Calificados como una “extensión del yo corpóreo”, a lo largo de los siglos los zapatos han sido más que simples protectores de los pies; se han transformado en la principal intersección entre el cuerpo y el espacio físico, narrando en cada paso la historia y evolución de la humanidad, desempeñando, al mismo tiempo, una manifestación tangible de la conexión entre el ser humano y su entorno.
Se estima que hace unos 40.000 años, la humanidad dio sus primeros pasos calzando primitivos protectores para los pies, lo cual queda evidenciado con las pinturas rupestres datadas en el año 13,000 a.C., las que ilustran la imagen de cazadores con calzado rudimentario.
Objeto trascendental de nuestra historia
Bernhard Roetzel, autor del libro “Guía del calzado para el hombre”, señaló que «los zapatos dicen mucho sobre una persona y la sociedad en la que vive».
Y esta no es una afirmación sin fundamento. Más allá de ser meros accesorios, los zapatos se erigen como testigos de nuestra historia cultural, económica e incluso pasan a ser cómplices silenciosos de historias revolucionarias, como es el caso de los zapatos utilizados por los Moonshiners, traficantes de alcohol ilegal durante la época de la Prohibición en Estados Unidos (1920-1933). En este periodo, los contrabandistas, con el objetivo de eludir a la policía, diseñaron zapatos con suelas que imitaban la huella de una vaca, permitiéndoles de esta manera ocultar sus rastros.
Durante la Segunda Guerra Mundial, inspirados por las tácticas utilizadas por los Moonshiners, los espías aliados adoptaron un método similar para eludir a los nazis, diseñando zapatos con suelas que apuntaban en sentido contrario a la dirección en la que caminaba el usuario, logrando así engañar a los alemanes.
Foto: Cow Shoes usados por los Moonshiners durante la Prohibición / Créditos: Library of Congress
Diferenciador de clase socio-económica
“No te calzas sólo el pie; al ponerte un zapato, te calzas la cabeza”. Esta frase del director general de John Lobb, aborda el hecho de que los zapatos no son simplemente accesorios para proteger los pies, sino expresiones simbólicas que trascienden lo puramente práctico, revelando el entramado que se esconde en las relaciones sociales.
A partir del inicio del período del Imperio Nuevo en la historia egipcia, alrededor del año 1500 a.C., surgen repentinamente representaciones de sandalias en los jeroglíficos que ilustran escenas de la vida egipcia. A medida que los arqueólogos recopilaron más materiales y evidencias, concluyeron que las sandalias utilizadas reflejaban el estatus social de los habitantes de este territorio. Los esclavos, por ejemplo, no utilizaban calzado, mientras que los ciudadanos comunes optaban por sandalias hechas de papiro. Por otro lado, aquellos ubicados en los estratos más elevados de la sociedad lucían sandalias con puntas extravagantes, y solo a la clase alta se le permitía el uso de colores como el rojo y el amarillo. Así, las sandalias rojas puntiagudas se convertían en un distintivo claro de estatus elevado.
Foto: Sandalias de papiro que utilizaban los ciudadanos comunes en Egipto / Créditos: World History Encyclopedia
Hacia el siglo XVII, los tacones altos se convirtieron en un símbolo de estatus para todos los hombres ricos. Aunque estos zapatos eran imprácticos y hacían muy difícil el poder caminar, su uso era un privilegio reservado para aquellos que no realizaban trabajos que exigieran estar de pie o moverse durante el día. Esta moda encontró un gran seguidor en el rey Luis XIV de Francia, mayormente conocido como el “Rey Sol”, quien adoptó este tipo de calzado con entusiasmo.
Los tacones altos se convirtieron rápidamente en una declaración de moda masculina de clase alta, especialmente los de color rojo, ya que el monarca dictaminó que solo aquellos que estuvieran a favor de él y de su reinado podían utilizarlos.
Foto: Tacones de Luis XIV
A lo largo de la historia, los zapatos rojos han mantenido su connotación especial. Durante el Papado de Benedicto XVI, las babuchas rojas, con raíces en el Imperio Bizantino, simbolizaban el poder y eran exclusivas para el Papa, el emperador y la emperatriz. Este color también tiene un significado especial para la Iglesia Católica, representando la sangre de los mártires que murieron por Cristo.
Foto: Zapatos rojos del Papa Benedicto XVI / Créditos: HuffPost
Estructura de represión y control social
Hace ya algunas décadas, el cirujano podólogo Simon Braun describió al zapato como la «primera estructura de represión». Esto debido a que no existen dos personas en el mundo con pies idénticos, sin embargo, la mayoría de los modelos se fabrican utilizando un prototipo único, basándose en datos estadísticos a partir de la democratización del calzado en las décadas de 1920 y 1930.
Esta perspectiva de represión se ha visto reflejada previamente en la historia.
Siglos atrás, como parte integral de su cultura, las mujeres chinas se vieron sometidas a una práctica llamada “pies de loto”. Esta antigua tradición, arraigada durante la Dinastía Song y que perduró hasta principios del siglo XX, consistía en vendar los pies de las niñas menores de 6 años, fracturando sus huesos y uniéndolos para dejarlos lo más pequeños posible, no superando los diez centímetros.
Los pies de loto se convirtieron en sinónimo de nobleza, ya que una mujer con los pies vendados era incapaz de ayudar en el campo debido a movilidad limitada, consolidando esta práctica como algo exclusivo para las mujeres pertenecientes a familias con gran poder económico. Aquellas que nacían en circunstancias económicas limitadas no tenían acceso a esta costumbre, ya que debían ayudar a sus padre o esposo en los quehaceres diarios.
A pesar de su importancia en la cultura china, esta práctica implicaba un control sobre las mujeres, limitando su movilidad y haciéndolas menos autónomas para desplazarse, menos participativas en la vida social, política y comunitaria, y más dependientes de sus maridos. Además, debido a la capacidad de soportar el intenso dolor asociado con el proceso para lograr los pies de loto, se les atribuía a estas esposas un temperamento dócil, sumiso y sin quejas.
Foto: Pies de loto comparados con pies que no se sometieron al proceso de vendado
En última instancia, los zapatos no solo han sido una necesidad práctica a lo largo del desarrollo de la raza humana, sino que se han transformado en elementos simbólicos, retratando las complejidades de la sociedad y su evolución cultural.
Desde primitivas pinturas rupestres que ilustraban los primeros pasos de la humanidad con calzado rudimentario hasta los tacones altos que marcaron el estatus en el siglo XVII, los zapatos han reflejado no solo el gusto individual, sino también las jerarquías sociales y momentos relevantes de la historia.
Esta extensión del yo corpóreo no solo adorna los pies, sino también deja una huella indeleble en la historia, destacando su papel como catalizador de cambio, diferenciadores de estatus, y en ocasiones, instrumentos de control social.
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