Sobre la dignidad del vestir

por | Ago 29, 2022

Una crítica personal hacia la dimensión de la dignidad que atraviesa el vestir.

¿Cómo se relaciona la dignidad con el vestir? ¿Por qué y cómo se le otorga el valor de dignidad a una prenda de vestir?

Partamos entendiendo que por lo general una prenda de vestir cuenta con dos grandes rasgos para hacer-nos sentir bien o cómodos: lo funcional y lo estético. En el primero, nos encontramos por supuesto con que la prenda cumpla su función: cubrirnos, abrigarnos, protegernos de las vicisitudes climáticas que no podríamos sortear sólo en uso de nuestra piel. Por otro lado, tenemos la dimensión estética, donde encontramos los rasgos morfológicos que nos hacen sentir a gusto mediante la representación de nuestro ser, ya sea esto en base a influencias externas que admiramos o de formas instintivas que de cualquier forma termina por hacernos sentir satisfechos con nuestra apariencia, o al menos ese debiese ser el ideal al adquirir cualquier prenda. Estos factores, en suma, podemos decir que nos ofrecen la dignidad del vestido.

Pero ¿qué pasa cuando la producción de prendas de vestir llega a explotar los límites planetarios y sociales, costándole el equilibrio medio ambiente y a su biodiversidad, y también la mismísima dignidad de las personas que hacen nuestra ropa?

Una prenda tiene muchas variantes en su calidad de producto. Desde la extracción de la materia prima, pasando por el proceso de confección hasta su posterior venta y post venta. En consecuencia, un ciclo de vida útil largo y complejo. 

Entendiendo el momento histórico por el cual atravesamos y teniendo en cuenta la crisis medioambiental en la cual estamos insertos —debido a este sistema sediento de riquezas, en nombre de un progreso inexistente y ciego por la sobreproducción para usuarios que muchas veces no existen—. Por ello, en este artículo busco explorar sobre las siguientes preguntas: ¿cómo podemos recuperar la dignidad en el acto del vestir y a qué conceptos está asociado ésto? ¿es lo digno igual a tener algo nuevo? ¿cómo se entiende lo nuevo? 

Dejo en claro que mi punto de vista perceptiblemente considera que hoy en día nuestro modo de vestir carece de dignidad. No por consideraciones estéticas o juicios morales en torno a esto (esteticidad), que, aprovechando la instancia, sí me gusta mucho la diversificación y cómo con el tiempo nos hemos vuelto más libres en nuestro modo de vestir dejando atrás prejuicios. Esta discusión está enfocada en desmenuzar los métodos de producción que han sucedido históricamente y siguen ocurriendo, y la ética presente en éstos. 

SABER EL IMPACTO DE LA INDUSTRIA DE LA MODA NO ES OPCIONAL

Gracias a los medios de comunicación masivos y diversas organizaciones nacionales, como Fundación Basura, como internacionales, Fashion Revolution o Remake Our World, entre tantas otras, dedicadas a difundir esta problemática, hoy en día cada vez son menos las personas que desconocen el impacto de la industria de la moda sobre nuestro planeta y nuestra sociedad.

Ya sea en aspectos medioambientales o de derechos humanos, dentro de esto me pregunto ¿por qué se produce tanto y hasta qué punto se va a seguir produciendo? ¿cuál es el límite y quién pone ese límite?

Parecen preguntas ingenuas, pero ¿puede alguien responderme sin recurrir a metáforas o a juicios políticos? ¿Por qué se produce tanto?… En qué piensan los dueños de estas fábricas, los productores, los creativos tras las colecciones que salen cada vez más apuradas, más contra el reloj, como si fuese una urgencia vestirse con las últimas tendencias y a qué se debe esta ligereza con la que nos hemos tomado el vestir. 

¿Cuándo vestirse pasó a ser un acto banal, el cual se ha reducido a causar un daño sin retorno a nuestro entorno?

Alexandra Valenzuela.

¿POR QUÉ COMPRAMOS LO QUE COMPRAMOS?

Sabemos que el comportamiento del consumidor/a cuando hablamos de adquirir una prenda está ligado a muchos factores psicológicos. La industria debe utilizar los principios de la psicología del consumidor para apelar a los objetivos a corto plazo de los compradores y comprender lo que se necesita para que las opciones sostenibles sean más atractivas, realistas y accesibles. En definitiva, se busca responder a la pregunta ¿por qué compramos lo que compramos?

Esto nos lleva a que muchas veces tendemos a comprar ropa por impulsos, prendas que no necesitamos y que satisfacen un capricho. Prendas que han sido diseñadas para el deseo. Su fin es que las queramos con fervor, desde las paletas de colores, campañas publicitarias cuidadosamente hechas, las personas que eligen para que nos influencien.

El problema es cuando estos impulsos se hacen incontrolables, entendiendo que somos millones de seres humanos teniendo estos impulsos a cada minuto. No estamos hablando de padecer una patología como lo es el Síndrome de la Compra Compulsiva, sino que somos muchas y muchos que no padecemos de este trastorno psicológico, pero que compramos sin un previo análisis.

Desde el momento que adquirimos una prenda u objeto, el cuidado que le damos para que este perdure en el tiempo puede ser observado desde la vereda de la dignidad. El respeto con el que tratamos lo que poseemos toma una importancia superior si lo miramos desde ahí. Una prenda nos cubre, nos protege y se crea una relación con ella que no es una relación inerte.

La vestimenta es intermediaria entre nuestro cuerpo y la sociedad. La ropa, como muchas cosas, es un símbolo, de lo que representamos, lo que creemos, lo que somos. La vestimenta tanto como es necesaria, también es un dispositivo de expresión cultural, y es por ésto por lo que deberíamos tratarla con el cuidado que merece.

Porque la vida es buena, porque la vida es justa, porque la vida no siempre se trata de ser esclavos de algo o alguien, es que todos debiéramos tener derecho al acceso a una vestimenta digna en cuanto a lo que cada uno considere que se adapte a su modo de expresión personal, sin tener que sacrificar el medio ambiente ni ser cómplices de la explotación laboral de otros seres humanos.

Es por esto, porque la vestimenta es un derecho y además una característica de nuestra especie, el que también se nos debe educar en el tema. El vestir no puede ser un acto tomado a la ligera. Todas y todos debiéramos saber cómo leer la etiqueta de una prenda, cuál es mi derecho a reparar y estar en calidad de preguntar quién hizo mi ropa, qué hay en ella, de dónde viene y por supuesto, a dónde irá a parar.

Es por esto que, la educación en el pensamiento crítico —y en particular, en cómo concebimos el vestir— debe ser una obligación y un derecho de todo ser humano. Para que cosas básicas como el concepto de nuestra identidad no sean vulnerados a tal punto que se nos haga creer que ésta depende de cuánta ropa tenemos, que entre más mejor, que siempre he de verme diferente ante el resto. Esta es mi crítica y debería ser nuestro reclamo hacia un modelo insostenible, y que sí, si nuestra especie fue capaz de crearlo, somos nosotros también quienes podemos cambiarlo, cuantas veces sea necesario.

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Diseñadora de profesión por la Universidad de Valparaíso, tejedora, diplomada en Estética y Filosofía por la Universidad Católica de Chile, profesora de Artes Visuales. Entusiasta de la Moda y lo que respecta al vestir como fenómeno humano, he atravesado varios cursos respectivos a esta temática y también lo trabajo desde mi área. Actualmente estoy cursando el diplomado en Encrucijadas del Pensamiento Crítico de la UC.

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