Aunque dejamos atrás febrero, “el mes del amor”, la seducción que provocan en los consumidores las marcas de fast fashion es una constante.
La seducción es el acto que consiste en inducir y persuadir a alguien con el fin de modificar su opinión o hacerle adoptar un determinado comportamiento o actitud. Es más, la Real Academia Española (RAE) define que seducir es “persuadir a alguien con argucias o halagos para algo, frecuentemente malo”.
Descuentos que cuesta resistir, promociones 2×1, imitaciones de diseñadores inalcanzables a valores accesibles, ofertas adicionales si pagas desde tal aplicación, finalmente el mensaje es uno y claro “ven tómame, soy para ti, me mereces, si no me aprovechas ahora te vas a arrepentir”. No niego que es hasta entretenido personificar estas acciones en un cuerpo humano seductor; una red flag tras otra.
Pero, ¿cómo negarnos a estos joteos? ¿cómo salir de esta relación tóxica donde mi corazón llamado clóset siente que aceptando estas oportunidades va a sentirse y verse bien?
Mientras abrimos nuestro corazón al fast fashion, solemos olvidar que paralelamente existe un lugar que alberga un amor noble, sensible, bondadoso, que nos espera con calma, sin exigir nada y que sufre con nuestra indiferencia. Me refiero al planeta Tierra.
Sí, escogiendo el sobre consumo textil (entre otros factores) nos estamos farreando la posibilidad de experimentar un amor sano, de construir un hogar seguro en el planeta, y reconocer esto es el primer paso, el “amix date cuenta”. Picotear de vez en cuando está bien, el problema es que nos fuimos al extremo.
Según cifras del Ministerio del Medio Ambiente, en los últimos 20 años, Chile se ha convertido en el país de América Latina que consume más ropa por persona, aumentando la compra de vestuario en un 233% en ese periodo. El 2015, un chileno/chilena compraba en promedio 13 prendas, pasando a 50 en el 2020, y al mismo tiempo, se incrementó la generación de residuos textiles, llegando a 572.118,9 toneladas anuales.
Ropa que comprobadamente no usamos del todo y terminan acumuladas en vertederos ilegales o, como en el caso del devastador incendio de la V Región quedan repartidas en las calles como desechos, sin duda, un dilema humanitario y ambiental.
En definitiva, caer en la seducción del fast fashion trae consecuencias graves y se hace urgente parar, aunque sea para reflexionar al respecto.
¿Cómo vivir un amor sano con la ropa y cuidar el entorno que habitamos? Aquí te dejo unos consejos:
- Reducir nuestro consumo en general y preguntarnos si realmente requerimos aquello que estamos por comprar.
- Reutilizar las prendas y extender su vida útil.
- Preferir el upcycling
- Reciclar las prendas que ya no podremos usar
¿Te animas a vivir un amor sano con tu ropa?
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