Les conté que hace un tiempo empecé a usar una copa menstrual. Mi motivación en ese momento fue principalmente medioambiental: dejar de comprar productos menstruales desechables para reducir mi basura y evitar que las toallas higiénicas y tampones que usaba terminaran en vertederos o en el mar. Parece poca cosa el cambio, pero las mujeres menstruamos, en promedio, durante más o menos cinco días al mes durante unos 40 años de nuestras vidas. Es decir, cada persona que menstrúa tiene el periodo durante 2.400 días en total, lo que sumado da unos seis años y medio.
Con la copa, nunca volví atrás. En el artículo hablé de que tiene una curva de aprendizaje, de que al comienzo cuesta colocarla bien y evitar fugas, y que con la práctica se siente progresivamente más cómoda. Después de varios meses, puedo decir que usar una copa menstrual es uno de los cambios de hábitos con mayor impacto positivo personal que he hecho en los últimos años. Además, es casi un privilegio, considerando que hay miles de mujeres en el mundo que no tienen acceso a productos menstruales.
Durante mi ciclo, a veces pienso en las sutilezas de cómo estamos socializadas las mujeres para funcionar en la sociedad. Cuando era niña y tuve mi primera menstruación, me acuerdo de que mi mamá me dio un consejo breve: en los días de tu periodo, te recomiendo usar pantalones de color oscuro para evitar algún accidente indeseable. Lo dijo con la practicidad y consideración de quien, para ese momento, llevaba años siguiendo ese tip. Hasta ahora, sin falta, hay un par de días de cada mes en que tomo nota de mi periodo a la hora de vestirme y evito los pantalones claros solo para ahorrarme el nerviosismo de potencialmente mancharme en público. No sería lo más grave, lo sé, pero sí sería incómodo. La menstruación, a fin de cuentas, sigue siendo un tema tabú.
Que sea una devota de la copa no me impide reconocer que tengo días de mayor flujo en que sé que estaré fuera de casa por muchas horas sin poder vaciarla, aumentando la probabilidad de tener una fuga. También hay días hacia el final de mi ciclo en que derechamente no me motiva ponérmela, porque sé que el flujo será menor y la recolección será limitada, así que no veo la necesidad de usarla solo para evitar goteos. Por esto último me atrajo la idea de probar los calzones menstruales de Culotte.
Para quienes no los conocen, los calzones menstruales son una alternativa lavable y reutilizable para absorber los flujos menstruales. Se ven como calzones normales y se sienten prácticamente igual, solamente un poco más gruesos en el medio. Los de Culotte están hechos de tela de bambú. Y la capa intermedia que absorbe y mantiene los líquidos está hecha de microfibra.
Partí mi último ciclo a principios de este mes equipada con mi copa y tres calzones Culotte, del modelo Mon. El primer día, de flujo abundante, usé normalmente la copa, y como complemento me puse un Culotte. Mi primera impresión fue que son suaves, flexibles, muy cómodos, y lo suficientemente gruesos en el centro para sentir una diferencia. Pero nada extremo. Treinta segundos después de ponérmelos me olvidé que llevaba puesta ropa interior especial. Ese primer día la copa hizo la mayoría del trabajo con mi periodo, por lo que los Culotte no tuvieron que absorber más que un par de gotas. No obstante, lo que sí aportaron en esa ocasión fue una sensación de seguridad: anduve libremente en bici, caminé y estuve tranquila fuera de casa porque sabía que, en caso de fugas, tendría un plan de backup.
Al segundo día, de flujo moderado, decidí probarlos por su cuenta. Como estoy acostumbrada a no sentir mi flujo porque la copa usualmente lo hace imperceptible, fue extraño revivir la sensación líquida de la menstruación (también llamada menstruación libre). Aun así, el gran beneficio de los calzones menstruales es que están diseñados para absorber el flujo sin regarse, por lo que estuve mucho más relajada de lo que me sentía usando toallas higiénicas en algún punto de mi vida. Este calzón está pensado para absorber el flujo equivalente a 2,5 tampones (moderado), y se puede usar hasta por 12 horas seguidas. Y eso hice. Al terminar el día ni siquiera los sentía pesados.
Después de quitármelos los enjuagué usando agua fría, les puse un poco de jabón suave con abundante agua, y los dejé secar colgados. Repetí esto durante tres días con mis tres Culotte distintos, para evitar que la sangre se secara antes de echarlos juntos a la lavadora. Al terminar todo mi ciclo los lavé normalmente junto a mi ropa, en un lavado normal de máquina con agua fría. La recomendación de Nathalie Wilk, fundadora de Culotte, es no usar suavizante ni secadora, para extender su vida útil. A propósito de esto, los Culotte tienen aproximadamente dos años de duración efectiva.
Como en Franca nos importa cuestionarnos el origen de las prendas y los materiales, aproveché de preguntarle a Nathalie sobre los Culotte. «Los calzones están diseñados por nosotros y producidos en China. El proveedor cumple con varios estándares de producción, como la certificación Oeko-Tex®, además de las normas para asegurar condiciones de trabajo justas (estándar BSCI) y reglas del negocio ético (certificación Sedex). Nuestro proveedor también respeta la igualdad salarial entre hombres y mujeres», cuenta. «Esta decisión de producción en el extranjero está motivada por el saber-hacer necesario para el ensamblaje de estos materiales técnicos que conllevan los calzones menstruales. Hoy en día, las empresas chinas son las más eficaces del mundo en cuanto al ensamblaje textil y trabajan con alta calidad».
Por lo mismo que la menstruación es un tema tabú, siempre existen aprensiones a la hora de probar herramientas nuevas. Todo depende, por supuesto, del flujo y los hábitos de cada una. Pero mi lógica es esta: no hay manera de arrepentirse de usarlos. Sin presión, uno puede probarlos una noche al dormir o un día que sepa que se quedará en casa. Recomendaría comprar uno primero, ver cómo va, y animarse a comprar un segundo o dos más. Lo práctico a la larga es tener al menos unos tres calzones menstruales, para poder usarlos en distintos días del ciclo sin tener que lavar el mismo calzón tan seguido, y así mantenerlos en constante rotación para poder reutilizarlos en el ciclo siguiente.
Considero que los calzones menstruales son el sustituto perfecto zero waste de las toallas higiénicas. En mi caso, fueron ideales para los días de flujo moderado en que ya no necesitaba usar la copa, que por sí misma es infalible para mis días de flujo abundante. También me funcionaron perfectamente para dormir, especialmente justo una noche en que ya no estaba usando la copa pero aún podía haber un goteo inadvertido.
Mi veredicto personal es que los calzones menstruales son el complemento perfecto de la copa. Usarlos juntos fue ideal para mis días de flujo abundante, ya que pude despreocuparme de mi periodo por completo. Incluso me atrevería a decir que es la combinación zero waste más potente que se me ocurre para un ciclo amigable con el planeta.