Como saben, ¡este mes en Franca Magazine estamos de aniversario! En los últimos dos años hemos ido haciendo un recorrido por el abecedario, aprendiendo juntas cada mes una palabra nueva asociada a una vida más lenta, ecoamigable y balanceada, con una letra distinta del alfabeto.
Partimos en la primera edición con el aceite de palma en la letra a, y el mes pasado cerramos el abecedario con zero waste en la z. Por eso, quisimos armar una pequeña compilación de todos los conceptos que diseccionamos en nuestra sección Glosario Franca.
Es un tipo de aceite vegetal proveniente del fruto de la palma aceitera, y es utilizado como materia prima principalmente por la industria cosmética y alimenticia. También lo emplean las industrias farmacéutica, de energía y biocombustible.
La pulpa del fruto se usa para extraer aceite que se utiliza en alimentos y la semilla se usa para extraer aceite que se utiliza en jabones, cremas, lociones corporales, labiales, champú, pasta de dientes y detergentes.
¿Cuál es el problema? “Despejar la tierra para plantaciones de palma aceitera ha llevado a una deforestación generalizada en Indonesia y Malasia, así como también en otras regiones. Un área equivalente a 300 canchas de fútbol de selva se despejan cada hora para plantaciones”. Si se continúa así, “un asombroso 75 por ciento de la selva original del sudeste de Asia se perderá el año 2030 de acuerdo con el Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP)”. Esto está empujando a muchas especies a la extinción. Si se continúa así, “un asombroso 75 por ciento de la selva original del sudeste de Asia se perderá el año 2030”, de acuerdo con el Programa Ambiental de las Naciones Unidas.
BPA significa bisfenol A. El BPA es un producto químico industrial que se ha utilizado para hacer ciertos plásticos y resinas desde los años sesenta. se encuentra en plásticos de policarbonato y resinas epoxi. Los plásticos de policarbonato se utilizan a menudo en contenedores que almacenan los alimentos y bebidas, como las botellas de agua. También pueden ser utilizados en otros bienes de consumo.
Las resinas epoxi se utilizan para recubrir el interior de productos metálicos, tales como latas de alimentos, tapas de botellas y las líneas de suministro de agua. Algunos selladores dentales y materiales compuestos también pueden contener BPA.
¿Cuál es el problema? Algunas investigaciones han demostrado que el BPA puede filtrarse en los alimentos o las bebidas de los contenedores que se hacen con este material. La exposición al BPA es una preocupación debido a los posibles efectos sobre la salud, en particular sobre el cerebro, el comportamiento y la glándula prostática de los fetos, los bebés y lxs niñxs. Además, su ingesta es preocupante porque este producto químico se clasifica como un disruptor endocrino, es decir que es una sustancia que interfiere con el sistema hormonal natural del cuerpo.
Comencemos brevemente y en simple por el clima, es decir el conjunto de condiciones tipo lluvia, viento, nieve, huracanes, tornados y temperatura sobre un lugar, durante un largo espacio de tiempo. Por ejemplo, el clima del desierto de Atacama es seco, sin lluvia. Brasil tiene un clima tropical. En los polos hace frío, y mucho. Fácil.
El promedio del clima de todas las regiones de nuestro planeta, forman el clima global de nuestra Tierra. Éste se ha calentado o enfriado por diferentes motivos a través de la historia. Piensen en las glaciaciones. Hoy estamos viviendo un calentamiento del clima acelerado y atípico, respecto del cual la mayoría de los científicos están de acuerdo que somos nosotros los humanos, los que estamos causando el aumento de la temperatura promedio. Las causas incluyen la quema de combustibles fósiles tipo petróleo, gas y carbón; la deforestación y la cría intensiva de ganado. Todo lo anterior libera gases de efecto invernadero como dióxido de carbono y metano que atrapan calor de la superficie de la Tierra, y hacen que permanezca en nuestra atmósfera. Un clima más cálido puede afectar a la Tierra de muchas siguientes formas: lluvias intensas, derretimiento de capas de hielo, sequías, pérdida de la biodiversidad.
Clutter en inglés significa desorden, por lo que de-clutter viene a ser una mezcla de reducir, despejar y organizar lo material que se posee. La autora Marie Kondo en su libro bestseller La magia del orden (2014) entrega la clave para deshacerse de lo innecesario de nuestras vidas: todo aquello que no genere dicha o alegría al mirar, debería irse ya.
Si echamos un vistazo a nuestro alrededor, ¿vemos un espacio limpio y que inspira tranquilidad? ¿O hay un montón de papeles, carpetas, souvenirs, cientos de lápices, productos electrónicos que ya no sirven, regalos que no te gustaron y están guardados y así, un largo etcétera? Puede ser que estemos sofocados de cosas porque llevamos millones de años de evolución con un instinto que nos ha dicho que hay que comer lo más que se pueda, con la mayor frecuencia posible.
Comprar muchas cosas, significa enviar una señal a las empresas en el sentido de seguir produciendo muchos bienes, por lo que así estamos promoviendo la quema de combustibles fósiles y por tanto contribuyendo al calentamiento global.
Las empresas B son negocios que han alcanzado altos estándares: desempeño social y medioambiental, transparencia pública, responsabilidad legal para balancear propósito y ganancias.
“Son empresas que quieren ocupar la fuerza del mercado para generar impacto social y medioambiental y que, como resultado de hacer las cosas bien, generan un impacto económico. Por lo tanto, son organizaciones que buscan enfocarse siempre en el triple impacto: social, medioambiental y económico. Es la forma de hacer empresa a largo plazo”, explicó Nico Morales, parte del directorio del Sistema B Chile. “Lo que exige la certificación B es cambiar el paradigma a través de un cambio de estatutos que suma el rol social y medioambiental”.
Es una persona que utiliza estrategias alternativas para vivir, basadas en una participación limitada en la economía convencional y un mínimo consumo de recursos. Es decir, personas que no compran nada nuevo (ni siquiera comida).
El friganismo es, por tanto, la ideología anticonsumista que implica la renuncia a participar en el capitalismo y a la cultura de consumo en su totalidad. La visión de un freegan o frigano es que, para vivir una vida realmente ética, una persona debe retirarse del capitalismo, y la principal forma de hacer eso es abstenerse de comprar productos por completo. ¿La razón? Todos los productos respaldan alguna industria que opera de forma antiética, ya sea con los animales, los seres humanos o el medioambiente.
¿Cuáles son sus principios clave? Reclamar desechos, minimizar desperdicios, usar transporte ecoamigable, acceder a viviendas libres de renta, tener cercanía con la naturaleza (como fuente alimento, medicina, relajación, vivienda) y trabajar menos, ya que se oponen al sistema laboral –consideran que explota a las personas para generar productos y servicios innecesarios, creados para el lucro de unos pocos–.
La palabra greenwashing es el resultado de la combinación de dos palabras en inglés: green, o sea verde o ecológico, y whitewashing, la actividad de esconder hechos incómodos. Juntas, indican la tendencia de algunas empresas a declarar comportamientos supuestamente sostenibles –incluir temas sobre el medioambiente en sus campañas de marketing, o patrocinar asociaciones o iniciativas ambientalistas– con el fin de llamar la atención de los consumidores que están sensibilizados ante el problema medioambiental y obtener, así, mayores ganancias.
Se trata, entonces, de una forma de publicidad engañosa o lavado de imagen que las empresas usan para obtener mayores beneficios económicos, sin hacer nada concreto a favor del planeta.
Un estilo de vida holístico es la elección consciente de crear balance en nuestras vidas y alcanzar el potencial máximo de bienestar individual en cuerpo, mente y alma.
Aunque su significado es variable y personalizable, en general, la vida holística se rige por el principio de observar y reaccionar ante los sucesos como un todo integrado que finalmente determina cómo se comportan las partes. La vida holística considera cuatro aspectos del bienestar: físico, emocional, mental y espiritual. Se cree que lo que sucede con uno de los aspectos puede afectar a los otros tres. Por tanto, un cuidado holístico toma en cuenta cada uno de ellos y se enfoca en cómo trabajan juntos en cada persona.
La perspectiva holística entiende, por ejemplo, que el trasfondo de una enfermedad puede ser emocional y sicológico (no solo fisiológico), y que existe una variedad de herramientas para tratar una dolencia –a diferencia de una corriente de pensamiento más tradicional, donde se creería que para cada mal existe una cura relativamente estándar–.
La incineración es un método de manejo de residuos que involucra la quema de materiales que se encuentran en la basura. Es una forma de lidiar con la basura mediante procesos térmicos, donde esta se convierte en tres componentes: ceniza, gases y calor.
La ceniza, en su mayoría, consiste de materiales inorgánicos o partículas que pueden ser –dependiendo del tipo de desechos incinerados– perjudicial para el medioambiente. Los gases emitidos a partir de la incineración, por su parte, deben ser limpiados con el fin de eliminar componentes contaminantes antes de ser lanzados al aire, ya que pueden ser tóxicos. Y, en cuanto al calor, este se puede utilizar como energía para producir electricidad, dependiendo de la planta de incineración y el país donde esté ubicada.
Joy of missing out, por sus siglas en inglés, se traduce como “la alegría de perderse cosas”. Es el primo del FOMO, es decir, el miedo a perderse cosas o fear of missing out.
A diferencia del FOMO, que en su momento se popularizó por la cantidad de eventos, viajes y entornos en que vemos a la gente de nuestras redes sociales (y que nos hacen creer que la mayoría vive una vida más interesante de la que quizás en realidad tiene), el JOMO es una invitación a alejarse de esas comparaciones.
La idea es justamente disfrutar de la alegría de poder desconectarse y estar presente. Es la sensación reconfortante que deriva de restarle importancia a las preocupaciones causadas por influencias externas, como las redes sociales, la aparente vida de nuestros pares, o incluso los pensamientos propios que insisten sobre esas cosas que quizás no hicimos tan bien o que creemos que podríamos haber hecho mejor.
Es parte de una filosofía japonesa que plantea que las roturas forman parte de la historia de un objeto. Y no solamente eso; el kintsugi (金継ぎ) propone además que las grietas o fracturas deben resaltarse en vez de ocultarse, ya que embellecen al objeto al evidenciar su transformación y resiliencia.
El kintsugi puede verse como una manifestación artística de la filosofía wabi-sabi, la que celebra la imperfección, impermanencia y fugacidad de los objetos. Su origen se remonta al Japón del siglo XV, cuando los artesanos japoneses buscaban formas más bien estéticas de reparar cerámicas rotas.
Se basa en la belleza y la fuerza de lo imperfecto. Si se rompe un vaso o un jarrón, la invitación es a repararlos, no a tirarlos a la basura. Los objetos viven transformaciones en su vida útil y, según esta filosofía, esa historia –que incluye roturas– se puede evidenciar en su aspecto sin comprometer su estética.
Lo local hace referencia a los productos de una localidad o región. Es un término que se usa especialmente en el ámbito de la alimentación, para referirse a la producción de algo en un lugar particular; aunque también toma en cuenta el sitio donde se hace el procesamiento, la distribución y finalmente la venta y el consumo del producto.
En general, comprendemos el término local en referencia a un área delimitada, como una localidad y su área más inmediata. Pero también podría ser una región o estado. No existe una definición universal (o monitoreada) de local. En algunos países, los alimentos que se producen a apenas un par de kilómetros de distancia pero al otro lado de la frontera, ya no se consideran locales. En otros casos, productos cultivados a 200 kilómetros, pero dentro del mismo estado o región, sí podrían ser llamados locales.
La definición de local o regional es flexible y difiere según a quién se le pregunte. Algunos productores consideran que si el alimento es fácilmente transportable a la feria, por ejemplo, puede decirse que es local (pero esa definición es algo ambigua, obviamente). Otros lo miden de acuerdo con el tiempo que les toma el recorrido del producto desde su lugar de producción a su punto de distribución. Si es menos de un día, se puede decir que es local para algunos. Y otros simplemente se rigen por los límites de una ciudad o región.
El metano (CH₄) es un gas inodoro, incoloro y altamente inflamable que existe naturalmente como una molécula que tiene un átomo de carbono y cuatro de hidrógeno. A pesar de no ser uno de los gases más importantes en nuestra atmósfera (como sí lo son el nitrógeno, oxígeno y argón), es uno de los compuestos orgánicos más abundantes en la Tierra. El metano es, además, el componente principal del gas natural, y se usa como combustible para generar calefacción o electricidad en distintas partes del mundo.
De forma natural y sintética. Hay, a su vez, dos formas principales en las que se produce de forma natural. La primera es a través de una serie de reacciones químicas por la descomposición de materia orgánica a bajas profundidades en ambientes con bajo nivel de oxígeno, como los pantanos.
Otra es en los depósitos subterráneos de combustibles fósiles que han sido sometidos a alta presión y temperatura durante millones de años. Y a medida que estos combustibles se minan cuando se extrae carbón, petróleo y gas natural, también se libera metano. Parte de este gas se utiliza para calentar agua y generar vapor, el que luego se ocupa para generar electricidad.
Es una de estrategia para combatir el cambio climático. Ser carbono neutral (o neutro en carbono) se refiere a alcanzar emisiones netas de dióxido de carbono iguales a cero.
¿Cómo se consigue? Primero, con medidas que reducen el consumo de energía lo máximo posible. Esto incluye mejorar la eficiencia en los procesos de producción y aumentar la innovación en tecnología baja en carbono (como la energía nuclear, eólica o hidroeléctrica). Se complementa con migrar a un consumo de electricidad de fuentes renovables (energía solar, por ejemplo) y a la larga, eliminar el uso de combustibles fósiles. Dicho en simple, se consigue, antes que todo, emitiendo menos gases de efecto invernadero.
Hoy en día, es complicado alcanzar emisiones cero en muchas de las actividades humanas. Por tanto, en la medida en que no se puedan reducir (o eliminar) las emisiones de carbono, el siguiente paso son las compensaciones de carbono. Este mecanismo está pensado para equilibrar o neutralizar el volumen de emisiones liberadas a la atmósfera con una cantidad equivalente de retirada. Es decir, producir una merma de las emisiones. Un ejemplo sencillo de un esfuerzo de compensación es plantar árboles.
Muchos tenemos una idea de lo que decimos cuando hacemos referencia a las frutas o verduras orgánicas. Quizás nos hacemos la idea de que se trata de productos agrícolas cultivados sin usar pesticidas o productos químicos que dañan el medioambiente o afecten la salud humana. Sin embargo, la realidad es que el término ‘orgánico’ abarca mucho más, como se explica en el Sistema Nacional de Certificación de Productos Orgánicos Agrícolas. Y no solo en el ámbito de la comida. Existen materiales orgánicos de los que podría estar hecha nuestra ropa, como el algodón orgánico.
Los textiles orgánicos se cultivan en ambientes controlados que son efectivamente libres de químicos sintéticos como fertilizantes o plaguicidas. En su cultivo solo se ocupan fertilizantes naturales, y el agua y la tierra deben ser monitoreadas.
No se puede llamar orgánico a un material textil simplemente por ser natural (algodón, lino, cuero, etc.); la certificación es necesaria. ¿Quién certifica? La Norma Textil Orgánica Global (en inglés, Global Organic Textile Standard o GOTS), es un estándar global que ha sido reconocido como “la norma líder en el procesamiento de textiles hechos con fibra orgánica”.
Originalmente era una contracción de los términos permanent y agriculture (agricultura permanente) y hacía referencia especialmente al “diseño consciente de paisajes que imitan los patrones y las relaciones de la naturaleza, mientras suministran alimento, fibras y energía abundantes para satisfacer las necesidades locales”. Es decir, partió como un sistema de agricultura sostenible. El término fue acuñado en el libro Permaculture One (1978) por el biólogo, investigador, científico y activista australiano Bill Mollison, y por David Holmgren, también australiano, ecólogo y escritor.
A mediados de los 70, Mollison y Holmgren comenzaron a desarrollar estas ideas para crear sistemas agrícolas estables en respuesta al rápido crecimiento en el uso de métodos agroindustriales destructivos. Eventualmente, el concepto pasó a ser un proceso de diseño más plenamente holístico para crear hábitats humanos sostenibles.
Con el tiempo, la visión de la permacultura ha evolucionado hacia una combinación más inclusiva de cultura permanente. Hoy en día se puede entender como un conjunto de herramientas para enfrentar desafíos ambientales y repensar y rediseñar comunidades para vivir de forma continua con el ambiente natural y, a la larga, transformar el mundo.
La energía renovable es un tema que suele surgir en las discusiones sobre el cambio climático. La razón es que algunas de estas fuentes, como las energías solar y eólica, no generan emisiones de dióxido de carbono u otros gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global.
¿Y qué es exactamente? Es la energía producida a partir de recursos que se regeneran naturalmente y no se agotan. O, como dice la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA), las que son “prácticamente inextinguibles”. Las más comunes son: solar, eólica, hidráulica, geotérmica y biomasa.
Más del 80% de la energía total consumida por los humanos se deriva de combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas natural). Sin embargo, sabemos bien que estas fuentes energéticas son finitas, y se van a agotar tarde o temprano. Se habla mucho de que “ya se ha traspasado la tasa máxima de extracción de petróleo, por lo que la producción será cada vez menor y más cara”, según National Geographic. Las energías renovables (hidroeléctrica, eólica, madera, biocombustibles, solar, geotérmica, desechos), por su parte, tienen un crecimiento mundial más rápido, y su impacto ambiental es considerablemente menor.
Para hablar de desarrollo, medioambiente y una vida más amigable con el planeta, solemos usar indistintamente los términos “sustentable” y “sostenible”. Pero ¿significan realmente lo mismo? La respuesta corta es que no precisamente, a pesar de que ambos términos comparten una esencia. El inglés sustainable no permite esta duda, y es precisamente en el español donde nace la división entre ambos términos.
Aparentemente, el uso de las palabras “sostenible” y “sustentable” se formalizó por primera vez en un documento conocido como informe Brundtland (1987), realizado por la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo. Pero es a partir de la Declaración de Río –una proposición de la ONU para promover el desarrollo sostenible (1992)– que se acotó el término sustainable development en inglés, generando la confusión de si existe o no alguna diferencia entre los términos «desarrollo sostenible» y «desarrollo sustentable» en español, según Manuel Rodríguez Lacherre, académico de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Trujillo, Perú. Existe poca claridad en cuanto a la diferencia entre estos términos dado que los conceptos de desarrollo sustentable o sostenible están aún en construcción y muchas veces se definen con matices que responden a intereses particularmente económicos o particularmente ambientales (UJAT).
La trazabilidad se trata de poder decir, de cualquier producto, qué artículos lo componen y en qué proporciones; a quién se compró cada una de esas materias primas con las que el producto ha sido elaborado, y a qué clientes se les ha enviado. Para esto, existe la trazabilidad hacia atrás (origen de cada producto o componente), la trazabilidad de proceso (composición detallada y método con que se hace) y la trazabilidad hacia adelante (clientes).
En la moda, “se conoce como trazabilidad al conjunto de procesos, ubicación y trayectoria de un producto a lo largo de una cadena de suministros. Eso significa tener conocimiento y control de cada una de las partes del proceso de producción de una prenda”, según la definición de Fashion Revolution. El uso del término en esta industria es más reciente, ya que la necesidad de transparentar la cadena de producción no siempre ha sido evidente. Los ejercicios de transparencia y trazabilidad tienen una gran importancia para las marcas de moda, ya que muchas pueden ser responsables de malas prácticas laborales, sociales o que tienen un alto impacto medioambiental, sin siquiera saberlo. Desconocer el origen de las materias primas con la que está hecha la ropa descarta de entrada la opción de corregir estas prácticas.
El término upcycling nace de la combinación de dos palabras inglesas: upgrade (actualizar) y recycling (reciclar), e indica el acto de crear productos nuevos y de mayor valor a partir de materiales reciclados.
Fue acuñado por el arquitecto William McDonough y el químico Michael Braungart para explicar su visión de cómo los objetos deberían ser diseñados. Los dos autores empezaron demostrándolo materialmente con su libro Cradle to Cradle, publicado en 2002. Cuando salió a la venta, llamó mucho la atención de la opinión pública por el material en que estaba hecho: sus páginas estaban hechas en plástico reutilizable e incluso la tinta estaba pensada para ser lavada y reusada. Esto para mostrar que es posible diseñar productos “basura cero”.
Se refiere a esos materiales o objetos que son re-adaptados y re-propuestos en el mercado de manera creativa, por lo que logran una vida útil más larga. Su objetivo primario es remodelar y unir elementos y materiales descartados para transformarlos en un producto totalmente distinto, en donde los objetos mantienen el mismo valor o incluso adquieren más.
Es una técnica de compostaje rápido de alimentos, que se produce en una vermicompostera y aprovecha la capacidad degradativa de las lombrices: en pocas palabras es un método ecológico para darles valor a los residuos orgánicos.
El principio es simple: las lombrices se comen los desechos orgánicos y de sus deyecciones se forma el compost, que es un potente fertilizante natural. Usar una vermicompostera ayuda entonces a reducir significativamente la cantidad de desechos orgánicos domésticos y a transformarlos en abono para nuestras plantas. De hecho, la degradación de material orgánico es mucho más rápida en el vermicompostaje que en un compostaje clásico, porque las lombrices ingieren cada día entre el 20% y el 100% de material con respecto a su peso corpóreo.
¿Cuál es la diferencia entre vermicompostaje y compostaje? El compostaje clásico lleva al mismo resultado –una tierra muy fertilizante– pero se basa en la acción de microorganismos, que pueden descomponer también otros tipos de desechos vegetales, como los restos verdes del jardín. Las composteras tienen una forma distinta, normalmente acampanada, y tienen que posicionarse al aire libre, protegidas del sol y del viento, para que puedan estar en contacto directo con la tierra y los microorganismos. Deben tener paredes sólidas pero aireadas, y una tapa que pueda ser fácilmente removida para remezclar el cúmulo cada 15-20 días.
La estética del mundo occidental está dominada por los ideales griegos de belleza, simetría, precisión y proporción que derivan de la afinidad por lo matemático y la búsqueda de la invencibilidad y la perfección. En la filosofía y sabiduría japonesa, en cambio, los ideales estéticos provienen de un respeto por lo pasajero, frágil, modesto y ligeramente ‘defectuoso’.
No existe una traducción exacta para el término wabi sabi (侘寂). Se refiere a la belleza de lo impermanente, rústico e imperfecto. Pone en valor las marcas de edad y las características individuales de los objetos, y propone que el ideal estético no es lo intachablemente pulido, sino la nobleza de lo natural. Una grieta en una cerámica, según esta filosofía, se debe celebrar e incluso resaltar en lugar de esconderse o disimularse, ya que las peculiaridades de un objeto lo dotan de un carácter único y meritorio. Así, el arte del kintsugi evoca justamente los principios del wabi sabi, al igual que la ceremonia japonesa del té.
La sabiduría atemporal del wabi sabi es relevante para abordar la vida moderna, que está progresivamente más centrada en la productividad y el materialismo. Sabemos que la búsqueda de la perfección en las posesiones, relaciones y logros conlleva estrés, ansiedad, dureza y bloqueos. Por tanto, el wabi sabi es una invitación a enfocarnos en los gustos reales del día a día, más que frustrarse persiguiendo la inexistente perfección.
El término yeet hay se utiliza en la cultura tradicional china para referirse a ciertos alimentos que causan un efecto “caliente” en el cuerpo. La palabra yeet hay (热气) en cantonés se podría traducir como “aire caliente”. Es un concepto similar al del mandarín huo qi da (火气大), que significa algo como “gran aire de fuego”. Sin embargo, no hace referencia a la temperatura en sí de las comidas (sopas calientes, por ejemplo), sino al efecto de energía que causan al comerlas.
Es por esto que hay tés que se consideran “fríos” aunque se beban muy calientes. Que un alimento se considere “frío” o “caliente” depende específicamente del efecto que tendrá en el cuerpo después de la digestión. Ejemplos de alimentos yeet hay serían el jengibre o el ají, ya que nos hacen sentir calientes, aunque los comamos fríos. También los alimentos fritos, excesivamente grasosos o demasiado picantes.
El principio es que cuando consumimos muchos alimentos yeet hay, nuestro cuerpo se desequilibra y podemos experimentar sensaciones incómodas, como pesadez, ardor en el estómago, acidez, incluso sentir la garganta áspera o picazón en los ojos. Mantener el yin y el yang (lo “frío” y lo “caliente”) balanceados se considera la clave del bienestar general.
Según la francesa y gurú de la vida libre de residuos, Bea Johnson, autora del libro Zero Waste Home (2013), es “una filosofía basada en un conjunto de prácticas dirigidas a evitar los desechos mediante las 5 Rs: rechazar, reducir, reutilizar, reciclar, y rot o compostar. Esto significa rechazar lo que no se necesita (como regalos gratis tipo lápices plásticos de bancos, correo publicitario, etc.), reducir lo que sí se necesita (haciendo un orden y limpieza en el hogar), reutilizar lo que ya se tiene (en lugar de desecharlo o reemplazarlo), reciclar (si se debe comprar algo nuevo, ojalá de cartón, vidrio, metal o madera) y compostar.
Johnson ha destacado que este estilo de vida la ha llevado a ella y a su familia a estar más saludables, y también le ha significado un ahorro de tiempo y dinero. Y es que el packaging de un producto en general lo hace un 15% más caro que su versión a granel.
La filosofía basura cero es una alternativa accesible que tenemos como consumidores hasta que todo esté diseñado con el modelo de la cuna a la cuna. Es una forma de minimalismo con un propósito. Es simplificar la vida. Se trata de cómo vivir de forma balanceada, consciente y ecoamigable. Se trata de hacer algunos productos uno mismo (¡por eso la sección Zero Waste DIY!), así como tomar decisiones de compra informadas. Se trata de apoyar lo local y natural, y de vivir en sintonía con el ambiente y la comunidad.
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Para celebrar, ¡creamos una sopa de letras! ¿Te animas a encontrar los 24 conceptos que abordamos en estos dos años en el Glosario Franca.?