Para nadie es una sorpresa que la crisis climática es real y es ahora. Cada día son más los países que, de alguna u otra manera y afortunadamente, se están organizando para detenerla o al menos apaciguar sus consecuencias tanto globales como locales.
La reciente Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), realizada en Glasgow (Escocia) durante las dos primeras semanas de noviembre, nos ha dejado aún más en evidencia que debemos accionarnos de forma transversal. Desde los gobiernos, ciudadanos y el mundo privado, y esto debe suceder de forma rápida y efectiva. No más “bla bla bla!” como tantas veces repitió la joven activista sueca, Greta Thunberg.
Para ello, el cumplimiento —a rajatabla— del conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son el faro que alumbra las diferentes acciones en torno a la materia. “Tienen defectos, como cualquier acuerdo internacional, y deben ser interpretados a la luz de las circunstancias cambiantes”, puntualiza el investigador y escritor independiente, David Souter, en su último artículo para la revista América Latina en Movimiento. Y agrega que “un acuerdo global sobre objetivos de desarrollo es inmensamente difícil de lograr, y llegar a un acuerdo sobre ellos fue un gran éxito para la ONU”. Y es aquí donde radica uno de sus principales méritos. Pero no lo es todo.
¿EN QUÉ CONSISTEN LOS ODS?
El 2015 se definieron los 17 objetivos de desarrollo sostenible, con una meta de 15 años para lograrlos, es decir, el 2030. Con un total de 193 países miembros de Naciones Unidas, y tras un proceso consultivo mundial sin precedentes de más de tres años, se adoptó la “Agenda 2030”. La cual es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad.
Tal como señala el sitio oficial de la ONU, los ODS buscan erradicar la pobreza en todas sus formas en todo el mundo. Poner fin al hambre, conseguir la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, y promover la agricultura sostenible. Garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos y todas en todas las edades.
Llegar a este acuerdo sólo fue el primer paso. Desde el 2015 a la fecha, muchas cosas han ocurrido a nivel mundial: la polarización geopolítica, el bajo rendimiento de las economías de muchos países, la perturbación de las relaciones comerciales mundiales y, ahora, la crisis y la recesión por el COVID-19. “En 2020 se registraron retrocesos en muchos de los objetivos y metas: retrocesos que serán difíciles de recuperar y que requieren un replanteamiento”, señala Souter.
Por lo tanto, ajustar los objetivos y las metas para aprovecharlos y adaptarlos a las diferentes circunstancias y territorios es fundamental. Los ODS sólo pueden ser aplicados de forma efectiva si se logran entender como objetivos movibles y adaptables a actuales y futuros escenarios. En otras palabras, frente a un estado de inmovilidad, los ODS son ineficaces e insuficientes.
“La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, firmada por los 193 Estados Miembros de la misma, incorpora una visión transformadora hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental” .
CEPAL 2015
La idea de desarrollo sostenible surgió de la Comisión Brundtland (la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo) en 1987 y posteriormente, de la Cumbre de la Tierra en 1992. En esta instancia se habló de un enfoque tripartidista del desarrollo: prosperidad económica, bienestar social y protección del medioambiente. Tres aspectos que, según se afirmaba, podrían, deberían y deben perseguirse conjuntamente.
A su vez, se establecieron objetivos claves para las futuras generaciones, como: la equidad intergeneracional y de consumo sostenible. Ambos principios enfocados en garantizar que los resultados medioambientales que afecten a las generaciones futuras no signifiquen perjuicios irreparables (o “insostenibles”) debido a políticas y prácticas de corto plazo.
“Es un error pensar que el desarrollo sostenible es sólo otra forma de hablar del medio ambiente. La Agenda 2030 es fundamentalmente una estrategia dirigida al desarrollo, no al medio ambiente”.
David Souter, Revista América Latina en Movimiento. Noviembre, 2021.
ODS, MODA Y MEDIOAMBIENTE
Sabemos que la industria de la moda tiene un tremendo impacto tanto a nivel social como medioambiental. Que la sobreproducción de prendas está causando daños irreparables a nuestra biodiversidad, y que se necesitan —de forma urgente— hacer profundos cambios en los modelos actuales de producción, creación y compra-venta de productos en el sector moda.
Frente a esto se hace inminente asociar algunos de los ODS a esta industria. Como por ejemplo, el ODS número 12 “Producción y consumo responsable”; el ODS 8 “Trabajo decente y crecimiento económico” y el número 17 “Alianzas para lograr los objetivos”.
El ODS 12, apuntan a generar una gestión sostenible y uso eficiente de los recursos naturales, a la racionalización del uso de productos químicos, a un control de los destinos de los desechos, previniendo, reduciendo, reciclando y reutilizando los mismos, contribuyendo directamente así al mejoramiento de la calidad de vida de las personas.
Si lo analizamos, la industria de la moda se encuentra bastante “al debe” con este objetivo, y un cambio estructural y sistémico de sus procesos se hace obligatorio. Pasar de un modelo lineal a uno circular, no es fácil. En particular, para las grandes empresas y marcas. Entonces, ¿es imposible cumplir con este objetivo? No. El último informe “Modelos de negocios circulares: repensar los modelos de negocio para una industria de la moda próspera” de la organización Ellen MacArthur Foundation, establece la necesidad de la creación y aplicación modelos circulares para no hacer uso de recursos naturales.
El reparar, para alargar la vida útil de un producto; el arrendar e intercambiar, para aumentar el reuso de una prenda; y el resale o reventa, para poner en movimiento una prenda, son algunos de los sistemas que ya no pueden ser una opción para una empresa, sino parte fundamental de su modelo de negocio.
Por nuestra parte, numerosas son las opciones que podemos realizar como ciudadanos-consumidores y convivir responsablemente con nuestro entorno. Existen nuevas formas de consumo que re-piensan el clásico modelo lineal y un sistema de compra-venta a la hora de adquirir un producto “nuevo”.
Más allá del producto final que consumamos, el preguntarnos: ¿quién hizo este producto? ¿cómo fue hecho y bajo qué condiciones? se conecta directamente con el ODS 8 (trabajo decente y crecimiento económico).
El crecimiento a nivel mundial de la industria de la moda, desde el lujo hasta el fast fashion, se ha basado en prácticas poco éticas y sostenibles. Es por ello, que es necesario garantizar y proteger los derechos de las y los trabajadores para así lograr una cadena de valor justa, desde la producción hasta el reciclaje o reutilización de los productos, como lo que plantea el ecodiseño.
El ODS 17, se relaciona con las Alianzas para el logro de los objetivos. De bien poco sirve que rememos hacia distintos puertos como sociedad, empresas y gobiernos. El diálogo, la organización y la acción son claves para avanzar, en un cambio profundo, no tan solo en el actual sistema moda, sino en general en todo lo que vemos, consumimos y deseamos a diario.
MÁS ALLÁ DE LOS ODS: REFLEXIONA Y TOMA ACCIÓN
A simple vista puede parecer abrumador tantos objetivos, más aún cuando a nuestro alrededor pareciera que nada más importa que el bien individual y el crecimiento económico. Muchas veces, incluso la ecoansiedad puede jugarnos una mala pasada a la hora de actuar frente a la crisis climática.
Por lo mismo, estos objetivos nos pueden ayudar de forma personal a ordenar y simplificar nuestras acciones. Primero porque el hecho de categorizar los distintos objetivos, nos permite priorizar; y segundo, pero no menos importante, porque el simple hecho de tener un objetivo o una meta, hace que exista esperanza y acción frente a algo que puede (y debe) pasar.
Te invitamos a tomar uno de los 17 objetivos de desarrollo sostenible y trabajar por él. ¿Te ánimas?.