Sé que quizás lo pasas mal. Sé que incluso sientes que lo pasas peor que el común de las personas; que lo que te pasó es insuperable, que no se acaba y que la vida nunca cambia. Te escucho hablar, observo lo que haces y veo que no has podido despegarte, ni despegar; no porque no hagas nada para lograrlo, al contrario, te veo moviéndote, indagando, buscando razones, pero por alguna razón, ese desafío sigue siendo parte de tu vida.
Como coach y terapeuta, te quiero comentar que si vives pensando ‘¿por qué a mí?’, o si constantemente rumeas lo negativo que te ha sucedido, si te quejas de lo que hacen los demás –o de lo que no hacen–, generalizas comportamientos o actitudes con expresiones tipo “todos los hombres/mujeres son tal y tal” y no sueltas algo que pasó, es porque estás en la posición de víctima.
Respira, no es una acusación, sigue leyendo. Vivir desde esa posición tiene que ver con cómo miras tu realidad y cómo te enfrentas a ciertos retos o personas. La víctima de la que hablo suele decidir mantenerse parada en una actitud indefensa, sintiéndose atacada, incapaz de hacer algo por sí misma. De eso se trata precisamente, de trascender a ese rol de víctima que sueles asumir frente a la vida.
Lo que ‘te pasa’
Entonces, no me malentiendas, no se trata de que empieces a hacer como si nada hubiese pasado. ¡Por supuesto que se vale llorar y patalear! Es importante y necesario dejar fluir y liberar las emociones para nuestro correcto funcionamiento físico y mental. El problema es cuando la posición de víctima se convierte en tu actitud frente a todo. Pasas la emoción inicial y te quedas en la queja; en la carencia viendo lo que te falta; en lo que “te hizo” tu jefe, tu ex, tus padres, tu pareja, tus hijos y, sin darte cuenta, pasas la responsabilidad de toda tu vida a otros.
Y sí, nos pasan cosas, pero te quiero invitar a hacer la diferencia entre que pasan cosas y que te pasan cosas. Por ejemplo, si tu ex está con otra persona, no es parte ya de lo que te ocurre a ti. Le ocurre a él o ella, y tu vida ya no está ligada a eso, por lo tanto, es hora de seguir adelante.
Todos los seres humanos enfrentamos, a lo largo de nuestra vida, dolores, desafíos, traiciones, tristezas. Imagínate cómo sería el mundo si cada uno se quedara pegado en lo que alguna vez ‘le pasó’. Quedarte en la rabia y en la autocompasión solo te roba energía.
En general, de todo lo que sufres, no todo ‘te pasa’ a ti, porque no todo lo que hacen las personas te lo hacen a ti, ¡al contrario! Cada uno está viviendo su vida y –si no te hicieron algo directamente– lo que pasa es que no estás poniendo foco suficiente en la tuya. Y ahí está la clave, en que sigues buscando afuera, en el otro, lo que es solo tuyo.
Según mis creencias, a nivel energético, álmico, lo que es adentro es afuera. O sea que lo que vibras atraes, lo que vienes a aprender en esta encarnación se manifiesta en tu realidad para crecer. Pero siempre desde tu propio ser. Así que aquí va mi consejo: está en ti cambiar lo que se viene. Sé por experiencia propia que en la posición víctima nada crece. Solo cuando te animas en serio a salir, tu realidad se mueve contigo. Y lo bonito de eso es que la vida sí cambia, sí mejora.
Acepta lo existente, empieza a agradecer lo que sí tienes (que aunque a veces no lo veas, seguramente es mucho). Busca tu felicidad en el hoy, en la vida real. Deja la queja, no le des poder a los dolores y sobre todo, practica la apreciación, es decir, aprende a apreciar todo, desde lo más simple a lo más elaborado.
Y luego toma responsabilidad de ti misma. Enumera tus habilidades y cualidades, usa tus recursos y deja de darte excusas porque la vida no espera. La vida es ahora.
Eres más poderosa de lo que piensas. Empieza de nuevo, de adentro hacia fuera.