Un día de marzo agarré mi celular para mandar un mensaje y me di cuenta de que me habían agregado a un chat de Whatsapp que se llamaba “21 días de abundancia”. Mi amiga Laura que vive en Bélgica armó, sin comentar nada aparte, este chat con más de veinte personas y envió un primer anuncio diciendo que al día siguiente empezaríamos un desafío colectivo de 21 meditaciones diarias. La participación, claro, era voluntaria y quienes quisieran podían permanecer en el grupo y embarcarse en el desafío; quienes preferían no hacerlo eran libres de retirarse.
Por lo visto, yo conocía a un tercio de las personas del grupo y los códigos de área de sus números de teléfono parecían indicar que había personas de distintos países. La premisa del grupo sonaba bien, nada muy impositivo o demandante. Además, conozco a mi amiga: le gusta explorar métodos de bienestar alternativos, pero tampoco tan extremos. Así que me puse a leer más para ver de qué se trataba.
Al googlear esto de los 21 días de abundancia, me encontré con que es un reto de meditación del Chopra Center, un centro de bienestar co-fundado en 1996 por el autor, conferencista y gurú de la meditación, Deepak Chopra. Poco impresionada, decidí quedarme en el grupo de todos modos. Las palabras reto y meditación igual resuenan conmigo. Está claro que me interesa meditar, he mencionado que busco retomarlo y, bueno, por algo escribo esta columna mensual.
A la mañana siguiente Laura mandó el Día 1 de este reto de meditaciones, y no hice mucho caso. Al día siguiente mandó el Día 2, luego el 3 y así. Justo en ese entonces yo andaba particularmente triste por una relación a distancia que se estaba empezando a deteriorar entre el estrés de los tiempos, la imposibilidad de viajar para vernos, la falta de un plan común a corto plazo. Me vendría bien, pensaba, hacer estas meditaciones, pero tampoco me animaba a empezarlas.
Cada encargo diario tiene tres partes: un mensaje que incluye una frase del día y un mantra, un audio con una meditación de unos 12 a 15 minutos y una tarea breve que se hace aparte, principalmente escribiendo en un cuaderno.
Dejé pasar varios días al principio. Estaba evasiva porque quería empezar cuando estuviera dispuesta a comprometerme con meditar por 21 días seguidos. El asunto, claro, es que uno siempre puede encontrar una excusa. Así que un lunes por la tarde solo le di play al primer audio e hice la meditación. Quedé intrigada. En ese audio, el mismo Deepak Chopra (en inglés), cuenta de qué se trata el reto: durante las próximas tres semanas las meditaciones y tareas se enfocarán en distintos aspectos de la verdadera abundancia, la fuente de la que proviene, el potencial ilimitado que ofrece y la apertura de conciencia que puede traer a la vida de cada uno. Me encantan este tipo de cosas.
Me motivó la idea de hacer la primera tarea, que se trataba sobre enlistar personas que han tenido algún tipo de influencia en mi vida. Y con eso partí oficialmente. Aunque iba como una semana atrasada con respecto a los demás en el grupo, al día siguiente hice la segunda meditación y la tarea correspondiente, y así cada día. La primera semana me costó concentrarme: para cuando recordaba que debía enfocarme –mientras estaba supuestamente meditando– sonaba la campana que indicaba que la meditación del día se había terminado. Como les he contado, mi gran reto es lograr apagar el torrente de pensamientos que me acechan. Más en estos tiempos, como desde luego le debe estar pasando a muchos.
Al principio no lograba entrar en el flujo de un estado meditativo y acallar mi mente así sea por unos minutos al día. En algún momento pensé en dejarlo hasta ahí, pero más o menos por el Día 6 (cuando mi grupo iba mucho más adelante) el mensaje introductorio curiosamente decía algo referente a desertar. Explicaba que si se nos estaba haciendo difícil mantener el ritmo diario quizás eso tenía algo que ver con un bloqueo mental propio, y que un sentimiento de resistencia es más que normal. Poco a poco, aseguraba, se volvería más fácil. Lo que me motivó a seguir no fue tanto esa reafirmación sino la insinuación trillada de que mi propio obstáculo soy yo misma.
Para entonces yo ya había decidido que escribiría sobre esto acá en el magazine, por lo que tenía esa presión adicional que nunca me falla como incentivo (soy Capricornio). Así que continué y aquí estoy, cual seudoprofeta, 21 días después, feliz de haber terminado el reto.
Las impresiones positivas sobre las meditaciones comenzaron a llegarme bastante tarde. Más o menos alrededor del día 16 empecé a darme cuenta de que en momentos en que mi mente era arrastrada por un torbellino de ansiedades, angustia, pensamientos insistentes, predisposiciones y demás, yo misma tenía la capacidad de decir basta, estás en un espiral de esos tuyos, sal de ahí.
Por varios días no asociaba que probablemente había ganado esa habilidad gracias a las meditaciones. Fue una noche al azar que uní los puntos y entendí que posiblemente ahora podía hacer eso gracias al reto de meditación. O, mejor dicho, gracias al hábito de meditar. Y es ahí donde quiero hacer énfasis: estas meditaciones y sus tareas no contienen ninguna receta mágica. No quiero transmitir que esta fue la solución a mis problemas o que ahora soy una persona que vive en abundancia. Para nada. Solamente digo que meditar a diario con un propósito me sirvió para aprender a calmar mi mente más rápido, y eso es nuevo para mí. Todavía me ayuda, de hecho, a agarrarme a mí misma cuando me estoy cayendo por ese barranco de ideas obsesivas y mente inquieta.
Empecé también a apreciar un poco más eso de estar en el presente: poder despertarme y mirar por la ventana y pensar en el cielo, no en lo que tengo que hacer. O hacerme un café con calma sin quedarme mirando la cafetera mientras trato de adivinar cómo va a ir el resto del día. Se convirtió finalmente en una herramienta para ayudarme a confiar en que puedo tener lo que busco y que el camino quizás no es solamente hacerme una lista de micrometas pensando en lo que me falta, sino relajar la cabeza e intentar actuar con la convicción de que las cosas probablemente saldrán bien. Y si no es así, en ese minuto lidiaré con la dificultad de turno.
Para cuando partí la tercera semana estaba convencida de que quería completar el reto. Quizás porque ya me sentía cerca de terminarlo, pero también porque me había acostumbrado, y a veces veía que aleatoriamente quería recordar ciertas frases del día o me intrigaba la tarea siguiente. Las tareas fueron casi siempre súper cortas, no me tomaban más de un par de minutos. Lo que sí, algunas eran más indagadoras que otras. Hay una o dos que me descolocaron, pero la mayoría me entretuvo más que cualquier otra cosa.
Por supuesto, cuando terminé el desafío el cuórum de mi chat grupal ya había terminado mucho antes que yo. Y aunque fueran en su mayoría desconocidos y estuviéramos siempre a destiempo, reconozco que me motivaba leer sus reacciones diarias. Les recomiendo, si les toca un grupo con esta meditación, animarse a hacerlo a la par con los demás. Debe ser agradable ir viendo en vivo que le hace tan bien a otros que tienen procedencias, personalidades y vidas aparentemente muy distintas.
Ahora creo que incluso voy a extrañar la voz de Deepak Chopra, pero ya encontraré mi siguiente método de meditación. En cuanto a la abundancia, está todo por verse (aunque confío). Por mientras estaré viendo cómo mantengo esta sublime herramienta a flote.