Confieso que siento niveles variables de ansiedad a diario que derivan de ciertas tendencias obsesivas que tengo, y he probado distintas cosas para mitigarla, incluyendo meditar. En mi afán de explorar nuevas técnicas para reducir la ansiedad, empecé a indagar sobre los posibles beneficios de tomar gotas de aceite de CBD. Puede aliviar, según leí, desde la ansiedad y el insomnio, hasta ciertos dolores, inflamación y más.
El cannabidiol o CBD es un extracto de la planta de cannabis; un componente natural que no tiene efectos psicoactivos (a diferencia del tetrahidrocannabinol o THC, el otro componente de la marihuana). Resolví que sería ideal probarlo en septiembre, porque en el feriado iba a poder experimentar con distintas cantidades en busca de mi dosis óptima, y tendría tiempo a solas para notar, con más claridad, si algo nuevo en mi rutina estaba efectivamente funcionando.
Compré mi aceite sublingual de CBD acá, y empecé a tomarlo poniéndome un par de gotas debajo de la lengua. Se administra por esta vía porque en el suelo de la boca hay tejidos que permiten que ciertas sustancias lleguen al torrente sanguíneo sin haber pasado por el tracto gastrointestinal, donde podrían ser degradadas por la acidez del estómago, por ejemplo.
La gracia de una tintura de este tipo es que es una solución concentrada. Por eso, yo partí tomando de 2 a 3 gotas cuatro veces al día, que es lo que me recomendaron en el local donde compré el aceite. Se ponen las gotas y se mantienen bajo la lengua por unos 30 segundos, a la espera de que se absorban. Idealmente, no se tragan.
La primera vez que lo probé, siendo franca, me sorprendió que no me supiera a nada. Tenía miedo de que tuviera un sabor amargo, porque había leído en internet que era un poco fuerte, pero el mío solo sabía ligeramente a aceite de cocina. No verme comprometida a tolerar un sabor desagradable me motivó a tomar las siguientes dosis sin recelo.
En un comienzo, durante dos o tres días, no sentí nada o casi nada. Después de varios días iguales, decidí googlear un poco más, y averigüé que lo ideal es partir con una dosis de 1 ml al día. Hasta entonces, yo estaba tomando 0,6 ml al día, ya que cada gota tiene más o menos 0,05 ml, y yo tomaba 12 diarias. Así que subí mi dosis a 20 gotas al día.
Lo que me interesaba desde un comienzo, en todo caso, era tomar una microdosis varias veces al día. Las microdosis, en teoría, ayudan a estabilizar el sistema endocannabinoide y pueden servir para crear y mantener un estado de homeostasis que se supone que hace que uno se sienta mejor física y mentalmente. El plan era encontrar la cantidad óptima que yo debía tomar para minimizar mi ansiedad y, a la larga, mantenerme en ese nivel para extender un efecto positivo tenue durante el día. Tomar una dosis más alta completa, una vez al día, se escapa de lo que busco, porque con las dosis altas los efectos son más notorios pero desaparecen más rápido. Y a mí lo que me interesaba era ampliar mis lapsos libres de ansiedad.
Para descubrir cuál es esa dosis óptima personal, hay blogs que recomiendan tomar una sola gota y responder tres preguntas usando una escala del 1 al 10: ¿Qué tan fácil es respirar? ¿Qué tan cómodo y tranquilo se siente mi cuerpo? Y, ¿qué tan fácil me es sonreír auténticamente, sentirme contenta y agradecida? La idea es anotar esos resultados y esperar 45 minutos para hacerse nuevamente las mismas preguntas. Si las respuestas no han cambiado, hay que tomarse una segunda gota. Y así, hasta sentir una diferencia tras haber consumido la tintura.
Esa dosis que ya marca una diferencia sería, entonces, la porción mínima efectiva de cada uno. Después de ese punto, se supone, no habría beneficios en seguir aumentando la dosis.
El tema, claro, es que mi mente no solo puede ser ansiosa sino también hacerme pensar demasiado: ‘¿respirar fácil, un ocho? ¿Cuerpo cómodo, siete? Sonreír auténticamente… ¿un cuatro? Qué triste que solo me nazca decir un cuatro. ¿Cómo se supone que esto aumente mi nivel de gratitud?’, etcétera. Pero quizás las preguntas funcionan para algunos.
Hubo días de 20 gotas en que sí sentí pequeñas luces de una leve sensación de calma, que decidí interpretarlas como un indicio de que el experimento tenía potencial. Si bien no podría decir que a lo largo de este mes logré determinar la dosis ideal para mí, lo que sí sé es que mi rango terapéutico parte en 20 gotas diarias, al menos. Aunque no obtuve de un día para otro los resultados que esperaba en cuanto a mis ansiedades, tampoco me he desanimado. De aquí en adelante pretendo seguir probando con las cantidades y los momentos del día en que las tomo, para definir lo que me gusta. Ahora, no sé si estoy en calidad de recomendarlo, pero sí puedo conceder que el aceite de CBD no me ha restado nada. De hecho, me ha obligado a prestar más atención a cómo me siento durante el día y a recordar, indirectamente, que todo lo que ingerimos tiene inevitablemente un efecto en el cuerpo. Lo otro que puedo decir es que es un proceso totalmente personal que requiere de experimentación, observación y paciencia, y que es un aprendizaje continuo, como tantas de las búsquedas que tienen que ver con el bienestar.