Escuché hablar del tapping por mi hermana, quien, como ustedes, sabe que suelo andar en busca de formas relativamente simples para lidiar con ciertos días de mayor ansiedad.
Si bien febrero se piensa en Chile como un mes entero de descanso, yo lo sentí bastante estresante por momentos y ciertamente relajante en otros. Quizás porque me apresuré en dejar avanzadas algunas tareas antes de partir a Ecuador por 10 días. Y aunque estando allá me desconecté de verdad y lo pasé muy bien, volví más estresada de lo que me fui. Desde el avión de regreso venía presionándome a mí misma a retomar el trabajo a toda marcha. Las vacaciones tienen esa particularidad, creo, para las personas cuya inclinación natural es precipitar involuntariamente el paso justo antes y justo después de salir de viaje. Un sándwich de relajación entre dos rebanadas de estrés, si se quiere.
Alivianarme y desacelerar el ritmo suele requerir un esfuerzo consciente de mi parte. Por eso el tapping. Esta es básicamente una técnica, inventada en los 90, que consiste en una serie de secuencias en las que uno se da golpecitos con las yemas de los dedos para presionar puntos específicos del cuerpo, con técnicas que evocan a las de la acupresión (originaria de la antigua medicina china). La idea de esto es, en teoría, liberar traumas o ansiedades. En inglés se la conoce como EFT Tapping (por las siglas de emotional freedom technique, o técnica de liberación emocional). La premisa es que con estos golpecitos se pueden liberar bloqueos en el flujo del cuerpo, causados por emociones fuertes.
Algo que me atrajo inicialmente del tapping es que se puede practicar cualquier día en cualquier lugar, y no requiere de ningún instrumento o condición externa especial. Solo hay que reconocer el nivel de estrés inicial, repetir unas frases a elección, y darse golpecitos en distintas partes del cuerpo. La técnica, aparentemente, nace de un mix entre los meridianos energéticos que se estudian para la acupuntura y la psicología moderna, que busca alterar físicamente el cerebro, el sistema energético y el cuerpo.
La gracia está en golpear sutilmente –con las yemas de los dedos de las manos– entre unas 5 y 7 veces en cada uno de 12 puntos del cuerpo: el punto karate (en el costado externo de la mano), el inicio de cada ceja, al costado del ojo (al final de cada ceja), bajo cada ojo, debajo de la nariz, en la barbilla, bajo las clavículas, bajo cada brazo (en las costillas) y en la parte superior de la cabeza.
Curiosa, decidí buscar videos en YouTube (como este y este) para ver a qué ritmo debía alternar entre darme golpecitos en un punto y el siguiente. También vi que es recomendable calificar del 1 al 10 el nivel de ansiedad con el que uno va a empezar. Para mí, suele ser un 7, porque he frecuentado el 8 y conocido el 9, y quiero creer que no vivo en ese estado permanentemente.
Con ese 7 en mente, un día me senté sobre mi cama, respiré profundo una vez y con los tres dedos más largos de mi mano derecha, empecé a tappear (dar golpecitos) en el punto karate de mi mano izquierda. Una frase común para repetir con esta técnica es: “Aunque me siento estresada y abrumada, acepto profunda y completamente quien soy y cómo me siento”. La idea es repetir esta frase entera (o una similar, totalmente personalizable) al menos una vez, mientras se dan golpecitos en el primer punto, y luego volverla a decir al pasar al siguiente punto. Continué, entonces, dándome golpecitos al inicio de mi ceja derecha, con los dedos anular y medio de la mano derecha, y dije la frase nuevamente. Luego, me fui al costado de mi ojo derecho y me quedé ahí dando golpecitos, después bajo el ojo derecho (en el pómulo), de ahí en la barbilla, y así. Al final, si se quiere, se puede hacer también el lado izquierdo.
Por lo que entiendo, la técnica del tapping no es estricta en absoluto. No pasa nada si se hace el lado derecho primero, o si se hace el lado izquierdo o no. Hay videos que incluso se saltan el punto en cada costilla. Lo que sí parece ser importante es decir una frase que por un lado reconozca el estrés o la ansiedad y, por otro, exprese autoaceptación. Es un mantra, en esencia. Y es preferible que sea equilibrado. Lo otro elemental es que uno aplique una ligera presión con los golpecitos rítmicos, pero tampoco en exceso. Viene bien escuchar al cuerpo (y ver videos de referencia) para deducir cuánta presión aplicar.
Mi sensación postapping fue agradable. La rutina entera dura como cinco minutos solamente. Aunque predeciblemente no podría decir que liberó mis ansiedades por completo, fue tan fácil que no le encontré ningún gran contra. La única objeción podría ser que, a pesar de que no demanda estar en un sitio o posición especial, igual requiere de cierta privacidad: no tanto por los golpecitos, sino por la frase que hay que recitar en voz alta. Pero me imagino que funcionaría igual de bien si se repite la frase mentalmente, con auténtica concentración.
Leí que aún no se ha probado científicamente que el tapping efectivamente libera emociones. Pero creo que una práctica que invita a romper con el piloto automático y exige reconocer el propio estado mental no puede hacer ningún daño. Por lo demás, me he hecho fanática de las técnicas fácilmente adoptables y universalmente accesibles. Si no requiere ir donde un acupunturista o reservar un tiempo exclusivo, me apunto. Mientras menos barreras de entrada, mejor.