Un estilo de vida slow tiene también su lugar en el mundo de la psicología, la nutrición y el bienestar personal. Está en la importancia de relajar el ritmo y darse el tiempo para conectarse con el momento presente.
Estos tiempos inciertos pueden ser especialmente complejos para quienes suelen analizar demasiado las cosas y dejan su cabeza volar con ideas y situaciones futuras.
En mis años de trabajo como psicóloga he podido constatar que existen herramientas que podemos cultivar y practicar para construir hábitos; a las que podemos acceder en momentos como este. Aquí algunos ejemplos:
Conectar con el cuerpo
Preguntarnos dónde estamos y dónde está nuestro cuerpo y cómo se siente. Por ejemplo, ¿dónde tenemos los pies? ¿Las manos? ¿Cómo los sentimos?
Ejercicios de respiración
Podemos intentar responder esas preguntas y luego hacer ejercicios de respiración, respirando lenta y profundamente por la nariz, procurando que la exhalación sea mayor que la inhalación. Inténtalo por unos 15 a 20 minutos diarios, aunque para partir 5 minutos es una meta mínima adecuada. Luego puedes incrementar el tiempo progresivamente.
Conectar con una sensación de unidad colectiva
Si bien las realidades y los “ahora” pueden ser diferentes según cada uno, todos estamos experimentando la misma situación global. Y con ello aparece una convicción: sentir que pertenecemos y no estamos solxs.
Para conectar con esa sensación de unidad, la principal recomendación es mantener los vínculos: conectarnos con nuestros amigxs, pareja, familia. Parecería que la única forma en que podemos hacerlo hoy es a través de una pantalla, y esto puede producir cansancio. Pero también hay otras formas, como escribir notas a mano y mandar fotos de estas, o compartir fotos de las cosas que estamos haciendo en el día a día. Comunicarnos y vincularnos permite que fluya lo que tenemos estancado, procesemos nuestras ideas y podamos ponerles palabras a nuestras emociones. Las palabras acogen como un abrazo.
Retomar las citas
Agendar un día y una hora fija para tener una conversación permite prepararnos mental y emocionalmente para ese encuentro, ¡aunque sea virtual!
Diario (o frasco) de gratitud
Realizar una evaluación de lo que sí hay en nuestra vida (las certezas que sí tenemos) y aquellos factores que son más constantes: si bien hay muchas cosas que nos gustaría que fueran distintas, podemos observar que hay otros aspectos que están funcionando y los podemos agradecer. Escribirlos todos los días en un diario de gratitud o en post-its que podamos ver de manera permanente es una buena herramienta. Otro ejemplo es anotar en papelitos todo por lo que sentimos gratitud, ponerlos en un frasco y revisarlo cuando necesitemos esas certezas. También podemos crear una especie de tablero donde esté representado lo tangible e intangible que nos hace sentir agradecidos y seguros.
Es desde esta calma que podemos recordar la importancia de los hábitos saludables y las rutinas que hemos creado y diseñado para nosotras mismas que nos permiten sentirnos mejor. En algunos momentos, sobre todo en estos tiempos, podemos no querer hacer nada de aquello que nos hace bien. Lo importante es no dejar de intentar, e ir poco a poco. Avanzar un día a la vez.
Cuando te sientas abrumadx te propongo que comiences preguntándote qué necesitas y entregártelo con gratitud. A veces será hacerlo todo, a veces será hacer nada. Lo importante es escucharse, sostenerse y continuar: ser resilientes.