farm». Dale play y regenera tu forma de ver el suelo y tu alimento.